El G7 está de acuerdo en luchar contra la evasión fiscal mediante una "acción colectiva" y en avanzar hacia la reforma bancaria, aseguró el ministro británico de Economía, George Osborne.

Los ministros de Finanzas de Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia y Canadá concluyeron este sábado un encuentro informal de dos días al norte de Londres sin emitir un comunicado conjunto por lo que fue el anfitrión Osborne el encargado de presentar las conclusiones, sin grandes detalles.

La reforma bancaria, la lucha contra la evasión fiscal, una política monetaria intrínsecamente doméstica y la necesidad de la consolidación fiscal fueron asuntos sobre los que los siete países más ricos del mundo se mostraron de acuerdo durante su encuentro en un hotel de Aylesbury, en plena campiña inglesa.

También la percepción de que la economía mundial tiene mejores pronósticos que hace unos meses, pero que el crecimiento sigue siendo "inestable" y "no hay que dar por hecha la recuperación", insistió el canciller del Exchequer en rueda de prensa.

Pese al debate sobre austeridad y crecimiento que domina la política europea y las distintas percepciones de países como EEUU o Alemania, presentes en esta cumbre, el G7 mostró más coincidencia al respecto "de lo que se cree por lo general", según Osborne, que ha aplicado fuertes recortes en el Reino Unido.

"Todo el mundo piensa que tiene que haber una consolidación fiscal creíble a medio plazo", apuntó George Osborne, para quien, no obstante, hay que acometer los objetivos de austeridad "con flexibilidad".

Como deseaba la presidencia británica del G7, estos siete países, que suponen el 66 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, apoyaron la necesidad de "una acción colectiva" contra la evasión y la elusión fiscal.

Es "extremadamente importante" que los países recolecten los impuestos que les corresponden "de compañías e individuos", apuntó Osborne en clara alusión a las multinacionales que minimizan el pago de impuestos en las naciones donde generan beneficios mediante una serie de estrategias fiscales, centro de críticas en el Reino Unido.

Otro asunto analizado en el encuentro, al que asistieron cuatro gobernadores de bancos centrales, fue el papel de la política monetaria que, según reiteró el G7, debe ser dirigida por los intereses nacionales y no por un objetivo de manipular el mercado.

El Reino Unido había señalado el viernes que debe buscarse un mayor "activismo monetario", en referencia a un mayor papel de las entidades emisoras para promover el crecimiento y no solo luchar contra la inflación, pero el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dijo que no se le pidieron más esfuerzos.

"Está claro que todos los bancos centrales han hecho mucho, cada uno dentro de lo que establece su mandato", apuntó Draghi, que asistió al encuentro junto al comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Oli Rehn, y el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.

Como se esperaba, la necesidad de una reforma bancaria, aspecto que preocupa sobre todo en Europa, fue también debatido durante los dos días de encuentro, si bien George Osborne no ofreció apenas detalles.

"Es importante concluir nuestro trabajo para asegurarnos de que ningún banco es demasiado grande para dejarlo caer" y para "proteger a los contribuyentes", apuntó Osborne, que en todo momento eludió comentar las posiciones concretas de cada país.

Según Osborne, el G20, que integran las naciones ricas y las emergentes, es ahora "el principal foro económico para decidir las normas de juego globales".

Quizá por ello se eligió un formato informal para este encuentro del G7, algo que agradó especialmente al gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, que en verano será sustituido por el banquero canadiense Mark Carney, también presente en Aylesbury.

Al no haber obligación de consensuar un comunicado, los representantes financieros de los siete países más ricos del mundo pudieron estos dos días hablar con mayor franqueza y hacer "verdaderos progresos", según King.