Viaje a Gallaecia desde el vestíbulo del García Barros
Un grupo de alumnos de Cultura Clásica del centro estradense presenta su réplica del Mosaico de Panxón, una pieza arqueológica perdida durante décadas y que volvió a casa –Nigrán– en febrero de este año. Su elaboración se enmarca dentro de un proyecto educativo a nivel nacional realizado en 2023.

Los creadores de la reproducción del Mosaico de Panxón posan ante él. | Bernabé
En el vestíbulo del IES Manuel García Barros ya no solo se entra en clase, también se viaja en el tiempo a la antigua Gallaecia. La entrada del centro estradense está presidida desde ayer por una réplica del célebre mosaico romano hallado en Panxón (Nigrán), elaborada por el alumnado de Cultura Clásica y Griego como parte de un proyecto educativo con vocación arqueológica, artística y divulgativa. La pieza es fruto del trabajo de Celtia Bouzán, Blanca Cillero, Adrián Gañete, Paula Duarte, Lea Rodríguez, Ruth Muñoz, Guillermo Pérez, Izan Horrea, Noelia Ferreiro y su profesor, Álvaro Pérez Vilariño, impulsor de la iniciativa.
Aunque el mural está instalado desde 2023, no se había hecho público hasta ahora. La presentación oficial, celebrada ayer, se pospuso hasta pasado el esperado regreso a Galicia del mosaico original en febrero de este año, tras un complejo proceso internacional de repatriación. Los estudiantes protagonizaron una rueda de prensa ante medios locales en la que se turnaron para explicar el sentido histórico y el desarrollo del proyecto.
La creación de esta réplica formó parte del programa intercentros «Grecia y Roma en tus manos», una propuesta educativa compartida entre tres institutos: el García Barros de A Estrada, el IES Campanar de Valencia y el Santa Eulalia de Mérida. La fase culminante del proyecto tuvo lugar en la capital extremeña, donde los tres grupos escogieron y reprodujeron a mano un mosaico romano diferente. El de Panxón fue la elección gallega, y desde entonces aguardaba en silencio su momento. El objetivo era que su presentación coincidiese con el regreso a casa de la pieza original, para reforzar el simbolismo y valor de la propuesta.
La historia del mosaico real tiene todos los ingredientes de una novela arqueológica. La pieza fue descubierta en el otoño de 1890, durante unos trabajos agrícolas realizados por la familia Puga en el entorno del antiguo castro de Panxón. Con un peso de unos 135 kilos y fechado entre el siglo III y comienzos del siglo IV, formaba parte de un lujoso conjunto decorativo de temática marina, vinculado a una villa romana costera situada en el sur de la provincia romana de Gallaecia, bajo el gobierno del emperador Domiciano.
Rápidamente considerado una joya arqueológica, el mosaico fue adquirido por el coruñés Ricardo Blanco Cicerón para su colección privada hasta que en 2001 se subastó en la galería Castellana de Madrid. La Xunta valoró adquirirlo, pero optó pero no hacerlo al considerar elevado su coste. Tras esto, su pista se pierde durante décadas, hasta que en 2012 el profesor Acuña Castroviejo lo localiza en una galería estadounidense. En aquel momento no se emprendieron acciones para su recuperación. No sería hasta 2019 cuando el investigador Gonzalo Fernández-Turégano lo identifica nuevamente en una sala de arte de Nueva York. A partir de ahí se inicia un proceso de repatriación impulsado por la ciudadanía, que cristalizó en la creación de una asociación cultural con un claro objetivo: devolver el mosaico a Galicia.
El precio de la pieza ascendía a 58.000 euros. De esa cantidad, 18.000 fueron reunidos a través de micromecenazgo y los 40.000 restantes aportados por el Concello de Nigrán. Tras un periplo transatlántico que incluyó retrasos logísticos en Londres por motivos aduaneros, el mosaico original llegó finalmente a Nigrán en febrero de este año. Actualmente se encuentra instalado en el salón de plenos del ayuntamiento.
La versión elaborada por el alumnado de A Estrada no solo reproduce el diseño del mosaico, sino que se acompaña de un podcast divulgativo en el que explican sus elementos iconográficos, su contexto histórico y la relevancia del hallazgo. A lo largo del proyecto, los estudiantes se pusieron en la piel de arqueólogos, investigadores, divulgadores y artesanos, combinando conocimiento teórico con práctica artística.
Este trabajo tiene, además, un valor emocional añadido. Marca el último proyecto liderado por el profesor Álvaro Pérez Vilariño, que se jubila este curso tras una extensa trayectoria docente.
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