Hace unos años que le prometí a mi abuelo que escribiría la historia de su vida, para contársela después a mis hijos, nietos y demás familia. Comenzamos como unas charlas que fueron tan especiales como ahora inolvidables.

Querido abuelo, cuántas cosas nos quedaron por compartir y cuántas anécdotas pendientes de contar. El consuelo, el saber cómo te quiere la gente y lo orgulloso y contento que te fuiste en la despedida.

Es especialmente emocionante saber que desde niño fuiste tan inteligente y espabilado para tratar con un padrastro que te puso las cosas difíciles. Con solo nueve años tenías que vender en las ferias, y ya a esa corta edad demostraste tus dotes de negociante. Si te decían que vendieras a dos pesetas, tú conseguías vender por tres y ahorrabas ese dinero extra hasta que tenías que utilizarlo para sacar de apuros y deudas a tu familia. Con solo 13 años perdiste a tu madre y, en vez de seguir la tutela del que te hacía trabajar para él, quisiste ser independiente. Llegaste a Vigo sin nada, con lo puesto; tuviste que dormir en los árboles porque no tenías dinero y, cuando conseguías algo, en una carbonera, en la que ni podías tumbarte.

Con esfuerzo e inteligencia pudiste ahorrar un poco de dinero e invertir en mercancía para ir creciendo poco a poco. Con el fin de buscar mejor vida, te embarcaste como polizón y te fuiste a Brasil -aunque tu intención era recalar en Argentina-, donde te casaste y formaste un hogar.

Después de superar penurias, y ya con ahorros, fundaste tu primer negocio. En 1967 decides volver a España. Tras pequeños negocios de ultramarinos, te estableces en Vigo y te dedicas a lo que conoces. Ya en el mercado de O Progreso, con un almacén de frutas, das el salto al mercado mayorista, para después recalar en el minorista y ser el proveedor de tus propias tiendas.

Sin ordenador, ni calculadora, supiste hacer los inventarios y controlar pagos y mercancía en tu pequeña agenda. Los resultados eran iguales a las del equipo financiero y, si no lo eran, tú llevabas la razón. Había que buscar el fallo. Lo controlaste todo, pese a no tener escuela.

Eres el pilar que sustenta la familia, el que aconseja y a veces toma decisiones importantes. El que aporta tranquilidad equilibrio y unión. Ahora todos juntos vamos a tener que hacer lo que tú solo hacías tan bien. Destacar sobre todo tu generosidad. Este es nuestro pequeño homenaje al padre, al abuelo, al bisabuelo. Gracias por formar una familia unida, por estar dispuesto a ayudar, por escuchar y por respetar, pero sobre todo, gracias, por enseñarnos con tu ejemplo. ¡Cuánto te amamos!

*Nieta de Agustín Gayar