Se tambalean las torres más altas. Los pilares que son sólidos por la mañana, se convierten en un instante en un hilo de humo que se corta ante el aliento más débil. Pescanova, que se convirtió en 2011 en el cuarto grupo pesquero más importante del mundo, padece desde algo más de dos semanas un vía crucis que sacude su estabilidad y rodea de interrogantes un futuro que siempre se presumió glorioso. Y fue eso, un soplido en medio de una crisis tempestuosa, lo que ha desencadenado una historia de deudas, guerras internas y de poder por manejar la compañía. El impago de 15 millones de una póliza sindicada, que supone el 1,31% de su facturación en los nueve primeros meses del año pasado, fue lo que desencadenó el caos en la multinacional viguesa.

¿Qué le pasa a la empresa?

Pescanova tiene un problema de liquidez. Trabaja y factura con normalidad, pero no genera suficiente cash para hacer frente a sus obligaciones con las entidades financieras y de funcionamiento: pago de intereses, de material, laboral... Tiene una deuda muy elevada, un 330% superior a su valor patrimonial, con lo que está en manos de los bancos para salir del atolladero. La empresa funciona en el ámbito económico, pero el pasivo (los préstamos) es cada vez más caro, lo que devora sus cuentas de resultados. Llevado a un terreno más mundano, la situación de Pescanova es la misma que tendría una familia que, con un volumen de ingresos que no disminuye, gasta más de lo que gana con préstamos a un tipo de interés inasumible para comprar una casa, un coche y una plaza de aparcamiento. O, si se liga al ámbito público, está en la misma situación en que se encontraría España si no fuera capaz de colocar deuda en el mercado.

¿En qué situación legal está la compañía?

La empresa celebró un consejo de administración el 27 de febrero, y un día después reconoció que no podría presentar sus cuentas anuales hasta que no vendiera sus activos acuícolas en Chile (Acuinova y Nova Austral) o no iniciase un proceso de renegociación de la deuda. Esto es, hasta ampliar el plazo de pago de su enorme hipoteca, como hace cualquier particular. ¿Qué hizo finalmente? Acogerse a una figura legal, el preconcurso de acreedores, que le permite tener cuatro meses para negociar con los bancos sin que ninguno de ellos pueda forzar a Pescanova a entrar en concurso (antigua suspensión de pagos). Según el Centro de Investigación de Riesgos del Banco de España (Cirbe), su deuda asciende a 2.500 millones, casi 1.000 millones más que los que reconocía tener.

¿Es una empresa solvente?

Los datos de facturación y beneficios -los conocidos, que son a cierre de septiembre de 2012- indican que sí. No obstante, Pescanova reconoce que sus datos de deuda bancaria no coinciden con lo que en realidad debe a las entidades. Resultado: genera desconfianza entre los inversores, sus socios y la banca, clave para reestructurar sus créditos y ganar oxígeno. Podría verse obligada a desprenderse de activos (una filial acuícola, por ejemplo) o a ampliar de nuevo capital para captar liquidez, tener dinero líquido. Esto tiene sus pros y sus contras. Del lado positivo, implicaría que Pescanova tiene la confianza de los potentados (empresarios, fondos de inversión) y tiene patrimonio del que desprenderse. Del negativo, que los nuevos socios -si se ampliase capital- reducirían el peso ya muy menguado de la representación gallega en la junta de accionistas. Podría dejar de ser gallega si quien o quienes tienen el control optasen por deslocalizar.

¿Qué postura tienen los bancos respecto a esta situación?

Son más de 40 los bancos que han prestado dinero a Pescanova. Ante la solicitud de preconcurso se han organizado para negociar conjuntamente con la multinacional para reorganizar el pasivo. "Es un problema grave de deuda a corto plazo, hay que llevarla al largo", explican desde la banca. Pero hay un problema, y es que no todas las entidades están igual de comprometidas con ayudar a Pescanova a solventar sus problemas. La extranjera (Deutsche Bank, RBS, HSBC, Rabobank o BNP) está "que trina" y "quieren marcharse" porque, sostienen las mismas fuentes, "les da igual que Pescanova siga o no siga". Por ahora hay buenas noticias ya que todos los acreedores han constituido un steering committee, un organismo formado por siete bancos (Banco Sabadell, Popular, NCG, Deutsche Bank, RBS y NCG) que liderarán las negociaciones con la empresa. Se reúnen este martes en Madrid, y han invitado a Pescanova a participar. Esto apunta que, en principio, hay disposición al diálogo.

¿Y cuál es el parecer del consejo de administración?

No se puede dar una única respuesta. La crisis interna ha partido en dos un órgano de doce componentes: los que confían en la gestión del presidente, Manuel Fernández de Sousa, y los que no. Del lado de los díscolos está, en primer lugar, el Grupo Damm, que preside Demetrio Carceller. Es su hermano, José, quien lo representa en el consejo de la pesquera con sede en Chapela. Poseen el 6,2% de Pescanova, lo que convierte al empresario catalán en su segundo mayor accionista. Desde la compañía acusan a Sousa de "ocultar información al consejo, al mercado y a la CNMV" (Comisión Nacional del Mercado de Valores), aunque no se refieren abiertamente a su intención de desbancar a Manuel Fernández de la presidencia. De parte de los Carceller está un fondo luxemburgués, Luxempart, que tiene el 5,837% del capital. Al menos la mitad de los consejeros son afines a Sousa, y el presidente tiene voto de calidad (vale doble) en la toma de decisiones. Este viernes Damm y Luxempart descongelaron la guerra fría entre ambas partes al acusar de mentir, vía CNMV, a Fernández de Sousa. Pescanova replicó y la crisis derivó en una guerra de comunicados entre la presidencia y dos de sus socios.

¿Y en la junta de accionistas?

Ese es otro cantar. Hace un año Manuel Fernández de Sousa tenía más del 23% de las acciones de Pescanova, pero ahora solo posee el 14,426%. Por tanto, su posición es débil respecto a otro grupo de socios como el Grupo Damm, Luxempart (ambos suman más del 12%) Silicon Metals Holding (de las Islas Caimán) o el fondo norteamericano Capital Research and Management. Los dos últimos suman más del 8% de la compañía. Con la salida de las cajas gallegas del accionariado (llegaron a consolidar una posición de más del 30% en Pescanova) y las ventas de títulos de Sousa la tarta de accionistas evidencia que la multinacional se concibió como una empresa familiar que, en realidad, es un panal de miel que atrae muchas moscas.

¿Fernández de Sousa tiene garantías de continuidad al frente de la empresa?

No. Los estatutos fijan que el mandato de consejero expira a los cinco años, aunque puede ser renovado. En su caso debería ser revalidado en el cargo el 23 de abril, fecha en que caduca su puesto, pero podría ser despojado del mismo por el resto de consejeros o por la junta de accionistas, que previsiblemente se celebre en junio. Contrariamente a lo que se ha publicado, y según pudo confirmar FARO, la banca no habló esta semana de reclamar el cese de Sousa para renegociar la deuda de la compañía. En el seno de la empresa consideran que el actual presidente es "necesario" para reconducir la actual situación, toda vez Pescanova cuenta con una extensa red de filiales, participadas y joint ventures (proyectos asociados con otras firmas) que él conoce a la perfección por su gestión "personalista" de la multinacional.

¿Qué dice la CNMV?

El regulador bursátil ha abierto una investigación contra Pescanova por presunto "abuso de mercado". ¿Qué significa esto? Pueden ser dos cosas. O bien que hubo "manipulación" contable "o uso de información privilegiada" para la compraventa de títulos, que acumulan una caída del 57,82% desde el 1 de enero. La CNMV ha requerido, además, que presente las cuentas del segundo semestre de 2012 "a la mayor brevedad posible", tarea en la que trabaja la auditora BDO. Contrariamente a lo que apuntan desde el entorno de la multinacional, BDO asegura que no ha sido amonestada por no detectar el desfase contable y agrega que terminará su labor "cuando Pescanova entregue toda la información". Lo cierto es que, al margen de esto último, sí se registraron movimientos extraños en la compañía antes y después de solicitar el preconcurso. Su presidente se desvinculó de la administración de varias filiales, un broker del Banco Sabadell se desprendió de miles de acciones dos días antes y Luxempart vendió parte de sus bonos convertibles. En pleno preconcurso, un fondo con sede en un paraíso fiscal, Fidelity, declaró tener más del 1% de Pescanova.

¿Cuál es el futuro inmediato de la empresa?

Existen dos respuestas: lo que va a suceder de forma imperativa y las medidas que pueden tomarse, que son varias. Inexorablemente, Pescanova dispone de plazo hasta el 1 de junio para renegociar con la banca y blindarse así frente a una demanda de concurso por parte de cualquier acreedor. El torniquete financiero que tiene en sus cuentas -que le impidieron hacer frente al pago de 15 millones de un préstamo sindicado (con más de 20 bancos)- debe resolverlo de urgencia para recuperar la normalidad y no incurrir en impagos. Fuentes de la banca aseguran que acumulan impagos de la multinacional desde hace algo más de dos semanas. En este sentido volvemos a la explicación del principio: Pescanova trabaja con normalidad y factura mucho dinero, pero lo que genera por su negocio en pesca extractiva, acuícola y por la comercialización no le basta para cubrir los gastos. Esto implica incurrir en cash flow negativo, algo corriente en muchas empresas, pero que en el caso de Pescanova es un problema que se antoja estructural. ¿Por qué? Porque esta empresa se expandió de forma desmesurada desde los noventa, y lo hizo con dinero ajeno (préstamos, de ahí que hablemos de una empresa apalancada financieramente). Mientras sus plantas acuícolas no funcionen a pleno rendimiento y cubran los costes de los préstamos, a Pescanova se le hace necesario alargar el plazo de devolución de su deuda y que los pagos sean más asequibles.

¿Cuál es el papel de la administración pública frente a la crisis de Pescanova?

Sus problemas de liquidez, la investigación de la CNMV o el preconcurso han desatado numerosos mensajes de apoyo por parte de la administración gallega y estatal. Ayer mismo, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, confió en que la multinacional solucione su situación económica y vuelva "la que habíamos conocido siempre, con empleo y con el nombre de Galicia". En el seno de la empresa se apunta a que las instituciones públicas no están haciendo "nada".