Desempleo, desánimo y expectativas
Más de 530.000 españoles dejan de buscar trabajo al creer que no lo van a encontrar - La tasa de empleo cae al nivel de 1999
LUIS GANCEDO
La Encuesta de Población Activa (EPA) y el paro registrado son las dos herramientas estadísticas que tiene España, al igual que la mayoría de los países desarrollados, para conocer con un grado de aproximación razonable qué está ocurriendo en el mercado de trabajo. Ambas suelen reflejar en ocasiones resultados de apariencia contradictoria que tienen mucho que ver, como tantas cosas en economía, con las expectativas de los ciudadanos.
Un primer ejemplo: que el paro aumente en un territorio en un momento determinado no es siempre consecuencia de que se haya destruido trabajo; a veces ocurre precisamente por todo lo contrario, porque se ha producido alguna oferta de empleo que ha movido a personas que estaban fuera del circuito laboral (estudiantes, amas de casa...) a inscribirse como demandantes, enviar currículum o intentar otras gestiones propias de quien busca ocupación laboral.
El ejemplo contrario: el desempleo puede descender en medio de una severa crisis económica como la actual porque la ausencia de expectativas lleva a parte de quienes estaban buscando trabajo a desistir de hacerlo. Es lo que los expertos llaman "efecto desánimo" y explica en parte resultados como los siguientes de la última entrega de la Encuesta de Población Activa: el paro bajó en el país en 2.300 personas en tres meses, a la vez que el número de ciudadanos con trabajo bajaba en casi 185.000.
Algo más de 530.000 españoles no tienen trabajo y no lo buscan porque, según las respuestas recogidas por los encuestadores de la EPA, "creen que no lo van a encontrar". Su número ha evolucionado del siguiente modo: a principios de 2008, justo antes de que la crisis llegara a la economía real, eran 214.000 personas en todo el país; en 2011, con José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno y después de tres años de gran recesión, llegaron a ser 450.000; el máximo, 570.000, se alcanzó el pasado verano, con Mariano Rajoy en la Moncloa.
Desde ese recuento del tercer trimestre de 2013, las cifras del desánimo han experimentado altibajos. Descendieron a finales de ese mismo año, hasta las 522.000 personas. Coincidió tras el repunte del crecimiento del PIB, que durante el verano había puesto fin a la recesión técnica de España y con el mensaje amplificado de optimismo que el Gobierno empezó a propagar, apoyado en la mejora de los indicadores macroeconómicos. En los inicios de 2014 quienes abandonaron la búsqueda de empleo subieron hasta los 530.100.
Pese a las expectativas de recuperación que la apuesta política por el optimismo pudo generar, la última entrega de la EPA indica, entre otras, dos cosas: que España como conjunto aún no ha empezado a recuperar empleo -se perdieron 80.000 ocupados en un año y el país ahondó su desindustrialización- y que si el paro ha disminuido -lo hizo en 345.000 personas desde inicios de 2013- ha sido en buena medida porque el desánimo entre los parados rebrotó. El de los jóvenes desempleados que están emigrando ante la falta de oportunidades dentro de España, el de los inmigrantes que retornan a sus países por iguales razones o el de aquellos que simplemente han dejado de buscar, pasando a engrosar las filas de los llamados "inactivos".
Lo que la EPA clasifica como "inactividad" comprende situaciones variopintas, todas de personas mayores de 16 años que están fuera del mercado laboral: jubilados, estudiantes, amas de casa e individuos que no encajando en ninguno de esos perfiles están disponibles para el trabajo pero han dejado de buscarlo. Todos esos "inactivos" son 15,6 millones, un millón más que antes de la crisis, y apenas 1,3 millones menos que los españoles que tienen empleo. Ese último dato remite a otra alarma que se está agravando: sólo trabajan 44 de cada 100 españoles que tienen más de 16 años, la peor tasa desde 1999. La gran recesión sigue cebándose, así, con aquella parte de la ciudadanía que financia el Estado a través del IRPF y que sostiene el sistema de pensiones.
Datos como ésos han desgastado las expectativas que trató de generar el Gobierno. Las ha intentado rearmar con el compromiso de recuperar 600.000 puestos de trabajo en dos años. Puede haber sonado a eslogan electoral en vísperas de los comicios europeos, pero que las promesas se pasen a números resulta muy útil para que los españoles formen su juicio sobre los resultados de la política económica de aquí a las urnas generales de 2015.
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