Hoy, queremos desde aquí despedir a un gran hombre y mejor ser humano. No es necesario enumerar los logros conseguidos a lo largo de su afanosa vida, sino las cualidades que lo distinguían como persona, que lo convertían en un ser venerado y respetado por todos nosotros.

Nunca se le vio una mala acción, porque tenía un concepto muy alto del honor y la justicia, gran temperamento moral, bondadoso y caritativo con los desfavorecidos. La envidia no formaba parte de su persona y era constante y firme en los objetivos que quería alcanzar. Para nosotros, sus empleados, (que él llamaba afectuosamente, colaboradores) siempre tenía su despacho abierto para escucharnos y ayudarnos a resolver los problemas diarios. Era comprensivo, afectuoso, detallista a veces en exceso, tratando de encontrar aquello que entendía gustaba a sus amigos y clientes, de carácter benevolente y templado, rara vez se le podía ver alterado y siempre dispuesto a resolver los problemas que surgían día a día. Hemos perdido una persona irrepetible que decidió ser feliz trabajando hasta el momento final y tiene el cielo ganado con su ejemplo de vida. Todos nosotros, los que le hemos conocido no podremos olvidarlo nunca, pero el tiempo es ese monstruo inexorable que termina por devorarnos a todos. Mientras no llegue nuestra hora, feliz descanso, señor Casal.

De los empleados del Grupo Drovi