La carrera de fondo de José María Álvarez-Pallete (Madrid, 1963) en Telefónica comenzó unos meses antes del año 2000, a las puertas del pinchazo de las "puntocom", en un ambiente complicado para las "telecos", que en esa época vivían una tormenta bursátil. La primera tarea de este maratoniano y madridista fue la Dirección General de Finanzas de la compañía. Desde entonces, ha ido ganando posiciones y cogiendo velocidad hasta alcanzar la presidencia del grupo, cargo que ocupará a partir del día 8 de abril, en sustitución de César Alierta. Su mentor, que le ha puesto una tarea complicada sobre la mesa: "Posicionar a la empresa en la vanguardia, esta vez del sector digital", según señalaron desde la primera multinacional española al anunciar la sucesión.

En su carrera no ha habido ni rastro del muro al que muchos corredores de maratón se enfrentan en los últimos kilómetros. Y si lo hubo, lo sorteó con discreción, la misma que, según quienes le conocen, aplica a su vida diaria. No obstante, es un activo "tuitero". Usa la red social para hablar y difundir sus aficiones: las carreras y las nuevas tecnologías, y la actividad de la fundación Proniño, una ONG que fundó durante sus años como responsable de los mercados latinoamericanos. Pero desde que se anunció su nombramiento solo publicó un nuevo tuit: "Muchas gracias a todos por los mensajes de felicitación. Profundo agradecimiento a César Alierta".

Eso sí, dentro del gigantesco grupo de telecomunicaciones a casi nadie le ha pillado con el pie cambiado el nombre del sucesor. Sí ha sorprendido a muchos, reconocen desde la empresa, que la renuncia a Alierta se haya producido ya. Cuando llegó a Telefónica, Álvarez-Pallete tenía 35 años y desde hace años es consejero delegado del grupo. Entre medias dirigió los negocios de Latinoamérica y Europa, por lo que conoce al dedillo los entresijos del gigante de las telecomunicaciones. Le valió para convertirse en la mano derecha del empresario zaragozano que ha presidio Telefónica durante 16 años.

La pasión por las nuevas tecnologías llevó a Álvarez-Pallete a fundar, siempre bajo el paraguas de Telefónica, la filial Wayra, una aceleradora de nuevas "start ups" (proyectos empresariales con un amplio recorrido, pero con bajo presupuesto). Quienes le conocen aseguran que se encuentra igual de cómodo sentándose a negociar con los entrajetados altos directivos de otras compañías como con los nuevos emprendedores, generalmente, menos formales en su forma de vestir. Hace solo unas semanas, el propio Álvarez-Pallete aseguraba que el balance de Wayra era "muy positivo" y presumía que la tasa de supervivencia de las pequeñas compañías en las que se había invertido alcanzaba el 80%.

Precisamente, uno de los retos del madrileño será dar un paso más en el avance tecnológico de la empresa, que durante los últimos años ha ido diversificando su actividad en filiales con actividades tan diversas como la ciberseguridad o la domótica (el control de los elementos electrónicos en el hogar). Entre su equipo de colaboradores contará con el langreano Pablo Rodríguez, ingeniero en telecomunicaciones y director de Investigación e Innovación de Telefónica, y que, además, dirige un centro de investigación del grupo en Barcelona, el más importante del grupo.

Alierta ha insistido en reiteradas ocasiones en la necesidad de que el grupo de un salto definitivo en la revolución digital. En su última comparecencia, comparó las posibilidades de crecimiento que ofrecen estos cambios tecnológicos con lo que supuso la revolución industrial. Telefónica quiere ser uno de los referentes en la futura digitalización y por tener el control sobre los datos, del "big data", en una guerra de guerrillas que mantiene desde hace años con otros gigantes del sector como Facebook o el buscador Google.

Desafíos

Aunque uno de sus desafíos más inmediatos será lidiar con la venta de su filial británica O2, una operación que permanece atascada en los pasillos de las instituciones europeas, que tienen que darle el visto bueno. Hace un año la española acordó la venta de la inglesa a un grupo de Hong Kong (Hutchison Whampoa), asumiendo así su fracaso al entrar en el mercado de las Islas. Pero Bruselas considera que el negocio podría provocar una subida en el precio de las tarifas para los clientes británicos, así que, es probable, que imponga condiciones para evitarlo.

También aseguró que le costaba creer por qué la gente no está comprando los títulos de la empresa. Una vez solventada la incógnita de la sucesión de Alierta, las acciones de la compañía subieron un 1,5%, y ayer volvieron a liderar las subidas del Ibex 35, aunque ya con menos fuelle. Solo un 0,7%, hasta cerrar en poco más de diez euros.

La venta de O2 iba a servir a Telefónica para salir de un mercado, el británico, donde no ha conseguido triunfar, y también para intentar hacer caja, rebajar su deuda, que alcanza los 49.900 millones de euros, y pagar el dividendo prometido a los accionistas, de 0,75 euros por título.

El 8 de abril, Álvarez-Pallete tomará el primer puesto de una compañía que en 2015 facturó 47.219 millones de euros, unos beneficios de 2.745 millones, y que cuenta con una capitalización bursátil de más de 49.000 millones. Aún así, el madrileño aún tiene pista para correr con Telefónica.