Sólo hay que visitar el pantalán de Bouzas, en Vigo, único en España dedicado a las embarcaciones tradicionales, para entrever esa cultura marítima que hace de Galicia la comunidad más rica en patrimonio histórico flotante. Qué tiempos de vela aquellos de la gamela coruxeira en la ría viguesa; de la dorna en la de Vilagarcía; de la buceta, en Muros y Noia; de la xeiteira, cuyo último ejemplar se rescató del fango, en Lira y Carnota; de los trincados, en A Coruña y Ferrol... Memoria de los tiempos de aquellos galeones que, por las malas comunicaciones en tierra, se utilizaban para el transporte de orilla a orilla de víveres, madera, ladrillos, arena... o, los pequeños, para traer la sardina desde los pesqueros de mayores proporciones hasta el puerto. ¿Y aquella ruta de la sal que hacían los pataches? ¿Y aquellos pailebotes? Desde los diminutos faluchos de Bouzas hasta los bergantines, por las rías o sus aguas exteriores se movía antes del motor todo un mundo flotante cuya diversidad de formas surgía de la adaptación a las características de cada microespacio pesquero. Nadie como Galicia la tenía y nadie como Galicia la conserva hoy.

¿Por qué su conservación? Víctor Fernández y Braulio Puga, presidente y secretario de la Federación Galega pola Cultura Marítima e Fluvial, referencial incluso a nivel europeo, lo tienen claro y exhiben dos razones fundamentales: "En primer lugar, por identidad cultural. Nacimos junto al mar. Nuestra cultura de beiramar ha condicionado nuestras creencias, juegos, oficios, nuestro modo de vivir, de ver la vida e incluso morir. Esas embarcaciones son nuestro patrimonio flotante; hay que ponerlo en valor, recuperarlo, reivindicarlo",

Hay una segunda razón que ambos explican, menos sentimental, subjetiva, identitaria y con mucha carga de presente: "En estos momentos –dicen– se habla en todas partes de turismo sostenible, no masificado, respetuoso con el medio. Los modelos actuales van hacia un turismo cultural que busca la tradición de cada pueblo que visita, al que no le preocupan las horas de sol o el precio de las copas. Nosotros esto no lo estamos inventando sino que hemos ido a otros países que han pasado por la crisis pesquera y lo están rentabilizando".

Mientras en Francia, Holanda y países nórdicos este modelo turístico está muy desarrollado y un ejemplo de ello es la Fiesta de Brest, en Francia, la mayor concentración del mundo de barcos tradicionales. En España se camina con mucho retraso. Y es una paradoja.

Una paradoja

"Es una paradoja –cuentan– porque Galicia es la comunidad de la península ibérica donde está más desarrollada esta cultura con mucha diferencia: en la que hay más embarcaciones, más asociaciones, más militantes del patrimonio histórico y más capacidad para lograr nutrida participación en convocatorias. Prueba de ello es que en esa concentración de Brest, somos el único país que no es Estado que ha sido invitado como tal. Se hizo en reconocimiento al trabajo realizado para recuperar este patrimonio. Somos los únicos miembros de pleno derecho en el European Maritime Heritage y quienes representamos a España".

Cuarenta y cinco asociaciones trabajan en Galicia, desde la Real Cofradía da Dorna de Ribeira a la de Marineros Artesanales de Bouzas, pasando por la de Barcas do Minho, Amigos da Dorna de Portonovo, la de Gameleiros Asodiña, la de Lanchas do Sil..."Allá en Brest muestran sus barcos grandes con orgullo, pero se admiran cuando llegamos nosotros con todo un arsenal de diversos tamaños".