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«Mi madre nunca perdió la sonrisa ni las ganas de luchar»

«Nadie nace para afrontar una enfermedad así, ni para ayudar a un ser querido a sobrellevarla, pero ella hizo que fuese más fácil», afirma Cristina Quinteiro al recordar a su madre, una mujer que durante quince años luchó contra el cáncer con una sonrisa en la cara y con una fuerza que contagiaba a todos los que la rodeaban.

María del Carmen Núñez y su hija Cristina Quinteiro.

María del Carmen Núñez y su hija Cristina Quinteiro.

A Estrada

El 22 de diciembre del año 2010 María del Carmen Núñez Neira recibía la noticia que nadie espera. «Es un cáncer». Con esas palabras comenzaba una lucha que duró quince años. Carmen falleció el pasado 17 de xuño con 65 años. Lo hizo tras un camino lleno de altibajos, una montaña rusa de emociones que fluctuaba entre las ilusiones que despertaban las buenas noticias y los resultados negativos que mostraban el avance de su enfermedad. En ese día a día entre el bien y el mal Carmen encontró el apoyo incondicional de su familia, y especialmente de su hija, forjando una relación especial que hoy, con motivo de la celebración del Día Mundial contra el Cáncer de Mama, la propia Cristina Quinteiro nos invita a descubrir.

«Todo comenzó con un cáncer de mama triple negativo que superó después de un año lleno de amor, alegría y optimismo. Eso la ayudó a seguir adelante, a ella y a todos los que la rodeaban. Fue un claro ejemplo de superación para todos nosotros», explica su hija al recordar los primeros pasos de una enfermedad que no logró hacer mella en Carmen, natural de Moneixas (Lalín) y residente en la parroquia estradense de Oca.

El tratamiento con quimio y radioterapia le permitió superar el cáncer de mama y recibir el alta. Fueron años de alegría para la familia, que hace cinco años recibía sin embargo un duro golpe. El cáncer había vuelto, esta vez en los ovarios. Las siguientes pruebas mostraron sin embargo que también se había extendido al pancreas. «No tenía cura. Solo quedaban paliativos», sentencia Cris. Fue el pasado 5 de mayo cuando Carmen recibió la noticia, aunque eso no la detuvo. «Le dijo a la oncóloga que quería hacer algo. Que no se iba a rendir. Fue cuando le hablaron de un ensayo clínico en Madrid que podría alargarle unos años de vida. Realmente creo que ya sabían que no se podía hacer nada», lamentó.

«Más allá de su enfermedad era una persona que resaltaba por hacer sonreír a todos los que se cruzaban en su camino, con un carisma inigualable y una fuerza que hacía convertir lágrimas y rabia en superación. Porque si había algo que la caracterizaba era la forma de llevar una enfermedad de esa magnitud», recuerda Cris. «La lucha que libró mi madre fue especial. Pasase lo que pasase ella nunca perdió la sonrisa, ni las ganas, ni las fuerzas para seguir luchando. Eso fue muy importante para los demás. Es muy duro ver sufrir a una persona que quieres pero ella nunca se quejó. Hasta la oncóloga le decía que no tenía otra paciente como ella porque siempre estaba feliz y nunca le dolía nada. En realidad, sí que le dolía pero prefería quitarle hierro y asumir aquel dolor como algo normal con el que tenía que convivir».

Fueron años en los que madre e hija compartieron horas de espera, nerviosismo, miedo, tristeza pero sobre todo donde su relación salió reforzada, siendo un apoyo incondicional la una para la otra. «Nadie nace para afrontar una enfermedad, ni para acompañar y ayudar a un ser querido a sobrellevarla, pero ella hizo que fuese más fácil», explica Cris. «Son quince años en los que todo lo que quieres es que esa persona salga adelante y que no le falte cariño. Por eso no dudas ni un momento en hipotecar tu vida para estar con ella», explica al tiempo que recuerda como, durante muchos años, disfrutaba cada momento y cada cosa que hacía con su madre como si pudiese ser a última vez. «Incluso guardaba los tickets de las comidas por si era la última vez que íbamos juntar», explica en un gesto que se volvió extrañamente cotidiano para ella.

En este camino de quince años, Cris también quiso mostrar su agradecimiento a todas las personas que las acompañaron, «como el personal sanitario del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, Médicos (Elena Brozos y Sonia Candamio), enfermeros, auxiliares y personal de apoyo. Gracias por su dedicación, por tratarla con respeto, humanidad y cariño en cada momento. En medio del dolor, su entrega fue un consuelo para nuestra familia».

«Quiero dar todo mi apoyo a todos los que acompañan, sostienen y dedican su tiempo a una persona con una larga enfermedad. Y a todos aquellos que a lo largo de la vida padecen esta enfermedad solo decirlles que por muy oscuro que se ponga todo, siempre sale el sol, siempre hay un rayo de luz por el que no perder las ganas de seguir adelante».

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