Aroma, sabor... e imagen. El mercado mundial del vino está saturado de marcas -sólo en la D.O. Rías Baixas hay mas de trescientas-, algunas de ellas muy parecidas, y alcanzar el éxito resulta cada vez más complicado. Conscientes del peso de la competencia, las grandes bodegas gallegas -algunas ya en manos de capital foráneo- han comenzado a potenciar la imagen de sus productos porque sólo con la calidad de sus caldos ya no basta. Un diseño de las botellas más atractivo y versátil, etiquetas serigrafiadas en el propio cristal o el uso de tinta termosensible para que los consumidores sepan a qué temperatura exacta ha de tomarse el vino son algunas de las innovaciones planteadas por los bodegueros gallegos en los últimos años. Se trata de ideas transgresoras, consejos de profesionales o iniciativas propias, pero que ya son imitadas fuera de las fronteras españolas. La imagen ha pasado a un primerísimo primer plano y absorbe ya más de un tercio del gasto de las bodegas gallegas.

Los pioneros en reivindicar el papel de los caldos de las Rías Baixas, Mariano Peláez, fundador de las bodegas de Marqués de Vizhoja, en Arbo, y Santiago Ruiz, creador de la que lleva su nombre en O Rosal, fueron también los primeros en cuidar con todo detalle la presentación de los vinos, empezando por la botella y la etiqueta. "Mi padre fue un visionario que ya era consciente de la importancia de la imagen en aquellos tiempos", resume Rosa Ruiz, hija de Santiago Ruiz y responsable de las bodegas. "Lo tenía muy claro: cristal blanco que mostrase el color del vino y una etiqueta del mismo color con historia familiar y que otros trataron de imitar después", recuerda. La imagen no es otra cosa que un mapa de O Rosal que la hija mayor de Santiago Ruiz, Isabel, había dibujado en los años sesenta para indicar a los invitados a su boda cómo llegar a la casa familiar.

Los bodegueros coinciden en que en aquellos años hubo casi que educar a la gente en el consumo del vino. "A mi padre se le ocurrió colocar un rodaballo en la botella, para que se asociase su consumo al pescado y al marisco. Acordarse de los nombres es complicado, pero no del rodaballo", explica Javier Peláez, propietario de las bodegas Marqués de Vizhoja. Esa estrategia de diferenciación se mantiene hoy en día, pero con una apuesta más intensa por la imagen. En el caso de esta marca, el cambio más profundo se produjo en el año 2000, cuando pasaron de una botella de formato Rin -alta y delgada, común en vinos blancos y rosados- a otra "con más curvas, sin cápsula y una boca diferente". "Queríamos que no hubiese ninguna igual en el mercado, por lo que hicimos el molde nosotros mismos", apunta.

Los cambios en el diseño de las botellas y en la etiqueta son cada vez más frecuentes en las bodegas, aunque siempre se mantiene una línea básica. En el caso de Terras Gauda, por ejemplo, apenas han variado desde que en la década de los ochenta el impulsor de la empresa, José María Fonseca, junto con el cartelista Francisco Mantecón, diseñaron las etiquetas de Terras Gauda y Abadía de San Campio. "La primera es sobria, austera, con un diseño contundente", describe Fonseca. "Más que la etiqueta, lo importante es la calidad del vino", reconoce. La botella de Terras Gauda es bordelesa - "decisión personal mía", apunta- y sobre ella se inspiran cada año los centenares de artistas que participan en el Concurso de Diseño "Francisco Mantecón", y que el pasado año recayó sobre el belga Thomas Pion. "Cada año recibimos más de 1.500 originales procedentes de todo el mundo", asegura Fonseca.

Licores

Más transgresores son los productores de bebidas espirituosas -aguardientes, licores, etc.- en el formato de las botellas, llamativas tanto en diseño -alargadas, retorcidas, en forma de catedral- como en tamaño y formato. En este caso, Marqués de Vizhoja, por ejemplo, ha creado el primer paquete de orujo en monodosis -similar a un azucarillo- para acompañar al café.

"La imagen en los licores es importante porque por desgracia hay mucho aguardiente de garrafón por ahí", bromea Pablo Buján, responsable de marketing de la cooperativa Martín Codax, de O Salnés. Según este experto en imagen y publicidad, el packaging es el otro campo de batalla de las bodegas en su búsqueda de la diferenciación y nuevos mercados. Estuches de regalo de dos, tres y seis botellas, con diseños exclusivos de artistas gallegos o españoles: por ahí se mueve el mercado. "Nosotros lanzaremos este mes unos estuches con diez frascos de esencias para que el cliente pueda jugar a identificar esas notas en el vino", anuncia.

Al margen de lo puramente estético, las bodegas también están intensificando la programación de publicidad en radio, prensa y televisión, llegando en algunos casos a contratar a artistas mediáticos para representar la imagen de las bodegas. Éste es el caso de Marqués de Vizhoja y la ferrolana Paula Vázquez. "También tenemos un contrato con Antena 3. De nada valdría tener a Paula en nómina y no aprovecharse, ¿no?", razona Javier Peláez.