El primer copiota de A Estrada

El pionero establecimiento Copistrada cumple 25 años de adaptación continua a los nuevos tiempos pero manteniendo sus señas de identidad

Sindo Villamayor, rodeado de fotocopias, ayer, en Copistrada.   | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Sindo Villamayor, rodeado de fotocopias, ayer, en Copistrada. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / Lois Docampo

En el mes de agosto de 1998, Sindo Villamayor se embarcaba en la gran aventura empresarial de su vida, aunque reconoce que la idea no fue suya, sino de su mujer. “Yo venía del mundo de la restauración de libros y quería enfocar el negocio hacia ese rollo más artesanal pero ella me animó porque aquí en A Estrada no había nada de esto en ese momento. Al final, el mercado fue el que decidió”, recuerda. Desde su apertura en un pequeño local en la Porta do Sol, hasta hoy, ubicado en la calle Gradín con unas amplias instalaciones, el mundo de las copisterías ha cambiado mucho. Atrás queda medio siglo de trabajo, tiempo en el que Copistrada ha tenido y ha sabido irse adaptando a los nuevos tiempos, especialmente a nivel tecnológico, pero manteniendo siempre su esencia inicial.

Empecé con dos fotocopiadoras analógicas, una de ellas de sobremesa, que no valía para nada. De aquella no estaban conectadas al ordenador ni eran láser. Si tenías que hacer 3.000 copias, el scanner tenía que pasar 3.000 veces y al final se rompían seguido las bombillas, era un desastre”, explica sobre sus inicios en 1998, en un bajo hoy hogar de la Panadería Salgueiro. “Era un local de 30 metros cuadrados que antes era una mercería. Aunque después pudimos ampliarlo un poco, no sé cómo pude sobrevivir. Allí daba el sol todo el día y las máquinas antiguas daban mucho calor. Era horrible”, recuerda.

Cuando Copistrada abrió sus puertas, A Estrada carecía de un servicio que sí eran habituales en las ciudades como Santiago. En la villa, la única opción eran las fotocopiadoras que tenían librerías como la Faro, con 25 copias por minuto y sin color. Además, tampoco eran habituales las impresoras en casa. En este marco, la propuesta de Sindo Villamayor tuvo un éxito instantáneo. “Cada mes hacíamos entre 80.000 y 100.000 copias, que no está nada mal”, afirma. Tan bien le iba que en 2006 decidía cambiar de local para el actual en Gradín, donde dispone del espacio suficiente para las numerosas máquinas que tiene ahora, tantas que uno se pierde en la enumeración de todas ellas.

“Ahora las máquinas no se atascan ni dan calor”, explica. “Esto cambió muchos, como pasa con todos los negocios ligados a la tecnología. Todo evoluciona y tú también debes hacerlo. Todavía recuerdo aquel primer móvil que compré cuando abrimos, uno de esos que parecía un ladrillo y mira como estamos ahora. Eso lo resume todo”.

Por el medio, el negocio se fue diversificando. Llegó el textil, las máquinas de corte, el trabajo digital... con aciertos entre ellos como la adquisición de la primera máquina de planos de A Estrada. “Me animaron a comprarla porque en aquel momento se estaba construyendo mucho aquí y tenían que hacer un montón de copias. Salió muy bien”, afirma. “En el 2009 llegamos a ser cuatro personas trabajando pero en ese momento llegó la crisis y por poco morimos en la orilla. Ahora, seguimos aquí, luchando. 25 años dando pedal”.

“Mi éxito es que todavía estoy aquí con 60 años”

Sindo Villamayor remarca que este negocio le ha permitido tener un trabajo siempre “diversificado y entretenido”. Sin embargo, también lo abocó a la “penosa vida del comerciante”. “El bagaje que me queda no es el de un éxito personal o profesional. Es una pena que los autónomos tengamos que desgraciar nuestra vida, trabajando siempre para pagar todas las deudas para intentar tener un mes de vacaciones, y eso los que tienen suerte. Estamos esclavizados”, lamenta. El empresario sin embargo también destaca la parte buena que han tenido estos 25 años de aventura empresarial. Una de esas partes son los clientes, algunos de ellos fieles a lo largo de todo este tiempo. Otro es que, alcanzados los sesenta años, Copistrada todavía sigue adelante a pesar de los momentos mejores y peores por los que pasó. “Mi gran éxito es que, con sesenta años, todavía estoy aquí para contar mi experiencia”, afirma.

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