«Siempre pensé que moriría en Venezuela»
José Quinteiro es uno de los nombres propios de la emigración estradense en Venezuela, a donde emigró con 18 años y de donde regresó con 84. El vecino de Riobó recuerda con cariño sus años en una Caracas emergente, donde en 1958 participó en la fundación de la sociedad benéfica y social Fillos da Estrada.

José Quinteiro, junto al monolito de homenaje a Caracas instalado en la zona deportiva de A Estrada / Bernabé / Javier LalÃn
A sus 90 años a José Quinteiro Martínez se le ilumina la cara cuando comienza a hablar de Venezuela. «Allí se vivía muy bien», sentencia entre anécdotas de los cerca setenta años que pasó en el país sudamericano. Él fue uno de tantos estradenses que un día hicieron las maletas a comienzos y mediados del siglo pasado y se embarcaron en la misma dirección. Según recuerda, hubo momentos en los que había más de 3.000 estradenses en Venezuela, una cifra que demuestra la importancia que tuvo la emigración hacia esta zona en la comarca. Una buena parte de estos emigrados conocen la figura de Quinteiro, un hombre que participó en la creación de la asociación Fillos da Estrada en Venezuela, entidad en la que trabajó como presidente y directivo durante décadas para ayudar a todos los estradenses que lo necesitaron.
Quinteiro nació en Riobó y se embarcó hacia Caracas con 18 años. «El día 5 de noviembre de 1953 llegué a Venezuela. Allí me esperaban mi padre y mi madre, que se había ido unos meses antes. Tuvieron que empeñarse para poder viajar allá. Cuando llegaron pusieron un anuncio, ofreciéndose como matrimonio para trabajar en casa. En poco tiempo, ya tenían trabajo», recuerda Quinteiro, y no era en una casa cualquiera. La familia Quinteiro entró al servicio de Arturo Uslar Pietri, intelectual, periodista, filósofo, escritor, productor de televisión y político venezolano que llegó a ser candidato a la presidencia de Venezuela. Allí estuvieron trabajando 25 años. «Cuando yo llegué el señor Uslar me ofreció quedarme en su casa, con una habitación. Nos fuimos para allá por necesidad y en poco tiempo estábamos en esa gran casa. Aquello era vida de ricos», bromea.
El joven Quinteiro tardó poco en encontrar trabajo en una bomba de gasolina. «No sabía ni dónde había que meter la manguera en aquellos coches grandes americanos», recuerda. «En aquel momento Caracas estaba en pleno apogeo. Era la época de la dictadura de Pérez Jiménez. Había abundancia de todo. Luego fui ascendiendo y comencé a trabajar lavando y engrasando coches. En el 54 me saqué en saque de conducir y me puse a trabajar como chofer de familia durante cuatro años para después comprar un taxi. En aquella época recuerdo que los gallegos estábamos bien vistos en Venezuela. Un jefe que tuve me preguntó una vez si conocía un gallego para atender su almacén, porque el encargado que tenía le estaba robando. Quería un gallego porque decía que los gallegos creían que robar era pecado».
En el año 1958 fue cuando se fundó Fillos da Estrada en Venezuela, antes incluso que la Hermandad Gallega. «En Caracas había tres clubes gallegos: el Centro Gallego, Lar Gallego y Casa Galicia. Los tres se unieron para crear la Hermandad Gallega, con una propiedad en el centro de Caracas de 25.000 metros cuadrados. Una manzana completa en la que había desde centro médico hasta un banco».
Quinteiro participó activamente en la creación de Fillos da Estrada, convirtiéndose en el socio número 27. «Se fundó por necesidad, para ayudar a los estradenses. Teníamos por ejemplo tumbas para poder enterrar a vecinos de A Estrada, Cerdedo y Forcarei, del partido judicial, que non podían permitirse un entierro. También se ayudaba económicamente a gente que lo necesitaba», explica. «Llegamos a tener unos 600 socios. También hacíamos la Festa do Salmón y metíamos casi 1.000 personas. Los de Ourense hacía un magosto, los de Lalín el Cocido, los de Carballiño hacían el pulpo... pero nadie reunía tanta gente».
Mientras Fillos da Estrada iba creciendo Quinteiro compró el reparto de agua mineral por el litoral. «Nunca tanto trabajé para ganar tan poco», recuerda. En el 72 vendió el reparto y regresó por primera vez a A Estrada con sus padres. «Estuve aquí tres meses y lo pasé genial, pero hubo que volver y tuve la gran suerte de empezar a trabajar como comercial de licores en una distribuidora muy buena, fundadores del Ron Cacique. Vendíamos mucho ron y champán. Nosotros llevábamos Moet Chandón y Don Perignom y en aquella época había muchas discotecas en Caracas donde se consumían muchas botellas de champán. Allí no había cultura de vino, así que bebían mucho ron», explica Quinteiro, que trabajó quince años como vendedor. «Fueron de mis mejores años en Caracas. Me lo pasé muy bien». Terminada su etapa creó su propia tienda de licores, que fue creciendo hasta importar varios vinos gallego.
En 2001 vendió la empresa, momento en el que aprovechó para comprar un piso en A Estrada y empezó a venir más a Galicia. «Luego vino la inflación y ya no había capital, así que decidí venirme definitivamente para aquí. Fue en 2019», recuerda. «Venezuela cambió mucho. Ahora si estás enfermo te pudres en el hospital. Si el seguro privado no te cubre, ya no te tocan. Mis hijos y mis nietos ya se vinieron también para España. Debo reconocer que jamás pensé en volver. Mis padres están enterrados allí. Tenía hijos y nietos venezolanos. Siempre pensé que moriría en Venezuela pero me acabé marchando por necesidad».
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