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Siete en casa

El senegalés Diallo Ndiaye acaricia su sueño con las manos y consigue, con la ayuda altruista de una viguesa, reunir a seis de sus siete hijos bajo el mismo techo

Diallo consiguió reunir a seis de sus siete hijos junto a él.

La voz de Diallo Ndiaye denota cansancio. Ser padre en solitario es extenuante. Y más cuando uno trabaja todos los días de la semana, sin descanso, y ocupa todo su tiempo libre en procurar que sus hijos estén bien atendidos y no les falte de nada. Si ya no es fácil teniendo en casa a uno o dos pequeños, con una prole como la suya, el día a día tiene que resultar sencillamente agotador. Sin embargo, este senegalés no pierde nunca la sonrisa. Se considera un hombre afortunado que acaricia con las manos el sueño de reunir a todos sus hijos bajo el mismo techo, con el único propósito de asegurar que tengan un futuro mejor que el que les aguardaría en el país en el que nacieron y del que él mismo escapó cuando tenía 18 años. Diallo acaba de llegar de Senegal y ahora en su casa son siete.

La altruista generosidad de una viguesa, que ha preferido permanecer en el anonimato, permitió a este comerciante ambulante –es toda una institución en el mercado de A Estrada, al que acude desde hace años todos los miércoles y sábados– cumplir su anhelo de traerse con él a dos de sus hijas. Previamente pudo llamar a su lado a sus cuatro niños, pero todavía deja en Senegal a su benjamina Ndeye Maty –de tres años y sin el DNI español–, junto a su esposa. El pasado mes de agosto viajó a su país natal con tres billetes de vuelta a España: el suyo, el de Mame Khary y Diama, que este otoño cumplirán diez años.

Diallo consiguió retener las ganas de decirles que había llegado el momento de que ellas también volasen, que se viajasen junto a él para reunirse con sus hermanos en una tierra que –desea– pueda darles muchas más oportunidades; un futuro diferente y más prometedor del que tienen escrito para ellas en Senegal. Diallo explica que, aunque deseaba contárselo desde el mismo momento en que aterrizó, no quería que la alegría hiciese correr la noticia como la pólvora, sencillamente porque no deseaba despertar envidias, comentarios ni, sobre todo, dolor. “Yo pude, pero otros no pueden”, resumió.

Las niñas Mame Khary y Diama, ya en su domicilio de Cuntis.

Relata que compartió con sus hijas su intención pocos días antes del embarque y asegura que se pusieron muy contentas. “Están muy bien, un poco tristes, pero bien”, comparte cuando se le pregunta cómo llevan la separación de la vida que hasta ahora conocieron. “Echan de menos a su madre y a sus amigos, pero saben que aquí pueden hacer algo y allí no pueden hacer nada”, explica este senegalés. Las pequeñas están debutando con el español. “Poco a poco. Son muy listas y ya hablan algo”, asegura su orgulloso padre. Las dos no han perdido el tiempo y están ya escolarizadas en el colegio de Cuntis.

En busca de casa

“Lo que me preocupa ahora es la casa”, confiesa Diallo. Indica que, antes de la llegada de sus hijas, intentó buscar una vivienda un poco más grande para su amplia familia. No encontró nada. Los siete viven en un piso de unos 70 metros cuadrados, con un alquiler de 310 euros al mes. Para este senegalés, el principal problema es que el salón es muy pequeño para que todos puedan hacer vida. “Solo tenemos un sofá porque no cabe más”, indica. Ese mismo sofá es, a la vez, la cama de uno de sus hijos. Comenta que le regalaron “dos camas muy nuevas” para las niñas. Fue a por ellas, pero tuvo que guardarlas en un trastero, también alquilado para guardar lo que no cabe en casa, caso de los dos lechos nuevos. “No encuentro nada. Lo que hay es muy caro. Hay gente que tiene, pero llamo y luego no encuentro”, dice.

En casa de Diallo Ndiaye suena el despertador a las cinco de la mañana. Las mañanas son para el mercado, cada día en un lugar diferente, y las tardes, para sus hijos. Su jornada laboral suele terminar sobre las 15.00 horas, momento en el que emprende el camino de regreso a casa, sabiendo que le espera lavar ropa, tender, limpiar o cocinar. Aunque se confiesa muy cansado, reconoce que sus hijos le ayudan mucho. Con todo, no quiere que carguen con los quehaceres domésticos porque tiene muy claro que ellos tienen ahora que estar centrados en sus estudios, si quieren aprovechar bien la oportunidad que les brinda este cambio de vida.

“Yo quiero ver a mis hijos felices. Yo puedo sufrir, pero no quiero que ellos sufran ni una sola vez. Los niños son mi vida”. Esta es la filosofía que lleva a Diallo a esforzarse un día tras otro. Sabe que tiene por delante meses de adaptación y de lucha para sacar a sus seis hijos adelante, que hay que hacerse hueco en la estrechez. Pero Ndiaye es un luchador. Ha perseguido su sueño hasta ahora y lo ha ido cumpliendo. No se dará por vencido cuando lo tiene tan cerca.

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