Entrevista | Carlos Spuch Neurocientífico

«Hay más casos de anorexia y bulimia por las redes sociales»

Carlos Spuch reflexiona sobre el impacto del entorno familiar, la genética y las redes en la salud mental de niños y adolescentes. Además, destaca la necesidad de crear espacios seguros para la juventud como herramienta de prevención

El neurocientífico Carlos Spuch durante una charla en Vigo.

El neurocientífico Carlos Spuch durante una charla en Vigo. / Ricardo Groba

Lalín

Carlos Spuch (Vigo, 1974), doctor e investigador del Grupo de Neurociencia Traslacional del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur, ofreció ayer en Silleda una charla centrada en la salud mental desde la perspectiva de la neurociencia. El evento fue organizado por la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Pontevedra (Afapo), en colaboración con el Concello de Silleda. La jornada, que también contó con la presencia de José Manuel Fontenla, presidente de Afapo, se articuló en torno a dos pilares fundamentales: la comprensión y la prevención de los trastornos mentales.

-¿Qué importancia tiene la infancia en los trastornos mentales que podemos desarrollar?

-Cuando hablamos de prevención o, en mi caso, de investigación, es fundamental señalar que el origen de muchos traumas suele encontrarse en la infancia. Aunque los trastornos no siempre se manifiestan a edades tempranas, los niños van acumulando experiencias y emociones que, con el tiempo, pueden desencadenar problemas psicológicos. Situaciones como abusos sexuales, bullying o violencia doméstica —ya sea entre los padres o dirigida también hacia los hijos— actúan como detonantes clave en el desarrollo de trastornos mentales. Muchas veces tendemos a creer que los niños no se enteran de las cosas, pero son conscientes.

-¿Los niños pueden desarrollar trastornos mentales?

-Son pocos y es raro, pero los hay. Cuando esto ocurre sin que haya algo ambiental de por medio suele ser por genética.

-¿Qué importancia tiene la genética en este ámbito?

-La genética por si sola explica pocas cosas, suelen necesitarse genes más ambiente. En enfermedades como la esquizofrenia o el trastorno bipolar la genética influye en el 70 % de los casos.

-¿Nota que haya más jóvenes con anorexia o bulimia?

-Cuando se desarrollan trastornos mentales, las manifestaciones pueden variar: algunas personas tienden hacia la depresión, otras presentan brotes psicóticos, y en muchos casos —especialmente entre mujeres— aparecen trastornos de la conducta alimentaria como la bulimia o la anorexia. Estos últimos son muy frecuentes, y observamos más casos por el impacto de las redes sociales. Antes, el entorno que más influía era el más cercano: el barrio, el instituto, la familia. Hoy en día el referente muchas veces es lo que se ve en una pantalla, una realidad distorsionada que genera inseguridades.

-¿Quiere decir que promocionan los cuerpos irreales?

-Algo así, todos son guapos y delgados a través de la pantalla.

-¿Cómo pueden protegerse de ello los jóvenes?

-Lo crucial es que cuenten con un entorno seguro en la vida real. Las redes sociales no van a desaparecer, y todos las usamos, sin importar la edad. No se trata de prohibirles el acceso, ya que eso solo aumentaría su curiosidad. Lo más importante es que comprendan lo que ven y sean conscientes de cómo es la realidad.

-¿Puede influir el entorno en el que vivimos?

-Por supuesto, son formas de vida muy distintas. La vida en la ciudad suele estar marcada por el estrés, la presión constante y, además, la contaminación. En cuanto a la infancia, los niños que crecen en entornos rurales disponen de espacios verdes donde jugar libremente, algo que, aunque en las ciudades existan parques, no siempre se traduce en lugares realmente pensados para ellos. En la adolescencia, sabemos que ofrecer espacios adecuados puede ser clave para prevenir problemas de adicción, tanto al alcohol como a otras drogas. Las llamadas Casas de la Juventud son un ejemplo de ello. En los países nórdicos, este tipo de iniciativas tienen éxito: se crean espacios con instrumentos musicales, juegos, salas comunes... y los datos demuestran su eficacia.

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