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Los pulpeiros cierran un verano de mucha actividad, pero que no supera el de 2019

Las subidas de los costes reducen los beneficios pese a trabajar más que otros años | Preocupa el encarecimiento del pulpo, que se paga al doble que hace unos años

Un hombre corta pulpo en la Rapa de Sabucedo este verano. | //BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Este primer verano de normalidad está ahora llegando a su fin, con el otoño a la vuelta de la esquina y septiembre diciendo adiós a las últimas romerías. Es pues, un buen momento para hacer balance de lo que este ejercicio supuso para las pulperías de las comarcas.

En A Estrada, Amador Porta, de Pulpería Porta, cuenta que “el verano fue muy bueno, se trabajó mucho. La gente estaba animada, tenía ganas de fiesta”. Con todo, el beneficio no fue el que se esperaba, “trabajamos más pero ganamos menos. Los costes han subido mucho desde la pandemia, para ganar lo mismo que en el 2019 tenemos que hacer el doble”. Son muchos los gastos que se han incrementado en este sector, por un lado está el aceite y el pulpo, ingredientes sine qua nom de su plato típico. Pero además, también deben hacer frente a una subida en la seguridad social de sus empleados temporales, a los desorbitantes precios del gasoil y a la temida factura de la luz.

Porta señala que “el pulpo se está pagando a 18 euros sin IVA, es el doble de lo que se estaba pagando el año pasado, sin ir más lejos. Lo mismo ocurre con el aceite, a dos euros la botella. Para trabajar nosotros usamos un palet al mes, que son unas 1.000 botellas. Lo que nos deja 2.000 euros solo en aceite. Con el gasoil, yo solía usar un depósito de 2.000 litros cada 15-20 días, eso eran 3.000 euros, pero ahora son 6.000. Y de corriente pasamos de pagar 700 euros, a 1.600”.

Es por ello que desde Pulpería Porta se observa con recelo el futuro cercano, con su frío invierno, en el que la actividad se verá drásticamente reducida, pero los gastos se mantendrán.

Esto viene a sumarse a las dificultades pasadas durante la pandemia, cuando debían mantener aforo, se cancelaron la gran mayoría de fiestas, y su agenda estival estaba prácticamente vacía. Fue entonces cuando el regente estradense se planteó poner fin a toda una vida sirviendo octópodo: “era un problema. Los proveedores se portaron bien pero aún así había muchas cosas que debía seguir pagando mientras apenas generaba ingresos. Tuvimos que pedir créditos y ayuda a los allegados. Si llegan a tardar un poco más en relajar las medidas, habría tenido que echar el cierre”.

Por fortuna, este verano vino a compensar un poco los dos años de incertidumbre y precariedad, por lo que parece que aún queda Pulpería Porta para tiempo.

Por su parte, Daniel Iglesias, al frente de Pulpería Constante, en Silleda, coincide completamente con su compañero de gremio. Asegura que “ha sido un verano cargado de trabajo, pero no fue tan bueno como los anteriores a la pandemia. La gente está más animada pero no hay dinero”. Iglesias menciona también el encarecimiento del pulpo, y recuerda un año, el 2018, en el que pagaba esos precios por la escasez de este cefalópodo. Otro problema con el que se encontró fue la falta de personal, muy sonada en los pasados meses– “hay falta de gente y falta de vocación. No es la primera vez que cuento con tres o cuatro camareros, y varios de ellos no se presentan”. En este aspecto, Iglesias cree que, de seguir así, la tendencia avanza hacia un establecimiento para ir a recoger el pulpo, pero no para comerlo in situ– “si no hay personal, no va a quedar otra”.

Asimismo, Nélida Rey, de Pulería Rey, suscribe las palabras de sus dos compañeros, pero pese al encarecimiento de los costes, ni ella, ni Porta ni Iglesias subieron los precios de la ración. La finalidad es no acribillar al cliente “que también lo está pasando mal, y si subimos los precios, no va a venir”, apunta Rey. La gran mayoría de estos negocios cuentan con varias generaciones de trayectoria y una clientela fiel. Tanto mayores como jóvenes disfrutan del pulpeiro, y es que el pulpo á feira en casa simplemente no sabe igual.

Preocupación por el invierno y la crisis económica

El verano fue bueno, pero apenas dio para hacer colchón para enfrentarse a las vacas flacas del invierto. Muchos temen que esto sea “pan para hoy y hambre para mañana”, dada la sombra de una crisis económica feroz que pende sobre las cabezas de muchos. La inflación, sumado a los dos años de pandemia que acarrean muchas empresas, hacen que la gente sea más cuidadosa a al hora de gastar por miedo a que vengan tiempos de ajustarse todavía más el cinturón. El verano fue una suerte de desahogo, la recompensa merecida, pero ahora que llega el mal tiempo toca volver a la realidad. Uno de los grandes miedos de las pulperías locales es precisamente que, con el avance de la recesión, la gente deje de salir y de consumir. Nélida Rey afirma que “los medios meten mucho miedo a la gente, sería mejor que no lo hiciesen, porque si hay miedo a consumir es el fin de muchos negocios”. Con todo, las esperanzas quedan puestas en los mercados, o “feiras”, semanales, que al parecer están cogiendo popularidad. Así como las bodas, bautizos, comuniones y otras reuniones del tipo, de las que se benefician los que tienen servicio de catering. Esperan que el negocio pueda sostenerse así hasta abril, comienzo de la temporada alta de nuevo.

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