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La política económica afronta el examen crucial

La nueva legislatura pondrá el acierto de la estrategia en un entorno de desaceleración y menores "vientos de cola"

La política económica afronta el examen crucial

Para el segundo Gobierno de MarianoRajoy (PP), con los ministros Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez confirmados al frente de Economía, Hacienda y Empleo, la legislatura que ahora comienza será un examen más exigente que la anterior por mucho que el contexto español y europeo fuese en 2011 más adverso que el actual.

España es, con datos hasta junio, la tercera economía con mayor crecimiento de la UE en tasa interanual y la sexta en tasa intertrimetral. El cambio de tendencia, desde la recesión al crecimiento, se produjo en España en el tercer trimestre de 2013, uno más tarde de lo que ocurrió en la UE y en la eurozona. Lo mismo pasó en 2010, cuando España conZapatero salió de la primera recesión.

Por lo tanto, la singularidad española no es cuándo dejó atrás la segunda recesión conRajoy, sino la intensidad diferencial con la que se está produciendo desde entonces el crecimiento del PIB y del empleo. Y esto es lo que ahora el Gobierno va a tener que demostrar que obedece al acierto de sus políticas y no a los favorables factores externos que en los tres últimos años empujaron más a España que a otros socios y cuya continuidad no está garantizada.

Crecimiento. En el vigoroso impulso macroeconómico influyó la habitual volatilidad española (un país que crea mucho más empleo que el resto en los periodos de auge y que también destruye más en los de recesión); la reforma laboral, que abarató y precarizó el empleo (el abaratamiento de todo bien o factor de producción aumenta su demanda, sean empleos o manzanas) y los factores externos que, como el petróleo barato, los tipos de interés en el 0%, la compra masiva de deuda pública por el BCE, el euro a la baja y el turismo internacional al alza por los conflictos en países competidores del Mediterráneo, actuaron como un impulso excepcional en los países que, como España, son más dependientes del crudo, están más endeudados, han vivido tradicionalmente con saldo exterior negativo y necesidad de mejora de la competitividad, y disponen de una amplísima y contrastada infraestructura turística.

Algunos de esos factores externos han empezado a remitir de forma incipiente. Y el primero de ellos ha sido la inflación, que desde septiembre está en tasas positivas y se ha situado en niveles no vistos desde 2013. La inflación negativa fue un gran aliado de las reforma laboral (porque atenuó la pérdida de capacidad adquisitiva de la devaluación salarial) y de la de las pensiones, que ahora, con una actualización del 0,25%, ya están empezando a perder poder de compra frente a una inflación del 0,7%.Y esto tiene más relevancia porque, por mucho que las exportaciones llevan creciendo desde 2009, el factor con más contribución al aumento del PIB ha sido hasta ahora la demanda interna.

España, que, creciendo a tasas del 3,2% no ha cumplido ni un solo año con el objetivo de déficit público (pese a que la UE le relajó a Rajoy 11.000 millones con las flexibilizaciones de 2012, 2013 y 2016), tendrá que reducirlo el año próximo en dos puntos de PIB(unos 20.000 millones) respecto al cierre de 2015. Y hacerlo con una economía que, según diversas predicciones (incluida la del Gobierno), ya no crecerá al 3,2% sino al 2,4% o al 2,9%.

A España, con el segundo mayor déficit de la UE y la sexta mayor deuda pública de la zona (y la octava que más crece), la eventualidad de un alza de tipos de interés o el cese en marzo (salvo prórroga) de la compra de bonos del Estado por el BCE le supondrá un desafío para su crecimiento y la consolidación fiscal.

La atenuación prevista del avance del PIB(en concordancia con la ralentización de los países avanzados y de la economía mundial)supondrá también un obstáculo para la creación del empleo.

Mercado laboral. Hoy España tienen más empleo y menos paro que en 2011, pero el desempleo sigue en tasas muy elevadas y su reducción, aunque insuficiente, fue posible devaluando salarios, deteriorando las condiciones contractuales y expulsando parados del país. La tasas de ocupación, de actividad, de empleo indefinido y la cobertura del desempleo son menores que en 2011. Y la tasa de temporalidad y la de trabajo a tiempo parcial involuntario, superiores. En octubre, para aumentar la afiliación a la Seguridad Social en 101.335 personas se hicieron 1,87 millones de contratos. El 91% de ellos fueron temporales. Y aún así la economía tendría que seguir creciendo al 3% de forma sostenida para rebajar el paro a tasas admisibles.

El déficit de la Seguridad Social se multiplicó casi por diez en cinco años pese al aumento del número de cotizantes, lo que evidencia el efecto de la devaluación salarial. Como consecuencia de ello, el fondo de reserva de casi 67.000 millones que Zapatero dejó en herencia a Rajoy se desplomó a 24.000 y se extinguirá en 2017. El Estado tendrá difícil aportar recursos para pagar las extras de los jubilados cuando tiene que recortar su déficit en 20.000 millones y cuando Rajoy ganó las elecciones de junio prometiendo no subir impuestos, sino bajarlos.

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