«Mi corazón no aguanta más, no salgo de aquí»
El lalinense Manuel Gómez Jácome, que iba a ser desahuciado hoy, está muy grave en el hospital

Manuel Gómez, en su piso a mediados de enero. / Bernabé
Manuel Gómez Jácome es un vecino de Lalín que iba a ser desahuciado en días del piso que tenía alquilado en la calle Monte Faro de la localidad desde hacía cuatro años. El desalojo había sido fijado, tras lograr un aplazamiento de la orden, para hoy, pero Manuel no estará en su hogar. Ayer contactó con FARO DE VIGO desde el Hospital Clínico de Santiago, donde permanece ingresado en la que es su tercera visita al hospital en los últimos tres meses.
«Me dicen los médicos que de aquí ya no salgo, que mi corazón no aguanta más», comenta este varón de 68 años de edad con movilidad reducida por la amputación de sus dos piernas. «Le pedí a mi abogada que le eche una mano a mi hijo pequeño; creo que las preocupaciones pesaron mucho en todo esto».
Su hijo pequeño, de 17 años, vivía con él, mientras que el mayor, de 25, reside en otro piso. Durante meses buscó sin éxito un hogar adaptado o un piso cuya renta pudiese asumir.
Manuel Gómez es un lalinense que, después de haber estado una temporada en Salamanca, vive desde el 2014 en su tierra natal y desde hace cuatro años en el piso sobre el que ahora tiene una orden de desahucio. «El 1 de diciembre se cumplen cuatro años desde que estamos en este piso» recuerda mientras repasa la ingente documentación que sobre su desahucio tiene en su poder desde que el Juzgado le hiciera llegar el requerimiento para que abandone el piso. «Me llegó la orden de desahucio directamente del Juzgado porque aviso del dueño no lo había ni recibido. Si lo enviaron, no estaba en casa», explica extrañado de que el propietario del inmueble no le hiciera llegar por escrito la petición de expulsión de un piso que Manuel Gómez había adaptado a sus condiciones de movilidad reducida por carecer de piernas.
Y es que encontrar algo en la capital dezana que pueda valer para poder llevar una vida digna se ha convertido en una misión imposible para este jubilado y su hijo adolescente que acaba de iniciar una serie de cursos de promoción laboral. «Me tengo que ir a la puñetera calle porque no hay manera de conseguir nada. Los que hay tienen alquileres que no me los puedo permitir y viviendas que no están adaptadas a los que, como en mi caso, tenemos movilidad reducida», insiste en señalar. Gómez detalla, además, que no ha podido hacerse con un alquiler adaptado a sus necesidades desde que supo que tenía que abandonar la calle Monte Faro: «Ni piso, ni habitación y adaptado, imposible. Incluso he tratado de buscar un trastero para poder guardar las cosas y ni eso fui capaz de encontrar», aseguraba a FARO hace un mes.
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