Las dos ciudades, Hanoi al norte y Ho Chi Minh al sur, ofrecen una estampa similar, con el denso trafico dominado por una nube de motocicletas y automóviles, plagadas de restaurantes, comercios y, también, marcadas por notables desigualdades sociales.

Hanoi, la antigua capital de Vietnam del Sur a la que sólo los burócratas llaman Ho Chi Minh, continuaron enfrentadas durante la posguerra y a pesar de la reunificación en 1975.

Tras la contienda, el poderoso Partido Comunista de Vietnam, que de hecho es el que manda, persiguió con ahínco consolidar su control sobre el sur del país y borrar cualquier influencia que pudiera haber dejado atrás la presencia estadounidense.

De hecho, hasta hace muy poco uno de los lemas preferidos de la cúpula del partido, era "la unidad nacional es el ingrediente clave del desarrollo económico de Vietnam".

El país, al igual que la vecina China, ha liberalizado desde la desaparición de la Unión Soviética, muchos sectores de su economía, aunque el partido mantiene el férreo control político.

"Con la llegada del desarrollo económico en los años noventa, los vietnamitas compraron electrodomésticos y cambiaron la bicicleta por la motocicleta; y cada vez más automóviles", dijo a Efe Tran Phi Hoang, un ex funcionario de unos 60 años residente en Saigón.

Hoang, que vivió los duros años de la posguerra, admitió que el capitalismo ha mejorado la calidad de vida de muchos vietnamitas, incluida la de las decenas de miles que trabajan en las fábricas montadas por las multinacionales, atraídas por abundante mano de obra barata y disciplinada.

En su opinión, la rivalidad política entre el norte y el sur de Vietnam, se ha diluido durante los últimos años con la gradual apertura del país hacia el exterior.

"Los extranjeros critican la falta de libertad en Vietnam, pero los problemas de los países siempre son más complejos", apostilló Hoang, graduado en Economía Agraria por la Universidad de La Habana (Cuba).

Tras la victoria comunista en 1975, los dirigentes iniciaron el proceso de reconciliación entre el norte, más atrasado y fiel al socialismo, y el sur, más próspero y con un gran número de adeptos al bando perdedor.

Sin embargo, el intento fracasó cuando el nuevo régimen favoreció a los ex soldados y simpatizantes comunistas e internó a muchos miles de sureños en los campos de "reeducación".

Durante los años de aislamiento internacional en los que Vietnam recibió de Moscú una continua inyección de fondos para poder mantener artificialmente la economía a flote, el régimen de Hanoi trató de equilibrar sin éxito el desarrollo económico del norte con el sur.

Pero la reducción de ese desequilibrio entre las dos Vietnam se mantuvo hasta que a finales de la década de los ochenta, se secó el manantial financiero soviético, y el partido comunista consintió abrir gradualmente la economía del país.

A pesar de los nuevos polígonos industriales, la proliferación de negocios y el auge del turismo, la antigua Saigón todavía conserva cierto aire colonial en sus calles y algunos edificios, como el Palacio de la Ópera, o la Catedral de Notre Dame.

La capital, bombardeada durante la guerra, ha tardado en recuperarse y en colocarse a un nivel de desarrollo casi similar al de Saigón, y es hoy la ciudad preferida por los cerca de cuatro millones de turistas que el país indochino recibe anualmente.

Casi a todas horas del día, vietnamitas y extranjeros se retratan en el mausoleo levantado en el centro en honor de Ho Chi Minh, proclamado el héroe de la revolución socialista, o en la antigua cárcel de Hao Loi, conocida como "Hanoi Hilton", donde han dedicado una celda a su más famoso prisionero del guerra, el ex candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, el senador John McKain.