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La sequía y el calor afectan a la cosecha de miel de castaño y de silva

Sí fue una buena campaña de brezo por la ausencia de heladas | Por el momento, los fuegos forestales no arrasaron producciones

David Liñares en uno de sus colmenares, localizado en Vilatuxe. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

A finales de este mes y comienzos de septiembre comenzará la recolección de miel en las comarcas. Este alimento, como los productos de huerta, no pudo evitar el tremendo impacto de meses de sequía y de temperaturas fuera de lo común.

“Aquí en Lalín, la primera mitad del año sí hubo una buena cosecha de brezo, pero la segunda, de castaño y silva se vio muy afectada por el calor”, explica David Liñares, apicultor de Gresande y responsable de la marca Miel Liñares. En un año normal, lo lógico sería que la miel de brezo fuese menor, por las heladas, y que sí abundase la de castaño y silva. Pero la crisis climática se encargó de que apenas cayesen heladas, y además “desde la Feira do Mel de Lalín hasta mayo, apenas llovió y hubo temperaturas de 18 ºC, lo que permitió trabajar a las abejas”. Lo peor vino desde finales de la primavera hasta ahora, con temperaturas muy extremas “que solo permitían a las abejas recolectar néctar hasta las nueve o diez de la mañana” y en plantas muy resecas debido al viento nordés, explica Liñares.

Antonio Gómez, de Mel do Saldoiro, resume de forma muy parecida la actual campaña. “El brezo fue bastante bien en esta campaña, pero en silva y castaño la flor aguantó menos tiempo, por el intenso calor. Recuerdo que en brezo, el año pasado llovió mucho durante la primavera y eso afectó a la producción”.

David Liñares comenzó su producción en Gresande, donde tiene núcleos. Las colmenas están repartidas en varias zonas de Red Natura. Uno de los colmenares se localiza en Vilatuxe y, al igual que Antonio Gómez, no tuvo que lamentar pérdidas por los incendios de este verano en zonas de Rodeiro o el más reciente de Lebozán, originado en O Irixo. “Yo tenía colmenas en Bustelo [una de las aldeas afectadas por este fuego], pero el viento cambió de dirección y no me afectó”. El pasado 29 de julio, la Xunta publicaba en el DOG una línea de ayudas para apicultores afectados por los incendios, tras el tremendo siniestro que quemó más de 22.600 hectáreas en O Courel y Valdeorras. Las cuantías son de 120 euros por cada colmena muerta, y alimento subvencionado con 100 euros por tres meses, con un límite máximo de 3.000 euros.

Dos años para regenerar

Sobre estas ayudas de la Consellería do Medio Rural, Liñares considera que son insuficientes, porque dentro de cada colmena quemada seguramente se han perdido 20 ó 25 kilos de miel, a cuyo precio hay que sumarle el de la caja, en torno a 45 euros. Y si cada colmena está asegurada en 100 euros, queda todavía más claro que la ayuda de la Xunta no cubre. Para más inri, cada vez que se produce un incendio, la flor de la que se alimentan las abejas tarda más de dos años en regenerarse, con lo que no queda otra que mudar las colmenas de sitio. Y siempre, cerca de zonas donde puedan abastecerse también de agua.

El trabajo apícola tampoco está exento del encarecimiento de los materiales. “Lo que más se nota es la subida del gasóleo”, explica Antonio Gómez. Mel do Saldoiro decidió incrementar el precio final de sus productos, y no prevé aplicar una nueva subida en la presente campaña. “Voy cubriendo gastos”, indica este productor de Albarellos.

Imagen de archivo de un nido de velutinas en el cementerio de Ponte, en Silleda. BERNABE/JAVIER LALIN

Las velutinas cobran fuerza

Antaño, la miel en Deza solía recogerse en septiembre, pero las noches son más largas y la humedad podía licuar demasiado el producto. La meteorología también impacta en la actualidad en otra cuestión vinculada a la apicultura: la lucha contra la Vespa velutina. Esta especie invasora tardó este año en construir sus nidos, y cuando lo hacía coincidió justo con la etapa de ensilado o de cosecha de patatas, con lo que los apicultores y vecinos relajaron su trabajo de erradicación.

El Concello de Lalín, es cierto, volvió a organizar su Gran Prix da Velutina, en el que se proclamaron vencedoras las parroquias de Vilatuxe, Soutolongo y Noceda. Pero no es suficiente. David Liñares recalca que “hay velutina para dar y tomar. En Vilatuxe atraparon un montón de reinas, pero en Vila de Cruces, donde tengo colmenas, hay muchísimas. La gente no colocó tantas trampas como en otros años”, y eso se ve en las cifras de avisos solo en Lalín: en ejercicios anteriores, hubo unas 600 alertas, y el año pasado se quedaron solo en 50. Por eso, el relax de estos últimos meses solo puede traer un repunte de esta especie. “Nos quedan dos meses o dos meses y medio de actividad, el problema va a ser el año que viene, porque van a quedar muchas reinas”, apostilla Liñares.

Y es un problema no tanto para los apicultores, que disponen de medidas de trampeo y protección, sino sobre todo para los vecinos. En los últimos años, la avispa asiática ha pasado de construir su colmena en las copas de los árboles o en los aleros de viviendas abandonadas, a una considerable altura en ambos casos, a esconderse entre silvas o incluso en casetas de motores de pozos y cerca de viviendas habitadas. ¿Por qué? Porque lo que les interesa es tener alimento (frutales y colmenas de abejas) cerca. “No podemos volver a relajarnos”, recalca Liñares. Desde mediados de julio, además del número de teléfono 012, también funciona un chat para comunicar a la Xunta la presencia de nidos de velutina.

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