La sombra de la crisis tiene luces rojas. Es el color que tiñe la mayoría de los indicadores de actividad económica de España. El monstruo de la quiebra bebe de la recesión, la catarsis bancaria, el desempleo y la caída de los ingresos. Un país, como una empresa, entra en suspensión de pagos cuando no puede hacer frente a sus obligaciones. Esta es la teoría. La práctica tampoco es desconocida para nuestro país, que ya quebró en varias ocasiones a lo largo de la historia contemporánea. En total fueron trece las veces que España entró en default (versión inglesa de quiebra), la mayoría de ellas en el siglo XIX y ante la imposibilidad de pagar las deudas contraídas con el exterior, y solo Francia suspendió pagos en más ocasiones.

Acostumbrados a la comparación con Grecia, la bestia negra de la eurozona, lo cierto es que este país no ha entrado en impago tantas veces como el nuestro. Desde su independencia del Imperio Otomano en 1829, Grecia quebró cuatro veces hasta 1893. Hasta esa fecha España ya se había anotado los trece defaults que atesora a día de hoy y que la elevan a la primera posición del ranking de economías fallidas. Según un estudio de Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff, los episodios de quiebra están vinculados a un mayor movimiento de capital entre diferentes países. La deuda y los episodios bélicos y postbélicos, que generan caída de la actividad o paro, nunca se han llevado bien.

La política antidéficit de Felipe II

La primera quiebra documentada de España data de 1557. En ese momento Inglaterra ya había entrado en bancarrota dos veces. El reinado de Felipe II, de los Austrias, fue especialmente prolífico a la hora de sumar catástrofes económicas. Durante sus cuarenta y dos años de reinado España se fue a la quiebra tres veces. ¿Por qué? Los costosos gastos de la corona española, sumado a un incremento progresivo de la presión fiscal a los ciudadanos, acabó por colapsar completamente la economía española. Se generó un déficit inabarcable que provocó, además de la quiebra en España, la suspensión de los pagos a las tropas imperiales de Felipe II. Airados por la situación, los soldados saquearon Amberes en un episodio que recibió el nombre de "furia española". De nada sirvió que los robos fuesen acometidos por mercenarios alemanes. En 1572 la inflación registró un pico del 65,8%. La moneda oficial, el maravedí, se devaluó más de un 60% durante el mandato de un rey al que se le llamó El Prudente.

Europa exporta problemas, también en 1627

No terminaron los problemas tras la muerte de Felipe II. Su sucesor, Felipe III, firmó otra quiebra en 1607. Es cierto que los problemas venían de antes, como suscribe el historiador Murray Rothbard. El reinado de El Piadoso intentó reconducir las melladas cuentas públicas, pero los conflictos –como la expulsión de los moriscos no ayudaron nada. Rothbard insiste en que la idea de un siglo esplendoroso, el XVI y principios del XVII, están "equivocados". Los problemas con los Holandeses, y su posterior desvinculación de España, no hicieron sino trasladar el punto de gravedad financiero de la Unión Europea al centro de Europa. Allí sigue cuatro siglos más tarde. Tras la muerte de Felipe III llegó el IV, quien firmó otras dos quiebras. El 31 de enero de 1627 llegó la quinta quiebra española. Los raquíticos ingresos, sumados al estado de las cuentas por la Guerra de los Treinta Años, precipitó el desastre. Volvió a devaluarse la moneda y se subieron de nuevo los impuestos para pagar la factura del conflicto.

La revolución francesa y los conflictos con Napoleón

Entre los años 1500 y 1799 la moneda española se devaluó en más de un 65%. La Revolución Francesa no sentó especialmente bien al sistema económico instaurado de manera más o menos generalizada por Europa. En 1809 volvió a entrar en quiebra la economía española, y volvería a suceder en 1820 bajo el reinado de Fernando VII. Según las estadísticas, no todo fue culpa de la gestión del monarca. Entre 1820 y 1840 al menos la mitad de las economías mundiales entraron en bancarrota. El periodo de posguerra tras los ataques de Napoleón hicieron mella a las arcas públicas de numerosos estados. En 1820 dio comienzo el llamado trienio liberal del reinado de Fernando VII tras su periodo absolutista: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional". Los conflictos, con varias sublevaciones y pronunciamientos, deterioraron aún más la economía. Reinhart y Rogoff atribuyen esta quiebra a "las guerras civiles" que se

Sin coger el tren de la industrialización

Antes de morir, en 1831, el monarca Fernando VII alumbró otra quiebra. Las razones, según esgrimen los expertos, fueron las mismas que con las dos bancarrotas anteriores. El sistema económico estaba tan deteriorado que cualquier "fluctuación" a nivel internacional terminaba por resultar letal. Entre 1831 y 1872 España volvería a claudicar otras cinco veces. Aunque se instalaron líneas ferroviarias por varios puntos del Estado, la educación y la industria estaban en tan mal estado que no actuaban de motor económico. El reinado de Isabel II se topó con la primera guerra carlista, y tenía enfrente a otras economías más potentes que sí se subían al carro de la industrialización. Entre 1867 y 1872 el 20% de las economías mundiales analizadas también cayeron en la bancarrota. Este porcentaje volvería a dispararse a finales del siglo XIX. En ese momento se produjo una crisis bancaria en Perú y un default masivo en México y una crisis financiera en Estados Unidos.

La última (hasta ahora) quiebra española

La de 1882 fue la última quiebra de España, hasta la fecha. Como explica Miguel Tuñón de Lara en el libro La España del siglo XX, a finales del siglo XIX había más impedimentos que impulsos al desarrollo industrial en España. "No había transformado sus viejas estructuras agrarias", comenta. "El 2% de propietarios seguían poseyendo el 47% de tierras cultivadas". Existían más rémoras al crecimiento tras haber heredado una economía deficitaria, sin productividad y con salarios muy bajos. El verdadero desarrollo económico no llegaría hasta la entrada de capital extranjero en España y el músculo de la banca, continúa Tuñón. La última quiebra, más significativa por ser la referencia más reciente de una bancarrota, se produjo antes de la pérdida de Cuba. La poca estabilidad del Gobierno español, que no se asentó hasta la llegada de Cánovas del Castillo, tampoco benefició a las empresas y trabajadoras. El Estado aún tenía poco peso en el conjunto de la economía.

Cancelación de pagos durante la Guerra Civil

Lo acontecido entre 1936 y 1939 no se ha considerado por parte de los académicos como una bancarrota o quiebra. El golpe de Estado del 36 dio inicio a una Guerra Civil dura y sangrienta. En territorios como Galicia no hubo apenas enfrentamiento armado, solapado por la represión. Durante esos tres años se suspendió el pago de intereses de la deuda externa, paralización que también afectó a las partidas dispensadas por el Estado a los ciudadanos. Los expertos atribuyen la no inclusión de este periodo dentro de las bancarrotas de España –que sumarían catorce episodios – por el contexto bélico, que vino sucedido por una larga dictadura bajo el mandato de Francisco Franco. También en Europa la economía se apagó para centrarse en la Segunda Guerra Mundial, tras la cual Alemania recibió ayuda de Grecia. Apoyo financiero que, por cierto, fue cancelado en la reunión de Londres de 1953. La delegación germana rogó a sus socios la

condonación de su débito.