La arena del curro de Sabucedo es un lugar místico. Olores, adrenalina, emoción, dolor y miedo se conjugan en un espacio demasiado pequeño para dar cabida a docenas de caballos y una treintena de aloitadores. Cuando las puertas del anfiteatro se cierran, dentro comienza una lucha diferente, un cara a cara que hace vibrar a los espectadores sentados en las gradas. Entre vítores, sonidos de exclamación y aplausos la Rapa se disfruta gracias al regalo de poder sentir un mínimo de lo que abajo se vive entre golpes y sofocos.
Sin embargo, en el escenario que conforman cada año sobre la arena del curro los aloitadores y bestas destaca un elemento extraño. Mimetizándose y por momentos perdiéndose entre los cuerpos y el polvo, un grupo de fotógrafos y cámaras corren entre los caballos como aquel que se mueve entre figuras de cristal intentando no romper nada. Con la cámara como protección ficticia y tirando de instinto de supervivencia más que de sentido común, estos profesionales –seleccionados cada año entre los numerosos medios que solicitan su acreditación– intentan captar la esencia de la Rapa allí donde alcanza su punto más álgido.
El resultado de su arriesgado paso por la arena del curro es siempre una mirada diferente de esta tradición milenaria, la mirada de los aloitadores y bestas, con un campo de visión dividido entre la multitud y el caos absoluto. Polvo, piel, marrones, oscuridad y, allí, en medio, dos aloitadores tratando de agarrar la cabeza de un caballo que lucha como si su vida se le fuese en ello. Un ráfaga rápida y no hay tiempo para más antes de levantar la vista y alejarse de las bestas que ya se acercan por un lado. El resultado, se verá después, tras horas excarvando entre los cientos de imágenes tomadas esa jornada y con el regusto de la adrenalina todavía palpintando en el cuerpo.
De los 150 medios acreditados en esta rapa solamente unos pocos dieron el paso de entrar en el curro. Lo hacen por turnos de tres en tres para no estorbar a unos aloitadores, que comprensivos, cuidan y comparten su espacio con esos extraños cuyas imágenes recorrerán el mundo llevando el nombre de la Rapa.