Casi 8.900 vecinos en riesgo de pobreza tras el estallido del COVID

Son 800 más que antes de la pandemia | Los ingresos medios mensuales de los hogares se recortaron en 50 euros | La salud emocional empeoró en 30 de cada 100 habitantes

Puestos de la feria lalinense, en la primavera de 2020, delimitados para garantizar distancias. |   // BERNABÉ/J.L.

Puestos de la feria lalinense, en la primavera de 2020, delimitados para garantizar distancias. | // BERNABÉ/J.L. / SALOMÉ SOUTELO

Salomé Soutelo

Salomé Soutelo

En la primavera de 2020 el gobierno declaró un estado de alarma de 98 días, entre el 15 de marzo y el 21 de junio, para detener el avance del coronavirus. La enfermedad había irrumpido ya en enero de ese año, pero no fue considerada una pandemia hasta principios de marzo.

El confinamiento supuso un parón en la actividad económica, con expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) o directamente recortes de plantilla y cese de empresas. El IGE ofrece datos sobre el impacto de la epidemia en la situación económica de las familias. En la zona nororiental de Pontevedra, donde se enclavan Deza y Tabeirós-Montes, su efecto en la economía doméstica ha sido más suave que en el resto de la provincia. Pero eso no consuela. Antes de la pandemia, el ingreso medio mensual de los hogares de las dos comarcas eran de 2.310 euros. Tras el estallido del COVID, la cifra se ha recortado en 59 euros para quedarse en los 2.259. A nivel provincial, la caída ha sido de 84 euros, al pasar de 2.339 a los 2.255.

Ingreso medio de 890 euros

Es lógico que desciendan los ingresos del hogar al verse afectados los salarios de sus integrantes. Antes de la aparición del coronavirus, en la zona el ingreso medio mensual por persona era de 890 euros. Tras los primeros meses de pandemia, bajó a los 871. En la provincia, la media ya era superior, de 910 euros, pero los recortes que tuvieron que aplicar las empresas por el confinamiento redujeron ese ingreso medio mensual en 33 euros, para dejarlo casi parejo al de la zona, en 877.

Al caer los ingresos y aumentar el coste de la vida (en 2021, por ejemplo, el gasóleo se encareció un 25,7% en comparación con 2020) suben también las personas en riesgo de pobreza. La tasa de riesgo de pobreza es el porcentaje de personas con un ingreso inferior al umbral de riesgo de pobreza. Ese umbral está en el 60% de 2.096 euros, que son la mediana de ingresos de los hogares gallegos. Ese 60% son 1.257 euros. Pues bien, en la zona nororiental de la provincia la tasa de riesgo de pobreza era del 12,32% antes del COVID, y subió al 13,50% con la pandemia. Esto quiere decir que antes de la primavera de 2020 había 8.040 vecinos cuyos hogares ingresaban al mes menos de 1.257 euros. Pero con la llegada del coronavirus, las personas en riesgo de pobreza con unas 800 más, hasta marcar las 8.818. La cifra de toda la provincia es bastante peor: si antes del coronavirus había 158.223 personas en riesgo de pobreza, tras el impacto económico del estado de alarma y los meses posteriores, la cifra sube a las 163.432. El periodo de referencia es del año 2020

Ya no por áreas, sino por tamaño de municipio, el IGE valora la evolución de la salud física y emocional de las personas tras el desembarco del coronavirus. En los ayuntamientos con menos de 20.000 habitantes, donde se enclavan todos los de la zona salvo Lalín y A Estrada, 33% de los encuestados admite que su salud emocional empeoró. Este porcentaje rebasa el 37% en aquellos municipios con entre 20.000 y 50.000 habitantes. Esa salud emocional no se vio alterada para el 63% de los vecinos de municipios pequeños ni para el 59% de los de tamaño medio.

La llegada del COVID y las restricciones de movilidad y relaciones sociales tuvieron menos efecto en la salud física. En los ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes, empeoró en casi el 20% de sus habitantes. El porcentaje es similar en los concellos con entre 20.000 y 50.000 vecinos. La ratio es muy parecida entre los concellos si hablamos de las personas que necesitaban consultar a un médico o a un dentista y no lo hicieron a causa de la pandemia: fue la decisión que tomó el 26,1% de los vecinos de concellos pequeños, y el 27,9% de los de tamaño medio. En este caso, el periodo de referencia es entre marzo de 2020 y julio de 2021.

GENTE APLAUDIENDO EN BALCONES DE UNOS PISOS DE LALIN A LAS 20 HORAS CUANDO SE CUMPLÍAN CUARENTA DIAS DE CONFINAMIENTO EN LA CRISIS SANITARIA DEL CORONARIVUS.

Gente aplaudiendo en los balcones, cuando se cumplían 40 días de confinamiento. / BERNABE/JAVIER LALIN

Tiempo con otros miembros de casa

El confinamiento primero y las restricciones en actividades de ocio y transporte después cambiaron las formas de relacionarse y las actividades de ocio. El IGE analiza, también por tamaño de municipios y en el periodo entre la primavera de 2020 y julio de 2021, a qué se dedicaba ese tiempo encerrados en casa o a la espera de que mejorasen las restricciones para acudir a conciertos, fiestas patronales o para reservar un viaje. En los concellos con menos de 20.000 empadronados, los porcentajes más altos corresponden, por este orden, a la realización de llamadas o videollamadas a familiares, tiempo dedicados a las personas con las que se convive y llamadas o videollamadas a amistades.

Las actividades que menos incrementaron su dedicación son hacer ejercicio físico, manualidades y jardinería. En los municipios de entre 20.000 y 50.000 vecinos, se incrementaron las llamadas y videollamadas a familiares, tiempo para charlar o jugar con otros miembros de casa y llamadas o videollamadas a amistades. A la cola están las labores de jardinería, la práctica de ejercicio y labores de costura o manualidades. A la hora de hablar de determinados hábitos, la pandemia redujo la afluencia al cine, teatro o conciertos, así como al gimnasio o a la piscina.

Sí se mantuvo, a grandes rasgos, la asistencia a peluquerías, ya que estos centros fueron considerados servicios esenciales. Como es obvio, hasta mediados de 2021 decayeron actividades como los viajes al extranjero o reservas en restaurantes.

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