Quijote en el curro, cinco años después

Las crines de este garañón solitario estrenaron la Rapa de este año, siendo el primer animal aloitado

Más de 50 bestas fueron rapadas y desparasitadas, en una jornada sin incidencias graves, y con el BIC como gran protagonista

A Estrada

La edición 2025 de la Rapa das Bestas de Sabucedo arrancó este sábado con el primer curro de la temporada, en una jornada marcada por la simbólica declaración de la fiesta como Bien de Interés Cultural (BIC). Aunque estaba previsto que comenzara a las 19.00 horas, el evento se retrasó hasta bien pasadas las 19.30. No fue un contratiempo inesperado, sino más bien el resultado de un ambiente relajado, propio de una comunidad que vive el ritual con la familiaridad de lo cotidiano y la solemnidad de lo ancestral.

Antes de que la primera crin cayera al suelo, se llevó a cabo el acto institucional. El conselleiro de Cultura, José López, hizo entrega de una placa conmemorativa a Paulo Vicente, presidente de la Asociación Rapa das Bestas, dejando constancia del nuevo estatus patrimonial del evento. Un gesto cargado de simbolismo que vino a reforzar el valor inmaterial de esta tradición, que mezcla técnica, respeto al animal y un fuerte sentido de comunidad.

Una vez concluido el acto protocolario, se abrieron las puertas del curro para dar paso a las primeras manadas salvajes, traídas del monte por los aloitadores días antes. La entrada de los caballos sigue siendo uno de los momentos más esperados: una mezcla de ruido, polvo y tensión que, aunque repetida año tras año, no pierde fuerza ni carácter. En esta ocasión, la bienvenida fue inmediata y funcional. Sin alardes. Tocaba trabajar.

El primer movimiento fue para los más jóvenes. Como es tradición, los benjamines de la cantera de aloitadores se encargaron de apartar a los potros —o «bichos», como se les llama en la jerga local—, bajo la mirada vigilante y la protección de los veteranos. Esta fase inicial no es decorativa ni anecdótica: es parte del aprendizaje necesario para perpetuar un práctica con más de tres siglos de historia. El contacto con el animal, incluso desde una edad temprana, es una escuela en sí misma.

Pistoletazo de salida

El primer aloitamento de 2025 tuvo nombre propio: Quijote. Este garañón solitario llevaba cinco años sin pisar el curro y en seguida se convirtió en el objetivo prioritario de los aloitadores, que ejecutaron con precisión el protocolo habitual. Uno saltó sobre el lomo, otro se avalanzó por el lado. lo cruzó —cubriéndole ojos y orejas para calmarlo—, y un tercero, desde la cola, desestabilizó suavemente al animal hasta inmovilizarlo. Una vez quieto, fue rapado y desparasitado sin mayores complicaciones.

Asistentes compran 
merchandising. 
|  Bernabé/ Ángel Abeledo

Asistentes compran merchandising. | Bernabé/ Ángel Abeledo

La escena se repitió al menos medio centenar de veces durante la hora y cuarenta minutos que duró el primer curro. La ausencia de grandes enfrentamientos entre garañones hizo que el proceso fluyera con cierta fluidez. Pese a la tensión inherente al cuerpo a cuerpo, el trabajo fue ordenado y constante. Los animales, en general, no presentaron demasiada resistencia, lo que contribuyó a mantener el nivel de riesgo bajo.

Coordinación sin fisuras

Aunque en ocasiones coincidieron hasta tres aloitamentos simultáneos, algo poco frecuente por seguridad, el trabajo en equipo fue impecable. Esta capacidad de coordinación fue, sin duda, uno de los factores clave para que no hubiera que lamentar incidentes graves. Aún asi, los servicios sanitarios dispuestos a la entrada del curro atendieron contusiones a unos 20 aloitadores, cuatro niños y un fotógrafo. También cuatro mareos de gente del público a causa del calor.

El escenario y su gente

Desde el palco de autoridades, Pablo García «Chichas» volvió a poner voz a la Rapa. Su narraciónsirvió de puente entre el interior del curro y el público. A su lado, siguieron el evento el alcalde de A Estrada, Gonzalo Louzao, y el conselleiro de Cultura, entre otros representantes institucionales y empresariales.

A nivel sonoro, no faltó otro clásico de esta fiesta: el grupo Airiños de Caldelas, que volvió a aportar la banda sonora tradicional a una cita que no olvida sus raíces. Mientras tanto, fuera del recinto, el ambiente fue puramente festivo. Los puestos de comida —con los pulpeiros a pleno rendimiento—, las cantinas y los tenderetes de artesanía completaban el panorama. Había pulseras, sombreros, camisetas y, cómo no, el merchandising oficial de la Rapa, este año nuevamente diseñado por el estudio Rei Centolo.

López entrega una placa
por el BIC a Vicente. 
|  Bernabé/ Ángel Abeledo

López entrega una placa por el BIC a Vicente. | Bernabé/ Ángel Abeledo

Las entradas para el curro se agotaron rápidamente, algo habitual en los últimos años. Pero como también es costumbre, la pillería popular se impuso al control del aforo. Muchos de los que se quedaron fuera buscaron acomodo entre los árboles del entorno, desde donde se podían seguir las maniobras en la arena con una vista privilegiada. No faltaron prismáticos, cámaras de fotos y móviles en alto. La Rapa se vive desde donde se pueda.

Finalmente, la ausencia de enfrentamientos entre garañones quitó algo de dramatismo a la escena, pero también permitió una concentración en los aloitamentos en sí. El gesto de cruzar a la besta, de cubrirle los ojos y oídos para tranquilizarla, se convirtió una vez más en la mejor expresión de lo que es esta práctica: control sin violencia, dominio sin agresión, tradición sin espectáculo forzado.

Este primer curro bajo el paraguas del BIC no necesitó épica ni grandes sobresaltos para mostrar su valor. Bastó con que los caballos bajaran del monte, los aloitadores entraran en la arena y el pueblo de Sabucedo hiciera lo que lleva siglos haciendo: cuidar lo suyo, sin aspavientos, con precisión y con orgullo.

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