Entrevista | Pamela Palenciano Actriz y activista feminista
«A la adolescencia hay que acercarse desde la humildad»
Pamela María Palenciano Jódar (Andújar, 1982) es una actriz de teatro y activista feminista, conocida por su monólogo teatral 'No solo duelen los golpes', un relato autobiográfico sobre la violencia de género a través del humor y la fina ironía. Ayer estuvo en Lalín ofreciendo dos sesiones del mismo para todos los públicos

Pamela Palenciano, ayer, en el escenario del Salón Teatro de Lalín. / Bernabé
Pamela Palenciano cuenta que de los 12 a los 18 años mantuvo una relación sentimental con un chico que la maltrataba y ejercía violencia sobre ella de maneras muy diversa, llegando incluso a intentar asesinarla. Ayer, en Lalín, puso en escena su ya afamado monólogo, primero para estudiantes y, después, para público adulto.
—¿Cómo se le ocurrió utilizar la ironía y el humor para abordar la violencia machista desde un plano tan personal?
No fue una decisión como de creación para realizar un monólogo sino que surgió después de una exposición de fotografías en un taller de violencia machista que realicé en El Salvador. Llevo 22 años con No sólo duelen los golpes y al principio fue que mi terapeuta me dijo que tenía que canalizar mi rabia desde el arte. Le comenté que yo no sabía hace eso y que me gustaba la fotografía. Ahí fue cuando surgió la exposición. El taller se convirtió de a poco –yo le guardo mucho respeto a lo que es el proceso creativo– en un monólogo a partir del año 2012.
—¿Qué distingue a su monólogo de otros similares sobre el tema?
Yo te iba a preguntar si conoces algún monólogo similar a este o te suena a algo parecido. Tal cual que trabajemos con adolescentes tenemos ahora mismo bastantes mujeres en todo el territorio español y cada una tiene su peculiaridad de hacerlo por medio de talleres o conferencias. Creo que todas tenemos como algo personal de cada una. Lo particular del monólogo es que ha ido mutando un montón según las sociedades, no tiene un discurso fijo y eso es interesante. Y todo lo utilizo a través de una herramienta súper potente como es el teatro. Cuando yo hago el taller, requiere de una herramienta de comunicación, pero no es igual que el teatro. Es un ritual mucho más bonito entre el público y el actor. Es mucho más íntimo, más ritualístico y más sanador porque tiene algo de composición terapéutica también. El taller le hace pensar a la gente y a mi también, pero el teatro lo que hace es transformar en el momento. Como apela tanto a la emoción, ahí aunque no quiera se transforma.
—¿Qué le parece esta ola actual de machismo entre los jóvenes?
No me sorprende porque esto lo tenemos y creamos los adultos. Las personas adultas somos las que transmitimos a las nuevas generaciones lo que hay. Si no hubiera tanto contenido en redes sociales, los niños no serían machistas pero el contenido lo creamos los adultos. Incluso se están creando series de televisión dibujando una adolescencia que vende, porque ese discurso vende mucho, y es el que más cala. Desde luego, cala más que un monólogo, un taller o una canción. Es difícil contrarrestar todo eso, por supuesto.
—¿La educación es un buen punto de partida para vencer a esa oleada de machismo?
Desde luego, pero es que educación no sólo es el aula y con ello me refiero al colegio. La familia, lo que ven en televisión y en redes, el contexto social tan convulso y polarizado a nivel internacional son también educación. Yo creo que no hay que rendirse frente a esto. Hay que aceptar que estamos ante un cambio muy profundo. La historia siempre nos ha dicho que cuando más hemos avanzado en derechos hemos retrocedido. Creo que a la adolescencia hay que acercarse más desde un lugar de humildad. De reconocer que los adultos en algún momento también fueron adolescentes aunque fuera en otro tiempo y otra generación.
—¿Qué tal estuvo el turno de ruegos y preguntas con los estudiantes de la capital dezana?
Bien. De todas formas lo que me ha sorprendido es como una especie de vergüenza que sentí ayer en Ribadeo, hoy (por ayer) en Lalín y a ver mañana en Chantada. Pero sí es cierto que el adolescente gallego es más diferente que el de otras regiones. Me recuerda mucho a Andalucía. Hay como una especie de respeto, de que les da vergüenza preguntar por el contexto pero también como por el respeto que da, que me hace sentir a mi incómoda. Y eso, por ejemplo, en Barcelona no me lo encuentro o en Madrid, que son ciudades más grandes y donde te levantan la mano para preguntar de forma mucho más directa. De todas formas, me hicieron preguntas muy bonitas cuando lo intentaron.
—Pero el problema es similar en todas partes, supongo.
Claro. Lo que digo es que en la periferia española me estoy encontrando en Galicia, Andalucía o Asturias, como una esquina donde la adolescencia, que por su puesto tiene los mismos problemas que catalanes o manchegos, a la hora de preguntar siento entre vergüenza y respeto. Las dos cosas. Es algo muy curioso y ya digo que se localiza en la periferia y en todo lo que no es el centro nacional.
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