La penúltima misa de Don Ricardo
A los 92 años, Don Ricardo, el cura de Rubín, Lamas y Curantes, se despide de su labor pastoral tras más de medio siglo dedicado a estas parroquias. En un emotivo homenaje organizado por sus feligreses, el sacerdote compartió anécdotas de una larga trayectoria que comenzó en el año 1970.

Don Ricardo, agradece ante una misa repleta por las placas que le concedieron por servicios. | Bernabé/Javier Lalín
Don Ricardo Ramos Vázquez, oriundo de Arzúa, comenzó su carrera sacerdotal en Santa Eulalia de Moar, que se encuentra en el municipio de Frades, entre Ordes y Ponte Carreira, nos explica. Estuvo allí un año, y luego pasó cuatro años en Brandariz, para más tarde recalar durante un tiempo en Touro, antes de llegar en 1970 a la que sería su casa y donde es tan querido. Rubín, Lamas y Curantes son las parroquias que lo acogieron y se convirtieron en su hogar durante nada menos que 54 años.
Cuando le preguntamos por todos los cambios que vivió a lo largo de su trayectoria, destaca uno por encima del resto. «Cambió todo mucho desde entonces, como la forma de actuar en las misas. Pero lo que más fue que cuando llegué aquí, había montones y montones de niños. Recuerdo que cada año tenía 19 bautizos entre Rubín y Lamas. Hoy en día, apenas hay uno o dos», comenta con nostalgia.
Un trabajador infatigable
Este cambio demográfico se refleja en las comuniones y bodas, que también disminuyeron significativamente desde aquella época. «Es que ahora las bodas son muy caras», nos explica, haciendo referencia a los elevados costos que suelen tener estas celebraciones, aunque él asegura que «la misa nunca se la cobramos a nadie».
A lo largo de los años, Don Ricardo enfrentó los retos propios de su ministerio con una dedicación incansable, aunque reconoce que últimamente se le hacía un poco cuesta arriba, debido a su edad. «Me ponía un poco nervioso, porque tenía que levantarme muy temprano, a las siete de la mañana, para preparar las misas. Empezaba en Curantes, luego iba a Lamas y a Rubín. Tenía que llegar, poner las estufas, tocar la campana. A veces me quedaba congelado por el frío, pero había que seguir, no quedaba otra», comenta este párroco con naturalidad a pesar de su longeva edad.
En estos últimos tiempos, su salud le exigió moderar el ritmo. «Tuve una operación de corazón abierto en el año 92, y ahora el médico me recomienda evitar los fríos. Por eso, decidí jubilarme, aunque seguiré colaborando siempre que me necesiten, por supuesto», nos asegura con una sonrisa.
El homenaje que recibió ayer de parte de sus feligreses, en el que estaban distintas personalidades como el alcalde de A Estrada, Gonzalo Louzao, o el concelleiro de deportes,Ismael Pena, fue organizado por una comisión de las tres parroquias y que tuvo un pequeño discurso de agradecimiento al final de la misa. La encargada de dedicar unas palabras fue Anabel García, que subrayó el gran impacto que tuvo el sacerdote en estas comunidades. Acompañando esto también recibió como detalle un par de placas con su nombre y la gratitud de Rubín, Lamas y Curantes por los 54 años atendiendo sus misas, aparte de un bonito reloj. Al rematar la entrega de estos regalos, la mayor parte de los vecinos y asistentes fueron a comer juntos al Restaurante A Fonte, en Piñeiro, en el concello de Silleda.
Infinitos recuerdos
Don Ricardo Ramos destaca la unidad y la buena gente como el mayor tesoro que le dejan sus años de servicio en estas localidades. «Cuando oficié unas bodas de oro, Rubín y Lamas me regalaron este reloj, que siempre llevaré conmigo como recuerdo. Hicieron una fiesta ahí en el campo y me dieron este obsequio, que le tengo mucho cariño», dice emocionado mostrando su muñeca.
Ahora cede su sitio a su a Don Gilberto, su sucesor, que es salvadoreño, y confía plenamente en que la comunidad lo acogerá igual que hicieron con él y continuarán creciendo. «Solo espero que lo traten y lo aprecien con el mismo cariño con el que me trataron a mí. Estoy seguro de que lo harán, porque son muy buenas personas», afirma convencido.
Aunque se retira, Don Ricardo sabe no se desvinculará completamente, ya que el mismo arzobispo e incluso Don Gilberto le rogaron que les echara una mano cuando pudiera, y él asegura que así hará siempre que su salud se lo permita. Ahora planea disfrutar de su tiempo libre viajando por ahí con su sobrina, y ayudando en las parroquias cuando sea necesario. «Quiero descansar que ya me toca, pero siempre estaré dispuesto para colaborar», asegura.
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