Un voto de confianza para empezar: es absolutamente improbable que España se vea inmersa en un rescate financiero como el de Irlanda. La crisis del “tigre celta” tiene mucho que ver con el estado comatoso de su sistema bancario, completamente contaminado por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y con sus balances repletos de activos tóxicos. “Si no fuera por su sistema bancario Irlanda no necesitaría la intervención, pero este está colapsado y lo que buscan la UE y los organismos internacionales es limitar el contagio a otros países”, opina Vicente Pallardó, director del Observatorio de Coyuntura Económica Internacional de la Universitat de València, para quien las entidades financieras españolas están muy lejos de afrontar una situación de urgencia como la irlandesa.

Iván López, vicedecano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de A Coruña, también remarca que España e Irlanda no son comparables. “Yo soy de los que creen que no están en las mismas circunstancias. Hablamos de realidades diferentes”, asegura.

Tampoco los problemas de la deuda soberana parecen augurar una hecatombe, opina Pallardó. “El programa de corrección y ajuste del déficit es razonable. España se había diferenciado de Grecia, Portugal e Irlanda. Insisto en que el escenario es improbable”.

Entonces, ¿dónde está el problema? Para el profesor López “el principal problema de España viene del lado del déficit público y de las dificultades que va a tener para ser ajustado debido a las pensiones. También el problema del paro va a afectar. Va a ser muy difícil reducir el déficit como ese está pidiendo. Bajar al 3% en un par de años va a ser complicado”. Iván López también destaca que ha habido años en los que el déficit español ha estado por encima del 3% y no ha pasado nada.

Hecha la salvedad, se plantea la hipótesis, ¿qué pasaría si España tuviese que ser intervenida como Irlanda o Grecia? “Es una pregunta más difícil”, reconoce Iván López. “Aún no sabemos qué va a pasar con Irlanda y eso que hablamos de una economía cuatro veces más pequeña que la española”, explica. De todas formas, el vicedecano de Económicas de la Universidad de A Coruña destaca que “serían unos ajustes fiscales duros que es lo que se le está pidiendo a Irlanda: reducción del gasto público y aumento de ingresos”. En este último caso, el profesor asegura que aún hay margen para una subida del IVA, para aumentar el impuesto de la renta y para rebajas de sueldos a los funcionarios.

De la misma opinión es Pallardón quien cree que una intervención de la economía española “supondría un programa de ajuste más severo del que se está produciendo hasta ahora. En dos ámbitos: fiscal y de reformas estructurales”. Pallardó cree también que una intervención a la irlandesa obligaría al Gobierno española a aplicar ajustes adicionales que implicarían necesariamente más recortes de gasto y subidas de impuestos. Además, los organismos internacionales, que en la práctica tomarían el control de la gobernanza económica del país, forzarían una profundización de reformas en el mercado laboral, en las pensiones y en otros ámbitos de la administración pública, liberalizando mercados y prestaciones públicas, y acelerarían una segunda ronda de reestructuración en el sistema financiero. Las consecuencias: “Supondría un recorte adicional del nivel de vida a corto plazo y se retrasaría la recuperación”. En definitiva, la población española se vería abocada a un mayor empobrecimiento y el país se asomaría un poco más al precipicio de una década perdida, al estilo japonés.

La Unión Europea

¿Y qué pasaría con la Unión Europea y con el euro? Un durísimo golpe a la confianza. El programa de rescate europeo no alcanza el billón de euros. El fondo está compuesto en principio por 460.000 millones de euros, otros 60.000 millones adicionales y la posibilidad de más recursos. Pero España no es Irlanda, en el sentido de que su rescate sería mucho más costoso. “Ese dinero tiene que ser captado en los mercados y hay que tener en cuenta que España pasaría de ser avalista a ser solicitante, debilitando la capacidad de captación del fondo”. Pallardó cree que el contagio sería entonces masivo y perjudicial para la estructura económica y monetaria de la UE, razón por la que los países de la eurozona harían todo lo posible por sostener la moneda. “Lo contrario sería un desastre”, señala el profesor de la Universitat de València. “Con un rescate de España se retrasaría toda la recuperación de la eurozona. Esta es la razón por la que se ha intervenido a Irlanda, para evitar el contagio”, explica.

Lo que es evidente es que a ningún país de la UE le interesa la quiebra de uno de sus socios. La adhesión no permite ni la expulsión ni el abandono voluntario. Ayer fueron muchas las instituciones y gobiernos, desde Bruselas a Berlín, que salieron en tromba para dejar claro que España no es Irlanda. El problema es que la UE no es EE UU, donde existen mecanismos automáticos de respuesta ante la crisis financiera de uno de sus estados, como pudiera ocurrir con California, cuyas cuentas públicas están muy deterioradas. En Europa no hay ese mecanismo fiscal. De ahí que la UE esté debatiendo medidas de control y sanciones que van desde la retiradas de derechos políticos hasta limitaciones en el reparto de fondos.