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Cambio en las políticas bancarias

Los tipos negativos ya están aquí

Las medidas excepcionales del BCE llevan a dos bancos alemanes a no remunerar a los grandes ahorradores y a cobrarles interés por depósito

Muchos manuales de economía deberán ser corregidos. La tesis de que las tasas nominales de interés del dinero no pueden ser negativas acaba de derrumbarse. Lo que se dijo que era imposible acaba de ocurrir.

Un pequeño banco alemán, el Skatbank, filial del banco cooperativo alemán VR-Bank Altenburger Land, aplica desde el día 1 tipos de interés negativos (0,25% anual) a los depósitos a un día de clientes privados con patrimonios superiores a 500.000 euros.

Esto, que parecía un hecho aislado, ya no lo es. Commerzbank, el segundo mayor banco alemán, y del que el Estado germano posee el 17%, anunció este jueves que también cobrará intereses a sus grandes clientes por admitirles depósitos confiados a su custodia. Se convierte así en el primer gran banco de la zona del euro en aplicar tipos negativos a determinadas cuentas de ahorro.

Yves Mersch, miembro luxemburgués del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), salió al paso el mismo jueves para tranquilizar a los impositores de los bancos europeos: aseguró que los tipos de interés negativos para los depósitos no se generalizarán ni alcanzarán al pequeño ahorrador. No hay ninguna constancia de que tal riesgo esté neutralizado. El 24 de octubre, el consejero delegado de Caixabank, Gonzalo Gortázar, dijo que la remuneración de los depósitos tiende a cero y no descartó que puedan llegar a ser negativos, aunque precisó que la banca hará lo necesario para evitarlo.

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De momento, y en contra de uno de los axiomas de la economía, las tasas negativas sobre el ahorro ya están aquí, lo que confirma la excepcionalidad de la crisis económica, que, siete años después de su estallido, y cuando en algunos países se anuncian signos esperanzadores y luces esperanzadoras de recuperación, sigue pulverizando tabúes y quebrantado dogmas, confirmando una vez más que la economía, incapaz aún de salir del atolladero, sigue adentrándose en lo que el FMI ha descrito como "territorios ignotos y desconocidos".

Que los bancos cobren a sus depositantes una tasa de interés supone una inversión en los términos de la lógica económica. El orden natural de las cosas indica que el prestamista cobra un interés -tasa positiva- al acreedor por confiarle su capital y que es el prestatario -el perceptor de ese dinero en préstamo- quien abona una tasa y asume -de ahí que se llama tipo negativo- la pérdida de riqueza que entraña el importe de los intereses. El interés del dinero se justifica como una remuneración necesaria al ahorrador por cuatro razones: como el equivalente al coste de oportunidad que entraña no emplearlo en otros fines inversores alternativos, como compensación por la renuncia al disfrute -gasto- de ese dinero durante el tiempo que lo tenga prestado y como cobertura de dos riesgos: el de impago por parte del acreedor en el momento del vencimiento y el de la pérdida del valor del dinero a causa de la inflación acumulada mientras lo tenga cedido. A la inversa, el prestatario acepta el abono de un pago por disponer y disfrutar de forma anticipada de unos recursos financieros antes de haberlos generado y se compromete, a cambio, a devolver una cuantía mayor: el importe prestado más el interés.

Si se generalizase la aplicación del interés negativo (el interés castigo como ya lo denominan en Alemania), los ahorradores, además de prestar su dinero al banco, pagarán por ello. Los teóricos habían sostenido hasta ahora que esto era inviable porque en ese caso los depositantes optarían por guardar el dinero en su casa y más en caso de deflación, un supuesto en el que el dinero se revaloriza sin necesidad de invertirlo.

La realidad indica que no es así. Por comodidad y seguridad, y más en sociedades muy bancarizadas, en las que todo el complejo sistema de cobros y de pagos está intermediado por la banca, esa posibilidad se debilita. De hecho, los titulares de cuentas de ahorro ya pagan hoy a sus bancos cuando les prestan su dinero. Con los tipos de mercado en el 0,79% o menos, la rentabilidad del ahorro a la vista no cubre el importe de las comisiones que cobran las entidades a sus impositores. El interés negativo del dinero sólo agudizará esta tendencia.

La lucha contra la crisis también perfora la barrera del "límite inferior a cero"

  • La banca justifica el cobro de comisiones como la remuneración de los servicios que presta al cliente, y lo mismo podría argumentar con la imposición de tipos de interés negativos en el futuro. Las comisiones bancarias eran desconocidas en España hasta fines de los años 80. Aquel fue un cambio en la gestión del negocio, y ahora podríamos estar en vísperas de otra mutación. Las políticas ultraexpansivas de los bancos centrales han inundado el planeta de liquidez, y la lenta y vacilante recuperación económica no atisba oportunidades de inversión ni genera suficiente demanda solvente de crédito. Ese embalsamiento del ahorro hunde los tipos, estrecha los márgenes de la banca y fuerza la migración del dinero hacia inversiones de riesgo: la recuperación de la bolsa, la caída de la remuneración exigida a la deuda pública y cierto repunte en el mercado inmobiliario tienen este origen. A ello se suma un escenario de riesgo deflacionario, lo que hace asumible tasas de interés ínfimas. Para romper el círculo vicioso del estancamiento y la desinflación, el BCE redujo las tasas oficiales de interés hasta el insólito 0,05% y desde el 5 de junio dejó de pagar intereses a las entidades financieras por depositar sus excedentes de tesorería en el eurobanco y comenzó a cobrarles por ello un interés que primero fue del 0,10% y ahora del 0,20%. Ningún otro de los cinco mayores bancos centrales del mundo había hecho algo similar. Los precedentes más conocidos son los del Banco Nacional de Suiza en los años 70, el de Suecia en 2009 y el de Dinamarca en 2012. El objetivo del BCE es forzar a la banca a que preste el dinero a la economía real, pero de momento la consecuencia ha sido que dos bancos alemanes han traslado esos costes a sus clientes de pasivo. Esto debería servir como incentivo para que los ahorradores opten por mover su dinero invirtiéndolo o gastándolo. La alternativa a esto es que el ahorrador acepte empobrecerse. La OCDE pidió en mayo al BCE que situara sus tipos en negativo para evitar la deflación. Y la Reserva Federal de EE UU calculó en 2013, con la Regla de Taylor, que se hubiesen precisado tipos del -5% para superar la crisis. Hasta ahora se creía que los tipos nominales negativos eran inaplicables. Es lo que se llamó el límite inferior cero de la política monetaria. A partir de ese suelo, se entendía que el único recurso para bajarlos era fabricar inflación, de modo que los tipos nominales del 0% pasen a ser negativos en términos reales. Pero cuando el BCE ya impone tipos negativos a los bancos y dos de ellos han empezado a aplicárselos a sus clientes quizá es porque esa barrera también acaba de ser perforada.

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