La última feria de agosto sabe a gentío y despedida

Estradenses y visitantes apuran los postreros días de vacaciones antes de que septiembre traiga consigo la vuelta al cole y al trabajo

Paseantes visitan los puestos de la Praza da Feira.

Paseantes visitan los puestos de la Praza da Feira. / N.C.

El centro de la villa estradense ofrecía ayer una estampa de esas de las que vale la pena usar para campañas de atracción de censo. Calles repletas de gente, terrazas a rebosar, puertas de comercios abriéndose y cerrándose con clientela e incluso un grupo de música tocando en directo para los transeúntes de la Calvo Sotelo. En definitiva... una imagen que representa perfectamente lo que es un miércoles de feria en agosto. Sin embargo, todo lo bueno se acaba y la de ayer era la última.

Darlle Bolo y Xan Caamaños 
ponen la nota artística en la 
Calvo Sotelo.

Transeúntes por la calle Calvo Sotelo. / N.C.

Este fin de semana entra el temido mes de septiembre, con todo lo que esto implica. La vuelta al cole o el regreso de las vacaciones reducen considerablemente el gentío que durante el verano da vida a las calles del pueblo. No solo eso, sino que la bajada de temperaturas o el encogimiento de los días dotan a la etapa que está a punto de comenzar de cierta nostalgia, frente al espíritu festivo y despilfarrador de julio y agosto.

La terraza del bar 
Andalucía, a rebosar.

Darlle Bolo y Xián Caamaño ponen la nota artística. / N.C.

Cada miércoles de verano es ajetreado en A Estrada, todos lo saben. Es vox populi que encontrar dónde aparcar el tercer día de la hebdómada es casi misión imposible. No obstante, la feria de ayer presentaba una concurrencia especialmente alta, con los aparcaderos del Teatro Principal y A Casa das Letras completamente llenos y algunos pacientes esperando en el vehículo al acecho de que se liberase alguna plaza. Como si de la área de estacionamiento del Hospital Clínico se tratara.

La Calvo Sotelo, repleta de 
gente en el último día de feria
de agosto.

La terraza del bar Andalucía, a rebosar. / N.C.

Una vez en el centro neurálgico de la villa –entiéndase este como la Calvo Sotelo y la Justo Martínez– lo complicado era encontrar una mesa en terraza para tomarse el café de media mañana. Al adentrarse en la milla de oro estradense, la calle peatonal, el gentío conformaba una masa heterogénea desplazándose de arriba a abajo. Mientras, de fondo, sonaba a jazz e improvisación. Los músicos de Darlle Bolo daban un concierto en vivo ante la Sala Abanca, con la participación de Xián Caamaño, un joven artista local que inmortalizaba la actuación en un lienzo mientras la formación tocaba.

A la hora del vermú, la Zona dos Viños y los bares del centro acogían a aquellos que se resistían a terminar la jornada de compras o los que hacían tiempo hasta la hora de desplazarse al pulpeiro pa disfrutar de uno de los manjares de la gastronomía gallega en las carpas de Rey, Porta o Guerra.

Quizás porque la meteorología acompañaba o porque el final del verano está a la vuelta de la esquina, ayer A Estrada era el pueblo dinámico y con vida que a muchos les gustaría ver todo el año.

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