La niña que soñó con conocer a una legendaria bandolera

La periodista Laura Filloy Martínez investiga la figura de Pepa A Loba, la mujer que se ganó el título de la Roobin Hood gallega

Rosa de Cabanas puso rostro a Pepa a Loba en su serie “Mulleres imaxinadas”.

Rosa de Cabanas puso rostro a Pepa a Loba en su serie “Mulleres imaxinadas”. / Ana Cela

Ana Cela

Ana Cela

No lo pretende pero, aunque quisiese, la estradense Laura Filloy Martínez no puede ocultar la fascinación que le produce Pepa A Loba, esa mujer que se convirtió en leyenda y de la que ella misma escuchó hablar siendo tan solo una niña, al pie de la majestuosa Sobreira de Valiñas. Allí recibió los primeros datos de la historia de “una tal Pepa”, que luego descubriría como legendaria bandolera. La marcó para siempre. La periodista se ha convertido en una concienzuda investigadora para ir recomponiendo, pieza a pieza, la enigmática vida de una mujer que tiene todos los ingredientes para convertirse en mito, en novela o en un valioso recurso turístico. O todo a la vez.

Filloy Martínez publicó en la revista del Museo do Pobo Estradense Manuel Reimóndez Portela algunos de los resultados de una investigación que, ni de lejos, piensa dar por concluida. Lo publicó bajo el título de Pepa A Loba, a muller que se converteu en lenda, convencida de que solo yendo más allá de una enumeración de datos biográficos se pueden conjugar en una misma persona ese perfil de mujer fiera, cruel, agresiva y capaz de asesinar a sangre fría con el de una persona valiente y con altos valores morales. Las dos vertientes llegan combinadas en el relato esbozado por el imaginario colectivo. De ponerle rostro a Pepa se encargó la artista estradense Rosa de Cabanas, que ilustra el artículo de Filloy con una de las acuarelas de su serie Mulleres Imaxinadas.

Es la tradición oral la que se encargó de difundir la historia de una mujer que, marcada por el agravio y el infortunio, llegó a ser apodada como la “Robin Hood gallega”, detestada por los ricos y poderosos, aclamada por los campesinos. Aunque su origen no está del todo claro, Filloy los sitúa en la parroquia estradense de Couso, apoyándose en autores como Carlos Reigosa, periodista y escritor que es, también, toda una referencia para quienes quieren profundizar en la figura de la bandolera. “Fruto de su intensa labor de investigación, Reigosa certifica que Pepa A Loba fue una bandolera que nació en la parroquia de Couso, A Estrada, en 1935”, expone la periodista.

Huérfana y pobre

Cuando la leyenda y la historia van de la mano, es difícil diferenciar dónde acaba una y empieza la otra. “Lo que parece innegable es que nació en el primer tercio del siglo XIX y fue una de tantas mujeres de la época: huérfana y pobre”, señala la autora. Sumaba a este panorama otro obstáculo: ser hija de soltera. Junto a su madre, a la que llamaban con desprecio A Falucha, aquella niña vivía en una chabola, alejada de la civilización. “La supervivencia era una lucha diaria y Pepa convivió desde su mismo nacimiento con la miseria y la indigencia”, señala el artículo, de cuya lectura se desprende que, además de como una niña sin padre, Pepa llegó ya al mundo marcada a fuego por el abuso, en este caso el de la misma agresión sexual que la engendró.

Tras la temprana muerte de su madre, Pepa cayó en manos de su tía Dorinda, que no vio en ella más que “una herramienta de trabajo”. “De hecho, es aquí donde comienza a nacer la leyenda: un día, en el monte, mientras cuidaba del rebaño de ovejas de su tía, apareció el lobo. Con la valentía que siempre habría de caracterizarla, Pepa se enfrentó a él junto a su perro Lueiro (...) Entre los dos consiguieron darle muerte al lobo, que quedó para siempre impregnado en su nombre”, narra Laura Filloy.

Dorinda intentaría casar a Pepa para cobrar su dote. Se le ocurrió que un candidato idóneo sería Tomás Maraño, dueño de la taberna y hermano de Aurelio Maraño, a la postre el que se presumía que era el padre de la niña. Pese a todo, aquella unión sirvió a Tomás para enmendar todo lo malo que su hermano había hecho. Quería darle a Pepa la vida que se le había negado y llegó a contratar –siempre según el relato de esta periodista– un maestro para su sobrina, Daniel Couso. Además de enseñarle a leer y a escribir, todo indica que Daniel le mostró también que era digna de amar y ser amada.

Sin embargo, de nuevo Aurelio Maraño llegaría para amargar la vida de su hija, ciego de envidia ante la sola posibilidad de que aquella en la que él solo veía una bastarda terminase por heredar a su hermano en su lugar. Fue así como Aurelio mataría a Tomás, no sin que el muerto cayese sobre los hombros de la desgraciada chiquilla. “Fue arrestada, sometida a un juicio amañado y condenada a cadena perpetua en una cárcel de mujeres de A Coruña”. El mito se hizo mayor. Pobreza extrema, violaciones recurrentes a su madre, huérfana, trabajo infantil y acusación de asesinato... Pepa ya no tenía nada que perder. Su único consuelo pasaría a ser dar rienda suelta a la ira que la encendía, primero contra Aurelio Maraño, y después contra todos aquellos que tanto tenían en una sociedad en la que ella nada valía. “El objetivo de Pepa era bien simple: a xustiza pola man, que bien describía Rosalía de Castro”, sintetiza Filloy Martínez.

La bandolera

Pepa escapó de la cárcel disfrazada con los hábitos que le robó al cura que pretendía darle confesión. No había motor más poderoso para empujarla hacia delante como la sed de venganza. Detrás de la barra de aquella taberna Pepa encontraría a su padre –y asesino de su tío– y acabó con su vida a sangre fría. “Quién sabe si aquí nace el lema que describe la filosofía de la bandolera: home morto non fala”, señala la investigadora. Lo único que era seguro era que ahora sí era culpable de asesinato y que no volvería a la cárcel. No tenía otra opción que refugiarse en el monte para vivir como fugitiva. Aquella niña y mujer agraviada se conviertió en una líder indiscutible: la de una banda de hombres que vivían asaltando caminos y cometiendo innumerables robos.

“Cientos de relatos llegan hasta nosotros 200 años después. En A Estrada, una de las historias con más fama es la del atraco a un cura en la Sobreira de Valiñas. Al parecer, Pepa lo ató al árbol para robarle todo lo que tenía”, explica la periodista. Ella misma recoge numerosas anécdotas que se transmiten entre los estradenses al abrigo de la tradición oral y que ayudan a dibujar la figura de esta bandolera. “Mi abuelo recuerda a una familia muy pobre que vivía en Pena Lobeira. La mujer quedó embarazada y Pepa le dejó el dinero a mi bisabuela para que se lo diese a la vecina”, cuenta una estradense. “Mi abuelo siempre dijo que Pepa a Loba dejaba cosas pagadas en la fonda, como el azúcar, y le decía a mi bisabuela que repartiese como ella quisiera”, asegura. “¿Era verdad que robaba? Sí, pero también es cierto que repartía entre la gente pobre”, defiende.

Reconstruir la vida de Pepa A Loba no es de todo posible, al menos desde el periodismo. Realidad y mito se diluyen en ella. Sin embargo, aquella niña que la conoció a los pies de la Sobreira de Valiñas no se dará por vencida. Si en Pepa había liderazgo y altos valores para asegurar justicia, es lógico que también reclute a quienes tratan de encontrar la verdad para dignificar su figura o a quienes creen que A Estrada tendría que aprovechar y engrandecer su leyenda.

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