Cultura tiene de plazo hasta finales de 2025 para reformar la Casa de Don Álvaro

Román Rodríguez y José Crespo firmaron ayer el convenio para que la Xunta analice la situación estructural de la vivienda y el jardín y redacte el proyecto de ejecución de obras

José Crespo y Román Rodríguez firmaron el convenio en la propia Casa de Don Álvaro.

José Crespo y Román Rodríguez firmaron el convenio en la propia Casa de Don Álvaro. / salomé soutelo

Salomé Soutelo

Salomé Soutelo

La emblemática Casa de Don Álvaro dio ayer un paso adelante hacia su apertura como inmueble para usos vecinales, sociales y turísticos. El conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, y el alcalde de Lalín, José Crespo, firmaron en uno de los salones de la planta baja el convenio mediante el que el Concello pone la vivienda y el jardín a disposición de la Xunta, hasta diciembre de 2025.

En estos 2 años y casi nueve meses, Cultura tendrá que hacer primero “un análisis de la situación estructural y constructiva”, que después dará paso a la elaboración del proyecto de ejecución y la licitación de las obras, como explicó el conselleiro. Conocer el estado en que se encuentra el edificio y los espacios de que dispone es imprescindible para evaluar a qué usos públicos puede destinarse, teniendo en cuenta además sus valores arquitectónicos y artísticos.

En este sentido, el titular de Cultura apuntó que “los técnicos tienen que ver qué tiene interés para conservarlo y qué no. Tenemos que mantener lo máximo que se pueda y poder combinarlo con el uso social, vecinal y cultural, que también ja habrá que definir una vez que el proyecto de ejecución esté cerrado, en función de cómo resulten los espacios de restauración”.

El jardín también tendrá un uso público

Ya en una anterior visita en octubre, Román Rodríguez adelantó que Cultura destinará a la restauración de la casa 900.000 euros, de los que 300.000 ya están recogidos en los presupuestos autonómicos de este año. Sobre los 900.000 euros globales, apuntó que “es lo que pensamos que necesita, en un inicio, para la restauración”. Para el conselleiro, la Casa de Don Álvaro, una vez reformada, va a transformarse “en un espacio con una gran vida, por estar en el centro de la villa, por sus características constructivas y por el jardín”, que también pasará a tener un uso público.

Esta casona es uno de los escasos ejemplos que quedan de los pazos urbanos de finales del siglo XIX y principios del XX (ésta fue construida en 1913). Eran casas vilengas asociadas a los notables locales. Y mientras en muchas villas fueron derribadas para dejar paso a otro tipo de construcciones, la Casa de Don Álvaro conserva “las características interiores y exteriores de un momento histórico concreto”, apostilló Rodríguez, que quiso poner también de relieve la calidad del mobiliario que luce el inmueble. El que pueda conservarse compartirá protagonismo con el equipamiento preciso para esa función publica, y que también correrá a cargo de Cultura.

Tanto Román Rodríguez como José Crespo aludieron a esta reforma y a la que en su momento afectó al Pazo de Liñares. Uno es ejemplo de pazo urbano y el otro de casona rural, y ambos se destinan ahora a un uso social y cultural. Pero mientras el Pazo de Liñares estaba en ruinas cuando se adquirió en 2002, la Casa de Don Álvaro invita a conservar buena parte de la carpintería interior y exterior y los muebles que atesoran sus dependencias. “Hay que preservar cosas y hacerla operativa”, indicó el munícipe, que añadió que “cada vez que entramos en esta casa, es muy satisfactorio que nos dejan muchas cosas aprovechables, como esta mesa en la que acabamos de firmar el convenio”.

Uno de las estancias de la Casa de Don Álvaro.

Una de las estancias de la planta superior de la Casa de Don Álvaro. / BERNABE/JAVIER LALIN

La Casa de Don Álvaro es de estilo modernista y mantiene intactos gran parte de los aspecto que caracterizan su autenticidad, como los dormitorios con alcobas, el mobiliario de época del comedor noble o, en la planta alta, el espacio de salón-galería abierto al jardín privado, así como el dormitorio principal. Desde su construcción, en una parte del bajo acogió establecimientos como una chocolatería, una ferretería o, más cerca en el tiempo, la sede del Banco Pastor.