Cuando A Estrada fue ‘Twin Peaks’
Un crimen en A Estrada en 1994 dejó una escena inquietante: una mujer rodeada de velas y un misterio sin resolver. Una sesión de ouija reveló su identidad antes que la policía, alimentando teorías esotéricas. Como en Twin Peaks, la verdad resultó más oscura y compleja de lo imaginado.

La Guardia Civil durante un operativo de búsqueda. | Bernabé/ Javier Lalín
A Estrada, enero de 1994. Un grupo de cazadores avanza entre la maleza de un monte apartado cuando se detiene en seco. Algo rompe la monotonía del paisaje: un cuerpo inerte, perfectamente colocado, rodeado de velas con la cera consumida. No hay signos de lucha ni de robo. La mujer yace con las manos cruzadas sobre el vientre, los pies descalzos. Podría ser el inicio de un thriller oscuro, el guion de una serie de misterio. Pero no. Es real.
Los periódicos gallegos de la época no tardaron en hacerse eco del hallazgo. La escena era tan enigmática que la primera hipótesis fue el crimen ritual. ¿Un sacrificio? ¿Un mensaje oculto? ¿Una ofrenda a algo o alguien? La mente no puede evitar llenar los huecos con lo desconocido. Y si algo ha demostrado la cultura popular, es que los misterios siempre resultan más fascinantes cuando rozan lo inexplicable.
Las coincidencias con la atmósfera de Twin Peaks son ineludibles. Un pueblo pequeño, un cadáver encontrado en circunstancias extrañas, rumores que mezclan lo terrenal con lo esotérico. La víctima, una joven que llevaba una vida más compleja de lo que se intuía a simple vista. En la mítica serie de David Lynch, Laura Palmer ocultaba secretos que solo fueron revelados tras su muerte. En A Estrada, la identidad de la mujer asesinada se resistió durante días, hasta que un método poco convencional dio con su nombre: la ouija.
Sí, una sesión de espiritismo en la que se invocó a la fallecida aportó un nombre: Rosa. Poco después, la Guardia Civil detuvo a dos hombres y confirmó que la víctima era Rosalía Gonçalves da Maria, una ciudadana portuguesa que trabajaba en un club de alterne. La joven no había muerto en un ritual satánico, sino a manos de sus propios compañeros de fechorías, miembros de una banda de atracadores. Un asesinato frío y calculado disfrazado de misterio.
Pero, ¿qué impulsa a la mente humana a inclinarse por lo sobrenatural cuando la respuesta puede ser más simple? En Twin Peaks, el agente Cooper lo sabe: la verdad está en los detalles, en los signos ocultos entre los pliegues de la realidad. ¿Las velas fueron colocadas por sus asesinos por respeto? ¿Fue un gesto sincero o una puesta en escena? ¿Y qué hay del teléfono de un club de alterne anotado en la agenda de los culpables? Como en la serie, cuanto más se indaga, más capas aparecen.
El asesinato de Rosalía, como el de Laura Palmer, dejó una marca en el imaginario colectivo. Durante años, la historia se convirtió en una sombra en la memoria del municipio, un relato que pocos contaban pero que muchos recordaban. Veinte años más tarde, el caso resurgió con una novela del escritor madrileño Rafel Herrero. Tal vez, como en Twin Peaks, nunca se llegue a conocer toda la verdad. Pero lo que es seguro es que, durante un tiempo, A Estrada fue un pedazo de la América oscura de David Lynch.
Y al igual que en la serie, la historia sigue viva en quienes aún la recuerdan. Quizás, en algún rincón, alguien sigue preguntándose: ¿qué pasó con Rosalía Gonçalves?
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