El inesperado resurgir del pintor Enrique Morales
Los cuadros hallados en las Casas Baratas devuelven a la palestra a este olvidado artista

Arriba, Enrique Morales (jersey marrón) junto a su familia. A la izquierda, su retrato.
Enrique Morales, así se llama el misterioso autor de la docena de cuadros encontrados en el número 3 de las Casas Baratas de A Estrada.
Nació en el seno de una familia humilde y se crió en la calle Gradín. Si bien se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, su sobrino, Benjamín Fondevila, estima que sería entre el 1913 y el 1914. Muy lejos del 1500, época en la que habría vivido el artista extremeño del que sospechaba Ángeles Dapena, la mujer que encontró los lienzos.
No llegó a casarse ni a formar familia. Fue parte de esa generación a la que la Guerra Civil le arrebató la juventud, ya que, con apenas unos 20 años, tuvo que partir al frente, en el bando nacional, según comparte su sobrino. Aunque, afirma, «él era rojo». Luchó en África y en el Valle del Ebro. Cuando volvió, comenzó a trabajar como tallista en un taller de carpintería local, mientras residía con otros tres hermanos –dos mujeres y un hombre– que también se habían quedado solteros.
Siempre tuvo sensibilidad para el arte, en todas sus formas. Morales era una persona creativa, y además de pintar también le gustaba escribir chistes y pequeños relatos que después compartía de forma anónima en un programa radiofónico nocturno.
Llegó a relacionarse con intelectuales de la época como Olimpio Arca y era conocido a nivel local por sus cuadros, que solía llevar a enmarcar a Guimart, en la calle Serafín Pazo, al igual que hacían otros artistas coetáneos como Ángel Lemos. Suyo era también el mural frente a la taberna O Hórreo, cerrada desde hace años.
Si bien nació y pasó su infancia y juventud en la calle Gradín, Morales participó en un sorteo para conseguir una de las viviendas en la por entonces recién urbanizada zona de las Casas Baratas. Fue así como él y sus hermanos se mudaron al número 2 de esta urbanización, puerta con puerta con su hermana Maruja Morales, otra conocida vecina que ejerció de docente en la villa durante décadas y enseñó a numerosas generaciones de estradenses. Ella vivía con su marido y sus hijos en el número 3.
Fue ahí, en ese inmueble de Maruja, donde aparecieron los doce cuadros. Según narra Benjamín Fondevila, las obras fueron trasladadas tras vender el inmueble contiguo, el de Morales, y allí permanecieron hasta el momento de su hallazgo.
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