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Los últimos churrascos del Rabasa

La parrillada de Taboada cerrará sus puertas el próximo día 25 por la jubilación de sus propietarios | La calidad de la carne fue la base de su éxito durante más de 25 años

Manuel Limia y Celia Iglesias, con su hijo Daniel, delante de la parrilla de su restaurante. Bernabé/Javier Lalín

Como la de tantas personas nacidas en las décadas de la postguerra, la historia de Manuel Limia Conde, de 67 años, y Celia Iglesias Iglesias, de 64, no se entiende sin la emigración. Andorra fue su tierra de oportunidades y allí nacieron sus dos hijos, José Antonio y Daniel. Con el dinero ahorrado, en 1996 regresaron a Galicia con la idea de trabajar por su cuenta y, al año siguiente, el 10 de julio, pusieron en marcha Parrillada Rabasa.

Manuel ya había hecho sus pinitos como parrillero en el país de los Pirineos, en donde es muy típico hacer barbacoas los fines de semana. “A mi padre le salían muy, muy bien y, como mi madre era buena cocinando, decidieron montar la parrillada”, apunta el benjamín de la casa, que en los últimos años se ha implicado de lleno en un negocio que mamó desde la infancia.

Daniel, junto a sus padres, en el comedor del restaurante. BERNABE/JAVIER LALIN

En contra de lo que mucha gente piensa, el nombre nada tiene que ver con la popular moto, sino que fue un homenaje a la emigración que permitió a la familia prosperar. “Mi padre tenía una empresa de construcción con ese nombre allá y, como le fue bien, le pusieron el mismo nombre”, explica Daniel. [La Rabassa es el nombre de un pueblo andorrano y su estación de esquí].

La oportunidad les llevó a Taboada, en donde ninguno de los dos tenía raíces. Manuel era natural de otra parroquia silledense, Fiestras, mientras que Celia procedía de Arca (A Estrada). Pero cuando venían de vacaciones a Galicia, todos los años pasaban por delante de una finca con un cartel de “se vende” situada al pie de la transitada N-525. Así que decidieron comprarla para levantar su casa, ya que, por aquel entonces, ni se les había pasado por la cabeza la idea de montar un negocio. “Solo la compramos para vivir”, rememora el matrimonio, que ya llevaba años buscándose la vida lejos de su tierra.

Con solo 16 años, Manuel marchó a trabajar al País Vasco, en Ferrovial. Dos años después se fue a Francia y, finalmente, recaló en Andorra durante 18 años. Celia llegó al principado en 1980 y trabajó en un hotel. Ya estaban juntos, pues se habían conocido en una fiesta cerca de A Estrada. Pero al hombre le salió trabajo en Andorra y se fue, y tres años después se le unió la mujer. Allí lograron ahorrar lo suficiente para retornar a Galicia y montar su propio negocio.

Lo que en principio iba a ser solo una vivienda se convirtió pronto en un restaurante con una excelente ubicación. “Estar en una general claro que ayuda mucho, ya que la gente de paso, a la hora de comer, para en los restaurantes que están al lado de la carretera y no se suele desplazar”, explica Daniel. Pero el sitio no lo es todo, ni de lejos. “Obviamente, estar al lado de una vía con tanto tráfico como la N-525 aporta mucha clientela, pero tenemos mucha gente fiel desde que abrimos que ya son como de la familia”, declaran los propietarios.

“La garantía del éxito es tener buena calidad y ser continuos, después el éxito viene solo”, subrayan. Y el secreto del Rabasa siempre ha estado en “tener una carne de calidad, carne de Deza, ya que nuestros proveedores son carniceros de aquí de la zona”, indican. “Al final, todo lo que compramos para el consumo de nuestro bar es todo de gente de la comarca, que es de la que vivimos”, añaden. En definitiva, “la base del éxito es un mix de cosas: Calidad del producto, continuidad, cercanía con la gente y darle facilidades”, resume Daniel.

Mejor y peor momento

Los mejores años llegaron después del COVID-19. “Desde que abrimos después de la pandemia hasta ahora estamos seguido a tope, y eso es de agradecer”, declaran. Atesoran una anécdota reciente: “Nos reservaron una mesa y resulta que era la orquesta Olympus, Sabela, etc. –relatan–. Después de comer empezaron todos a cantar e desde entonces siempre que vamos a una fiesta nos dedican una canción a la Parrillada Rabasa”.

Por el contrario, el peor momento fue cuando vino el mal de las vacas locas. “A la gente le tiraba para atrás comer carne y tuvimos una temporada algo floja”, recuerdan.

Nada que ver con el movimiento que registra el negocio en los últimos tiempos, más si cabe desde que anunciaron que cerrarán sus puertas el próximo 25 de septiembre, por jubilación de Manuel y Celia, que justamente cumple los 65 años el día 24. ¿Será un cierre definitivo? La decisión es de Daniel, enfermero de profesión y hostelero de tradición y vocación.

A diferencia de su hermano mayor, que no quiere saber nada de este mundillo, a él siempre le gustó la restauración. Por eso, ya cuando trabajaba como sanitario en residencias o en el hospital, regresaba en sus días libres a ayudar a sus padres. “La hostelería es muy, muy bonita, pero también es muy atada, no libras un fin de semana, un festivo..., tú trabajas cuando el resto lo está pasando bien. A la vista está que no hay personal para trabajar en ella”, confiesa el joven, que cumplirá 30 años en diciembre. El futuro del Rabasa está ahora en sus manos.

“Nunca se sabe, la vida da muchas vueltas. Vuelvo a decir que a mi la hostelería me gusta mucho y quién sabe si dentro de cinco o diez años volveremos a abrir un Rabasa 2.0”, concluye, entre risas. De momento, termina con un agradecimiento “a toda la gente que en estos casi 26 años ha pasado por nuestra humilde parrillada”.

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