¿Qué aconteció en Ouzande en 1769?
Un interesante y exhaustivo estudio del historiador estradense Juan Andrés Fernández arroja luz sobre una de las mayores crisis demográficas de la parroquia de Ouzande y del concello en general. Un fenómeno que en 1769 incrementó la mortalidad en esta zona en un 1000% y que marcó un antes y un después.

Imagen de un velatorio en Terra de Montes del fotógrafo Virxilio Vieitez.
¿Qué ocurrió en Ouzande en 1769 que provocó una alarmante subida de la mortalidad? Esta es la pregunta que nos plantea el estudio del historiador local Juan Andrés Fernández –publicado en la revista Miscelánea– quien analizó un acontecimiento oscuro en la historia de esta parroquia estradense: una crisis de mortalidad sin precedentes. A pesar de que hoy este episodio es prácticamente desconocido, el año 1769 marcó un antes y un después para la comunidad.
En el siglo XVIII, la vida en Ouzande, al igual que en muchas zonas rurales, era dura. Las cosechas podían fallar, las enfermedades eran frecuentes, y la vida cotidiana estaba marcada por la incertidumbre. Sin embargo, 1769 fue un año especialmente trágico. Mientras que la media de muertes anuales en la parroquia oscilaba entre 3 y 6, ese año la cifra se disparó a más de 90 fallecimientos, un aumento de más del 1000% en comparación con los años anteriores.
El origen de esta crisis de mortalidad radicó principalmente en la escasez de alimentos. Las cosechas de cereales como el trigo, el maíz y el centeno fueron muy malas en 1768, lo que presagiaba la crisis de 1769. La humedad y el estado inmaduro de los productos dificultaron su conservación, lo que provocó que se deterioraran rápidamente. Esto dejó a la población con una cantidad insuficiente de alimentos, y los pocos que quedaban no eran adecuados para el consumo.
Frente a esta escasez, muchos habitantes de Ouzande recurrieron a productos no convencionales, como raíces y frutos verdes, normalmente reservados para el ganado. Esta alimentación deficiente, unida a la falta de proteínas y otros nutrientes esenciales, causó malnutrición y debilitó el sistema inmunológico de la población. En un contexto en el que las condiciones de vida ya eran precarias, la malnutrición dejó a la comunidad vulnerable a las enfermedades.
Así, a la falta de alimentos de calidad se sumaron factores que propiciaron la propagación de enfermedades. En 1769, las condiciones sanitarias de la parroquia eran muy limitadas. La higiene era deficiente, el acceso a agua potable escaso, y no existían los medios adecuados para tratar las enfermedades. Esto facilitó la transmisión de infecciones y agravó la situación sanitaria.
Las enfermedades más comunes que causaron la muerte de los vecinos fueron las gastrointestinales, como las diarreas y los cólicos, a menudo provocadas por el consumo de alimentos contaminados. También hubo un aumento de neumonías y fiebres malignas. La mortalidad infantil fue especialmente elevada: la falta de nutrientes y las condiciones insalubres afectaron de forma desproporcionada a los más pequeños, quienes representaron cerca del 40% de las muertes en ese año.
Lo sorprendente de esta crisis es que no solo afectó a los más pobres, como se podría pensar. Al principio, los más desfavorecidos fueron los que sufrieron de forma más directa debido a su escaso acceso a alimentos y recursos. Sin embargo, a medida que la crisis avanzaba y los alimentos escaseaban, la mortalidad afectó también a sectores más acomodados de la sociedad.
Según el estudio de Fernández, aunque las clases más altas tenían un acceso relativamente mejor a los recursos, la falta generalizada de alimentos y la propagación de enfermedades hicieron que, con el tiempo, todos los estratos sociales de la parroquia se vieran afectados por esta tragedia. La malnutrición y las infecciones no distinguían entre clases sociales.
La crisis comenzó a remitir a medida que llegaba la primavera de 1770. Las cosechas mejoraron y, con ellas, la disponibilidad de alimentos frescos. La mejora en las condiciones de vida y la reducción de enfermedades gracias a una mejor calidad de los alimentos contribuyeron a la disminución de las muertes.
El estudio de Fernández señala que la comunidad de Ouzande, tras este golpe tan duro, tomó medidas para evitar que un desastre similar volviera a ocurrir. A lo largo de los años posteriores, se implementaron políticas agrícolas y mejoras en las infraestructuras sanitarias para hacer frente a futuras crisis.
Finalmente, aunque es posible que muchos desconozcan este acontecimiento histórico, recordarlo nos permite comprender mejor las condiciones de vida de la población rural en el pasado.
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