Barruso, de nuevo en concierto

Las nuevas tecnologías, al servicio de la emotiva sorpresa del Obradoiro de Música Moderna para conmemorar sus cinco años

La imagen y la pista de audio
 del saxofonista se unieron al 
directo de la banda.
 |  Lucas Terceiro

La imagen y la pista de audio del saxofonista se unieron al directo de la banda. | Lucas Terceiro

Ana Cela

Ana Cela

Parecía un holograma, aunque no lo era. El telón bajó para dar por finalizado el Concierto de Navidad del Obradoiro de Música Moderna que lleva el nombre del desaparecido músico Carlos Barruso. Cuando volvió a elevarse para ese bis que todos deseaban, la sorpresa fue mayúscula. Y de lo más emotiva. El trabajo intenso y coordinado se alió con las nuevas tecnologías para posibilitar un tributo de los que ponen la piel de gallina. Sobre el escenario del Teatro Principal, la Big Band tocó en directo y completamente en consonancia con el saxo de Carlos Barruso, presente a través de su propia música y de una pantalla que ofrecía su imagen durante el sonado concierto «fin de vida», ese que el músico ofreció en 2019. De película.

Este fue el modo que escogió la formación que dirige Rubén Servide para celebrar los cinco años del Obradoiro de Música Moderna, conmemorando también el quito aniversario del fallecimiento de Carlos Barruso. Junto a la Big Band tocaron como músicos invitados Miguel Carbajal, Álex Cabal –hijo– y Manuel Brey, que formaban cuarteto con Barruso.

Al comienzo del Concierto de Navidad, Servide ya había anunciado que habría sorpresas. Pero, distraídos con el concierto –también participó el coro–, pocos las esperaban ya y nadie podría aguardar lo que finalmente sucedió. Para ello, la agrupación contó con la colaboración del equipo técnico del Teatro Principal y de la productora Tres Ínsuas, concretamente de la mano de Lucas Terceiro, quien en su día recibió de Barruso el encargo de registrar sus conciertos en la etapa final de su vida. Contando con la colaboración de Valentín Torrado, que grabó las pistas correspondientes al saxofonista, se pudo utilizar la imagen del músico sobre el escenario, en pleno concierto, e incorporar el sonido concreto de su interpretación, empastándola con el propio directo de la banda.

Todo estuvo calculado al milómetro y salió a la perfección. La imagen de Barruso se proyectó sobre un ciclorama, que permite retroproyectar y hacerla visible desde los dos lados, de manera que tanto el público como los músicos que ‘compartían’ escenario podían tener realmente la impresión de que estaban tocando con él una vez más. De hecho, en un momento dado, el propio Barruso se giraba en las imágenes y daba indicaciones que coincidían con las que Rubén Servide estaba dando en vivo a los músicos, de manera que lo dos dirigieron a la vez. Explicó Rubén Servide que se dio al batería una claqueta en tempo que sirvió de base para unificar todo el montaje. El resultado sorprendió, emocionó y sirvió de tributo, no solo para Carlos Barruso, sino para el legado que dejó vivo y creciendo en el seno del Obradoiro de Música Moderna de A Estrada que nació con su nombre.

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