Han pasado ya más de siete años desde que una digna heredera del crac del 29 aterrizara en España, y de nuevo está siendo una crisis difícil de curar. En 2008 la economía del milagro español (alumbrado con hormigón y deuda) elevaba la renta neta disponible por habitante a los 19.492 euros, un umbral que todavía no se ha recuperado. Entonces la tasa de paro estaba por debajo del 14% en el conjunto del Estado (por el 9,6% de Galicia) y la deuda de las familias superaba los 880.000 millones de euros. En 2008 el gasto en consumo final de los hogares alcanzó, gracias a estos factores, una cifra histórica que no se ha vuelto a superar: 623.029 millones de euros. A cierre del último ejercicio (2015) el consumo se fijó en 613.760 millones, un 1,5% inferior al récord precrisis, 10.700 millones menos en cantidades nominales. Se recortó en lo más accesorio (viajes, restaurantes) para cumplir con lo necesario (comida, hipoteca o medicamentos).
Pese a que el gasto total no alcanza todavía las cifras previas a la doble recesión, el de 2015 es el segundo más alto de toda la serie histórica. Supera incluso el de 2007, cuando el paro era del 8,5% y la renta bruta por persona era de 19.403 euros, 575 por encima de los datos actuales. El clima de confianza del consumidor y el bajo precio del dinero motivan este panorama, que será previsiblemente mejor a cierre del año en curso. De momento, con los datos disponibles, el Instituto Nacional de Estadística (INE) constata que los hogares siguen relegando a algunos productos en su cesta.
Uno de ellos es la carne. En el año 2008 las familias se gastaron 19.136 millones para su compra, e inmediatamente se convirtió en un producto prohibitivo para muchas. El consumo cayó en casi un 7% en doce meses, frente a la contracción del 5% del conjunto de gasto en alimentación, y sigue por debajo de ese nivel. Es más, el consumo en carne cayó en 2015 respecto al ejercicio anterior, de acuerdo al organismo estadístico oficial. También se ha reducido el importe dedicado a lácteos y huevos respecto al umbral precrisis, si bien encadena seis años de pequeñas subidas. El gasto en pescado y marisco, por contra, supera en 400 millones los valores de 2008, al igual que las frutas, verduras, aceites y la confitería. Al margen de la recuperación del consumo y la renta el dinero destinado a algunos capítulos ha aumentado porque lo hicieron también los precios. Desde 2001 (tras la llegada del euro) la inflación acumulada en alimentación es del 45,5%, y de otro 8,2% desde 2008. Los datos del INE son a precios corrientes, y por tanto no descuentan la inflación.
El IPC en alcohol y tabaco (impuestos mediante) subió un 56% en los últimos siete años, pero ni esta circunstancia ni el deterioro de la economía minaron su consumo. Al menos en casa. El gasto en alcohol pasó de los 4.786 millones de euros de 2008 a los 5.131 de 2015, que es una diferencia del 7,2%. Y con el tabaco, más de lo mismo. Antes de la crisis el consumo total de los hogares ascendía a 13.304 millones; ahora, a 13.745. Frente a esta realidad hay otra negativa para el sector de la hostelería, ya que el gasto en restaurantes y cafés continúa lejos de los niveles previos a la recesión. En 2008 las familias españolas se gastaron 95.932 millones de euros en estos locales, por los 93.604 del año pasado.
El gasto en educación sí pegó un salto notable, al pasar de 8.700 a casi 11.900 millones. ¿La causa? El incremento de las tasas universitarias, ya que solo el dinero destinado a la educación superior se elevó más de un 70%. El copago hizo lo propio con las medicinas, otro servicio básico que restó el dinero disponible de los hogares para la ropa, los coches o el ocio.
