Le gusta más escuchar que hablar y el mar infinitamente más que la tierra, donde nunca ha sabido vivir. Y es que, según sus cálculos, sólo habrá pasado en tierra firme cuatro o cinco de los casi cincuenta años de mareas que lleva encima y en los que se ha ganado la categoría de referente, casi mito, de la flota pesquera española. Su nombre, Lázaro Larzábal (Donosti, 1935), es sinónimo de pesca pero, sobre todo, de bacalao. No en vano mantiene aún el récord del sector por las 1.700 toneladas de bacalao salado (el equivalente a 4.000 de fresco) logrado en Terranova.

"No sé vivir sin el mar", reconoce mientras repasa su vida en su actual "casa" en el Monterreal Club de Yates de Baiona, a donde sólo su pequeña hija le mantiene atracado. Su hogar a flote es un hermoso velero rojo y negro de 14 metros, el "Itxas Ertz" (esquina del mar, en euskera, o, lo que es lo mismo, horizonte), con el que ya ha recorrido 35.000 millas náuticas desde 1985, ha cruzado cuatro veces el Atlántico y ha navegado el Caribe en solitario "porque es en el mar donde soy más feliz, comiendo lo que pesco y descubriendo cada día algo nuevo". En el pantalán atiende sin replicar los consejos de seguridad ante los avisos de tormentas de nombre desconocido para quien dos veces capeó sin daño ni temor temporales con vientos de 95 nudos o, en clave terrestre, 200 kilómetros por hora.

Sin desconfiar del peligro que le anuncian, se limita a comentar "ciclogénesis explosiva, ¡vaya!". siempre hay algo que aprender". La noche anterior había sido difícil. El mar se movía indómito bajo su cama pero los temporales en puerto no son suficientes para desvelar a un hombre acostumbrado a dormir "siempre con un ojo abierto" y al que es la calma la que le produce insomnio. "Para mí, estar a la capa era lo mejor, el momento de descansar, porque no se podía pescar", asegura Larzábal, cuya vida de duro trabajo, aventura y sabiduría del mar le ha hecho, incluso, objeto de biografías como la que prepara la investigadora vasca de origen gallego Rosa García Orellán, o de reportajes como el que le dedicó National Geographic.

Y es que Lázaro Larzábal ha entrado por méritos propios en la historia de la pesca española, a la que llegó por tradición familiar. Nieto e hijo de pescadores de arrastre y bonito en Ondárroa, se compró su primer barco siendo aún niño y fue también el alumno más joven en los exámenes de 1952 en la escuela náutica de Pasajes. A los 17 años ya era segundo patrón, aunque por su singular pericia para la pesca le tenían al frente de tres boniteros.

Fue, precisamente, persiguiendo bonitos cómo conoció, con 17 años y "con un barco de 100 caballos y ni un salvavidas" la Ría de Vigo, precisamente donde hace dos años se retiró de la pesca profesional tras el desguace de la última de sus parejas, los "León Marco".

Siguiendo con su relato recuerda que fue el cansancio por el duro trabajo en los boniteros y arrastreros de su juventud –"sólo descansábamos 48 horas a fin de mes"–el que le llevó a aceptar la oferta de su amigo Ángel Aldarondo para probar con el bacalao con barcos de la entonces potente compañía coruñesa Pebsa y desde entonces, ése fue su mundo. Su norte, Terranova y el Ártico.

"Siempre se me dio bien la pesca, no sé por qué, quizás porque soy intuitivo y atrevido, que es lo que se necesita en este oficio, además de saber tratar con la gente", asegura en referencia a la importancia de saber gestionar la vida bordo con más de 50 hombres –más de 100, en el caso de capitanear parejas–, cuestión no siempre fácil. "Algún mérito debía tener, porque en una ocasión incluso un armador de Vigo me pidió que fuese a Malvinas a sofocar un problema de personal a bordo y lo logré".Y no sólo eso sino que, incluso, pese a ser su debut en el caladero atlántico, logró la descomunal captura de 1.200 toneladas de calamar.

En el currículum de Larzábal figura también su condición de profesor en la escuela náutica de Ondárroa, donde preparó para el oficio a 75 patrones, "la mayor parte de ellos, gallegos".la medalla de oro de Salvamento de Náufragos en 1963, por el rescate (lanzándose a un mar de temporal) de dos marineros del mercante "Valle de Mena", siniestrado a 100 millas de Pasajes, o haber sido dos años guardaespaldas del ministro de Marina franquista Salvador Moreno por sus magníficas marcas en los campeonatos militares de 1955.

En el mar de la pesca, sus números impresionan, pero es seguro que no se podrán repetir. Su flota, asegura, se está acabando. Faltan cuotas y sobran gastos.

Después del repaso a su singular vida, Larzábal vuelve a "casa". Su "esquina de mar", convulsa por el temporal en puertas, requiere atención.