“En Lalín no hay vivienda, pero construir es un riesgo”

La agencia inmobiliaria Costa cumple tres décadas de actividad

Aurora Regueira Vence  y Antonio Fernández Costa, en las oficinas de la empresa.

Aurora Regueira Vence y Antonio Fernández Costa, en las oficinas de la empresa. / | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

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Perseverancia, ilusión y respeto por el cliente son algunas herramientas básicas en el funcionamiento de una empresa y sobre todo, como la agencia inmobiliaria Costa de Lalín, fundamentales para cumplir tres décadas. La sociedad fundada por Antonio Fernández Costa y Aurora Regueira Vence comenzó su actividad en un bajo de la calle Rosalía de Castro y desde hace una década atiende al público en un local en plena Praza da Vila.

Toño Costa, muy conocido en el municipio, también por haber sido un jugador destacado de balonmano, asegura que el perfil del cliente no ha cambiado tanto en estos 30 años pues la gente, sobre todo joven, busca un hogar para emprender un proyecto vital. Sí aprecia diferencias en el modelo de la gestión del mercado. Explica que en los inicios de la empresa las promotoras buscaban un solar, levantaban un edificio de viviendas y a partir de entonces comenzaba el proceso de venta mediante visitas a los pisos con el cliente. Con el bum del ladrillo, que Costa en Lalín sitúa a a comienzos del presente siglo, los pisos pasaron a venderse ya sobre plano e incluso antes de que la obra estuviese finalizada. Resulta curioso que en un municipio, sobre todo el núcleo urbano, como el de Lalín en el que las grúas se contaban por decenas, actualmente no existan prácticamente pisos a estrenar a la venta. “Me llama mucho la atención que los constructores, hace años, la ganancia de la operación la tenían en los bajos; era su ojo derecho y los aguantaban hasta el final. Después vinieron años que era al revés, que la vivienda se vendía muy bien y los locales comerciales tenían una salida más difícil. Los ciclos van cambiando y las necesidades de los pueblos, también”.

Costa admite que ahora apenas hay vivienda en venta o en régimen de alquiler. Tenemos demanda, pero no hay, hace seis o siete años era al revés”, confiesa. Lalín arrastra varios años en los que la práctica totalidad de los hogares que se venden son de segunda mano, circunstancia que Costa atribuye a que desde 2008 apenas se construyó nada y el mercado solo pudo liberar algunos pisos sin rematar que pasaron a manos de la Sareb. “Hoy sí se podría construir, pero los precios de los materiales están tan inestables que me imagino que la gente no se atreve; no das vendido para defender la obra. La consecuencia de esta falta de vivienda es la bautizada como burbuja del alquiler, cuestión que Costa comparte, al tiempo que entiende que las administraciones públicas pudieron hacer algo más por impulsar vivienda protegida. “Al alquiler subió mucho y el problema más grande es que no hay”.

El empresario atribuye el colapso de la bolsa de vivienda a que se dejase de construir y a que Lalín mantiene un dinamismo empresarial que, sumado a los fenómenos migratorios, conllevan a que se agotasen los hogares en venta o en alquiler. También detecta casos de propietarios que no pueden alquilar porque sus pisos o casas no reúnen las condiciones u otros que prefieren tenerla vacía como segunda residencia o legado para sus hijos antes que arrendarla. Sí mantiene que el sector recuperará su dinamismo, a pesar de que quizá la inversión en el ladrillo se ralentizó. Opina que el interés por vivir en una casa en el rural no es un fenómeno reciente sino adaptado a las necesidades de cada familia.

“Una de las cosas que más echo en falta es que la administración dejase en el baúl de los recuerdos un gran polígono como el de Catasós u otro sitio para que viniesen grandes empresas, cosa que el Lalín 2000 no nos va a solucionar. Si tuviésemos un polígono de uno o dos millones de metros seguro que tendríamos un pueblo, como digo, con tras vistas, pero por lo que fuese se dejó en el tintero. Digo Catasós porque fue lo que se planteó entonces”.

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