España precisa diversificar fuerza tractora

El crecimiento nacional basado solo en la contribución neta de la demanda interna es insuficiente para afrontar los desafíos y amplía el desequilibrio externo

Javier Cuartas

"Estamos creciendo a velocidad de crucero", dijo el ministro de Economía, Luis de Guindos, el 26 de febrero.

El crecimiento de la economía es capital para crear empleo, generar riqueza, reducir el déficit público, atenuar los elevados endeudamientos públicos y privados, y para eludir la amenaza de la deflación. Así que todo lo que permita crecer debe ser estimado.

Pero España precisa crecer más y mejor porque la magnitud de los lastres que acumula son fastuosos: el segundo mayor índice de desempleo de la OCDE, la tasa más elevada de paro juvenil, el único país de la eurozona con déficit primario (antes de contabilizar el coste financiero de la deuda ), la séptima mayor deuda pública del área (97,7% del PIB) y la segunda que más crece en la zona monetaria, uno de los tres endeudamientos privados más elevados de la UE (243% del PIB), la segunda mayor deuda externa del planeta (103,1 % del PIB, en su mayoría privada) y la octava mayor deuda total (suma de débitos públicos y privados) del mundo: 313% del PIB nacional.

La consultora internacional McKinsey acaba de calcular que España debería duplicar el crecimiento previsto de su PIB para empezar a reducir la deuda pública. El año pasado aún aumentó en 67.687 millones, y ello pese a la caída de los tipos de interés, al avance del PIB en 1,4 puntos, al aumento recaudatorio del fisco como consecuencia de la mayor subida de impuestos de la democracia y a los grandes recortes realizados en el gasto público.

Si en diciembre el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, y los inspectores de la Troika ya alertaron de que España está muy expuesta a cualquier perturbación internacional a causas de sus elevadísimos endeudamientos, la Comisión Europea volvió sobre ello hace dos semanas y media. En su informe del 25 de febrero, el órgano ejecutivo de la Unión Europea señaló que España presenta "desequilibrios macroeconómicos" significativos, que "ha habido mejoras", pero que "aún hay riesgos", y que el país debe tomar "acciones decisivas", dado que "los riesgos relacionados con los altos niveles de deuda pública y privada, y la posición internacional de inversión negativa, siguen mereciendo mucha atención".

Dos días después, el 27 de febrero, la entidad bancaria estadounidense Bank of America Merril Lynch también avisó en su informe sobre la economía global de que España aún tiene que afrontar "desafíos estructurales que la hacen vulnerable a los 'shocks' en el medio plazo".

Para reducir su exposición a los mercados internacionales, recuperar solvencia y aliviar sus enormes vulnerabilidades España debe ser capaz de impulsar aún más su dinamismo económico. Y esto pasa por recurrir a más fuerzas motrices. Y no sólo porque esto le dará mayor propulsión. También porque el país debe diversificar las fuentes de su crecimiento para no ligar su destino a la contribución de un solo motor.

Cuando en el tercer trimestre de 2013 empezó la recuperación española tras el fin de la segunda recesión, la apuesta española era crecer con la demanda externa y en ello se fundamentó una estrategia económica deliberada de deprimir salarios -aunque eso penalizara la demanda interna- con tal de ganar competitividad. Hubo analistas entonces que ya pronosticaron que no era esperable que un país sin demasiado componente tecnológico y con un gran peso de la demanda interna en su modelo tradicional de crecimiento fuese capaz de sustentar su relanzamiento sobre el exclusivo empuje de las exportaciones.

Ahora las posiciones se han invertido. España acumula seis trimestres con avances del PIB pero fundamentados sólo en el consumo e inversión internos. De modo que el problema sigue siendo el mismo: todo el impulso se está fiando a un solo componente. El sector exterior, y pese a que las exportaciones crecen desde 2009, lleva seis trimestres restando crecimiento en vez de aportarlo, según el Banco de España. Y aunque el saldo exterior por cuenta corriente (que suma más partidas) aún cerró en positivo en 2014 (1.201 millones), su superávit se desplomó el 92% en el primer año de crecimiento neto de la economía española desde 2008. Rafael Doméch, economista jefe de BBVA Research, dijo el día 3 que "el gran reto" de España es crear empleo sin aumentar sus débitos exteriores. Hoy la deuda externa (la segunda mayor del mundo y uno de los desafíos más colosales del país) no sólo no mengua, sino que sigue avanzando. En 2014 se amplió en otros 30.000 millones, hasta 1,003 billones, según el Banco de España.

Una economía que sólo es capaz de crecer y crear empleo endeudándose con el exterior y disparando sus importaciones no será viable. Evitarlo exigirá una revisión del patrón de crecimiento (el 30% del empleo creado en enero volvió a aportarlo como antaño la construcción), una apuesta por la innovación y la tecnología, una reforma empresarial (la gran omitida en el debate nacional, que todo lo fía a las reformas laborales) y un cambio en la escala de valores de una ciudadanía que ha interiorizado el consumo extranjero como atributo de prestigio y de ascenso social.

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