La vuelta al mundo sin salir de A Estrada

Parece difícil de creer, pero se puede viajar por todo el globo sin salir del casco urbano estradense. Basta con agudizar el ojo y alzar la vista hacia los rótulos que cuelgan de algunas fachadas para comenzar este inesperado viaje.

El Florida, en la 
Fernando Conde.
|  Bernabé/ A. Abeledo

El Florida, en la Fernando Conde. | Bernabé/ A. Abeledo

Nerea couceiro

A Estrada

Si Phileas Fogg tardó 80 días en dar la vuelta al mundo, en A Estrada puedes hacerlo en una mañana, y sin necesidad de globos aerostáticos, tan solo abriendo la puerta de un bar. Quien diría que en una villa de poco más de diez mil habitantes sería posible dar un paseo por la geografía global sin cruzar las fronteras del casco urbano. Basta con fijarse en algunos rótulos para comenzar un viaje inesperad.

Tasmania, en la 
Antón Losada.
|  Bernabé/ A. Abeledo

Tasmania, en la Antón Losada. | Bernabé/ A. Abeledo

El itinerario podría empezar en el sur de España, en pleno corazón de Andalucía. O mejor dicho, en la calle Calvo Sotelo, donde se encuentra el bar que lleva ese mismo nombre. Un nombre que evoca flamenco, rebujito y feria, aunque aquí lo más probable es que te sirvan un café con pincho en vez de una caña con tapa de pescaíto frito.

Andalucía, en la 
Calvo Sotelo.
|  Bernabé/ A. Abeledo

Andalucía, en la Calvo Sotelo. | Bernabé/ A. Abeledo

A escasos minutos a pie, en la Praza da Feira, el restaurante Samaná se presenta como una parada que a muchos les sonará exótica sin saber por qué. Y es que no todos conocen que el nombre alude a una ciudad costera de la República Dominicana, famosa por sus playas caribeñas y ballenas jorobadas. En este caso, la conexión con el trópico puede quedarse en el nombre, pero la terraza del local en un día soleado invita, como mínimo, a relajarse un rato.

Samaná, en Praza
da Feira.
|  Bernabé/ A. Abeledo

Samaná, en Praza da Feira. | Bernabé/ A. Abeledo

Si seguimos la ruta, el mapa se vuelve más amplio. En la Avenida de Ponteareas estuvo durante años la cafetería Panamá, otra ventana al mundo —cerrada ya, eso sí— desde la que podía uno imaginar selvas, canales y café recién tostado. También está ya en el recuerdo el bar Miami, que estuvo en la Avenida de Santiago. Su nombre llevaba inevitablemente a pensar en playas infinitas y neones rosa, aunque la decoración de este establecimiento guardase poco parecido con este imaginario.

Panamá, en Avenida 
de Ponteareas.
|  Bernabé/ A. Abeledo

Panamá, en Avenida de Ponteareas. | Bernabé/ A. Abeledo

Aún en activo, el Florida, en la calle Fernando Conde, es otro ejemplo de esta pequeña fiebre toponímica. ¿Homenaje al estado soleado de Estados Unidos o simple gusto por la palabra? No lo sabemos con certeza. Algo parecido sucede con el bar Tasmania, en la Antón Losada Diéguez, que nos transporta de golpe al otro extremo del planeta, a esa isla australiana de nombre intrigante y naturaleza salvaje.

El Miami, en la 
Avenida de 
Santiago.
|  Bernabé/ A. Abeledo

El Miami, en la Avenida de Santiago. | Bernabé/ A. Abeledo

Y como no hay viaje completo sin un toque nostálgico, el recorrido termina con una parada doble: el actual Amadeus, que antes fue el mítico bar Acapulco. Los más veteranos del municipio recordarán aquel local como punto de encuentro, sobre todo en las jornadas de mercadillo de los miércoles por la mañana. El nombre —prestado de la conocida ciudad mexicana bañada por el Pacífico— aportaba un toque exótico a la rutina diaria de A Estrada.

No se sabe muy bien por qué tantos establecimientos decidieron bautizarse con nombres de otras latitudes. Quizás algunos lo hicieron en honor a los destinos que marcaron su vida como emigrantes. Otros, tal vez, se dejaron llevar por la sonoridad, o simplemente, el capricho del momento.

Lo que está claro es que, en A Estrada, el pasaporte se sella de bar en bar. Y a veces, los mejores viajes empiezan con un cortado.

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