Teléfono en mano y mirada fija en la pantalla del televisor por si aparecían novedades. La tensión se instaló ayer en los hogares de los familiares y amigos de los cuatro marineros de la comarca pontevedresa del Val MIñor que se encuentran a bordo del Alakrana: Pablo Costas Durán, Joaquín Fernández, Ricardo Blach, el patrón, y José MaríaGonzález García. Sus sentimientos se debatían entre la angustia y la indignación. La ansiedad, por el temor a que los piratas hagan daño a sus seres queridos; y la rabia, porque los ataques ya no son novedad. "Esto se veía venir y no se han puesto los medios necesarios para evitarlo", repetían.

Silvia Albés, la mujer de Pablo Costas Durán, natural de Panxón y residente en la parroquia de Mañufe, en Gondomar, incidía en la falta de seguridad a bordo de los atuneros. "Esto no es nuevo. Estaba visto que iba a ocurrir. Ya tuvieron un intento de secuestro hace tres semanas", recalcaba indignada. Su cuñado Antonio, hermano de Pablo que también forma parte de la tripulación del atunero, la interrumpe para aportar su reivindicación al respecto: "Es que tendrían que embarcar a militares. A los franceses, desde que llevan soldados a bordo, ni se les acercan los piratas. Si los españoles también lo hiciésemos, estaríamos seguros, y ahorraríamos dinero en fragatas y aviones. Y si la ley no lo permite, que la cambien", sentenciaba.

Además de denunciar la situación, Silvia no podía evitar preocuparse por su marido. Cuando se enteró de la noticia por la mañana, se derrumbó. Pablo sólo lleva un año y medio embarcado y esta era la última campaña que iba a realizar. "Yo nunca quise que se marchara y, cuando les intentaron abordar a principios de mes, ya le dije que no volvería jamás. Ahora nos encontramos con esto", comenta angustiada. "Lo peor es el susto que ellos se hayan podido llevar y los días que tengan que estar en esta situación sin poder comunicarse con nosotros. Yo sólo pido que me lo traigan para casa y bien", apunta emocionada. El hecho de no poder oír la voz de su pareja, inquieta a la joven, aunque entiende que los marineros estarán todavía más nerviosos allá. "Incluso nos han recomendado no llamar ni enviar correos electrónicos para no colapsar la comunicación por Internet. Algunos compañeros del Playa de Bakio explicaron que los piratas mantuvieron una línea telefónica durante su retención en mayo de 2008. Cuando oían sonar el teléfono se ponían muy nerviosos al pensar que podían ser familiares intentando contactar", recalca.

Mail tranquilizador

Tanto Silvia como su cuñado, Antonio, lograron tranquilizarse al mediodía. Y es que la mujer de Pablo Costas recibió llamadas de representantes del Gobierno vasco y de la empresa que gestiona el pesquero informándole en todo momento de los pocos datos existentes. En una de ellas, le confirmaron que habían recibido un mail del capitán del barco para informar de que todos se encontraban bien. Un alivio. "Me gustaría agradecer especialmente el comportamiento de la empresa porque nos está informando de todo y de forma muy humana. Ellos tampoco saben nada. Nos indican que hay que esperar a que el barco llegue a tierra, en torno a mañana –hoy– por la noche ", apunta en casa de su cuñado Antonio, quien debería dar el relevo a Pablo el próximo día 20 para comenzar una nueva campaña después de cuatro meses de vacaciones. Ahora desconoce cuándo va a regresar al mar. Antonio mira al infinito con resignación cuando se le pregunta si tiene miedo a volver. "¿Y qué hago si no? Tal y como están las cosas, sería casi imposible encontrar otro empleo. Llevo 12 años en faenando en el Índico y tengo 35. No hay alternativa", dice.

En similar situación se encuentra Paulino Veiga, también vecino de Baiona. Lleva 24 años en los atuneros y observa el episodio desde casa porque se encuentra de descanso desde hace un mes. No obstante, recuerda con amargura el primer intento de secuestro del Alakrana, hace unos tres meses, al que le siguió otro hace tan sólo tres semanas. "Entonces conseguimos escapar porque hacía mal tiempo y las zódiac de los piratas no pueden acelerar tanto con el viento en contra. Ahora, con la llegada de la calma a la zona, estamos vendidos. Va a haber muchos más secuestros en los próximos meses. Estoy seguro. Hasta que nos pongan militares en los barcos no se va a resolver. No hay escapatoria", relata sin apartar el oído de los informativos para saber algo de sus compañeros.

La noticia mantiene alerta a toda la comarca, especialmente a la localidad de Baiona, que ya sufrió una situación similar hace una ño y medio con el Playa de Bakio.