Lo siento por los que pusieron palos en las ruedas para evitar la salvación de Pescanova. Mi pésame a quien vaticinó una gran catástrofe cuando las negociaciones entre la empresa, los inversores y la banca evolucionaban bien y trataron de mandarnos mensajes apocalípticos y nefastos para la empresa y sus clientes. También lo lamento por quien, de forma intencionada, trató de hacer creer que el troceo de la multinacional sería un mal menor -para Galicia-, sin contarnos -habría quedado muy feo- que lo hacía porque así llenaba más el monedero. En realidad os digo que entiendo vuestro dolor. Pero, con la venia, déjenme que yo disfrute de la nueva etapa de nuestra Pescanova.