Domingo por la mañana. Ni una nube en el cielo. ¿Calor? Bueno, todo depende de a quién se le haga la pregunta. Al sol se está de maravilla, con esa sensación tan placentera que promete la pronta llegada del verano sin pasar siquiera por la primavera. Cerrar los ojos y dejar que los rayos acaricien el rostro, como si cada poro quisiese gozar del deshielo, aprovechando ese calor para evaporar el frío de todo el invierno. Está la mañana perfecta para estirar las piernas al aire libre, para sacarse la pereza sumergiéndose en la naturaleza. La playa fluvial de Porta Pousada está a menos dos kilómetros del casco urbano de A Estrada. Se echa de menos un carril bici o un paseo que conduzca hasta un paisaje bañado por las aguas del Liñares pero, con todo, el paseo es agradable. Cruzar el puente afila los dientes y ofrece una panorámica del entorno que avala la decisión de abrir este paraje a todos los estradenses. Sin embargo, cuando restan pocos metros para pisar la arena una puerta infranqueable te deja con las ganas. Vaya, vaya… ¿aquí no hay playa?
A Estrada plantó su bandera en esta playa fluvial en el año 2020. Un acuerdo con la Sociedade Deportiva Río Ulla permitió que el Concello pasase a gestionar este recinto, de manera que pudiese ser de acceso libre para todos los vecinos del municipio. Hasta ese momento, el uso de estas instalaciones de recreo y esparcimiento estaba exclusivamente reservado a los socios de la citada entidad. Seguidamente, en 2021 la consecución de un nuevo Taller de Empleo permitió realizar labores de mejora y acondicionamiento de toda esta superficie. Si en tiempos de pandemia la oportunidad de gozar del verano al aire libre se alió al estreno de la playa fluvial como recinto público para A Estrada, no es de extrañar que las cifras de afluencia de los dos primeros veranos –en especial el de 2021– se disparasen. Sin embargo, no deja de sorprender que un espacio como este sea solo para la temporada estival, ofreciendo unas puertas cerradas de par en par cuando uno trata de dar un paseo para gozar del buen tiempo otoñal, invernal o primaveral.
En teoría, la apertura de esta playa al público se fija desde el 15 de junio al 15 de septiembre, si bien es habitual que el Concello decida que los estradenses puedan ir a la playa en junio, julio, agosto y septiembre. Al menos esto fue lo que se hizo en los últimos años, si bien tanto en la primera quincena de junio como en la última de septiembre la ausencia de socorrista lleva a recomendar saltarse el chapuzón. También es cierto que las últimas semanas del mes de septiembre acostumbra a ser el momento en el que se abren las compuertas, de manera que el nivel del Liñares desciende considerablemente.
Cierto es que pocas visitas como las de ahora conceden una visión de las aguas del Liñares tan cristalinas, con ese incesante fluir que las vuelve más cantarinas y vivas. La estampa cambia considerablemente cuando las compuertas se cierran y las aguas pierden este ritmo incansable. Las piedras dejan de verse y los sedimentos terminan recibiendo a quien mete un pie en el agua.
En una mañana como la de ayer el paseo por este entorno, renovado tras la intervención realizada en 2022, sería más que apetecible para muchas familias. Sin embargo, el acceso estaba vetado. Para todos menos para los que, de manera indebida, decidieron no pedir permiso para entrar y destrozaron lo que ahora –al menos durante los años de concesión– es patrimonio de todos los estradenses. Un boquete en la alambrada permitiría el acceso a quien tuviese la mínima intención de adentrarse en un paraje que brinda una robleda autóctona y centenaria.
Recinto de gran valor
La playa fluvial de Liñares se extiende en un tramo de 150 metros en la ribera de este afluente el Ulla y su recinto condensa una superficie de 26.820 metros cuadrados. La parcela, con un elevado valor natural, cuenta con una zona de baño de 2.000 metros cuadrados, siendo el esto del terreno una robleda trufada de paseos, merendero, área de juego infantil y una edificación pensada para albergar vestuarios y bar, aunque actualmente se encuentra en desuso. El Taller de Empleo realizó un saneamiento de este paraje, además de construir mobiliario para equipar esta área de esparcimiento. Tumbonas de madera, mesas, bancos, pérgolas aparcamientos para bicicletas o embellecedores del área de contenedores son algunos de los ejemplos de la impronta de estos trabajadores.
Sin embargo, la playa en A Estrada, aunque ahora pública, es solo para el verano. Lo más probable es que la falta de personal de atención y vigilancia se encuentre al otro lado de la puerta y explique por qué esta da en las narices a quien quiere adentrarse en este entorno para disfrutar de un día de sol, con independencia de la estación del año.
La playa –como las bicicletas– no es solo para el verano, aunque esta lo parezca. En realidad, es un patrimonio natural que se puede gozar en cualquier momento y ocasión. Suerte que un caminito realizado por algún animal sediento haya facilitado el acceso al otro lado del “mar”, convirtiéndose en una pasarela a la playa. Eso sí, quien quiera acceder al arenal, tendrá que mojarse.