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La normalidad vuelve a la escuela

Los centros educativos de la zona analizan las consecuencias de la pandemia en el alumnado a pocas semanas de finalizar el segundo curso desde el inicio de la crisis sanitaria

Niños estradenses y sus familias, a la salida de clase en el CEIP Pérez Viondi de A Estrada. | // BERNABÉ/ ANA AGRA

Se acerca el final de curso del segundo año desde el inicio de la pandemia. Desde entonces, los centros educativos de la zona, al igual que los del resto del territorio nacional, y del mundo, han tenido que adaptarse de forma abrupta a los diferentes estadios por los que la gestión de la crisis sanitaria pasó, y con ellos su alumnado. Desde las clases telemáticas, y los deberes en casa, a ir al cole con mascarilla, relacionarse en grupos burbuja, pantallas para separar pupitres y no poder compartir los juguetes. Todos estos cambios se dieron en el plazo de dos años, o como los niños miden el tiempo, dos cursos académicos.

Es de esperar que, en mayor o menor medida, todos estos acontecimientos afectasen a los más jóvenes, tanto a nivel académico como a nivel psicológico. Por ese motivo, y para comprender mejor cómo están creciendo las generaciones venideras, este medio ha preguntado a varios centros de la zona sus impresiones al tratar con los estudiantes durante los cursos post-COVID.

En el CEIP Pérez Viondi de A Estrada, la orientadora, Lidia Rodríguez, cuenta que “lo notamos más ahora. Agradecen mucho sacar la mascarilla, por ejemplo. Para ellos esto supone una apertura social, algo muy positivo”. En este centro tuvieron la iniciativa de hacer un cuestionario a alumnado y familias al empezar las clases en septiembre de 2020. La finalidad era conocer mejor en qué estado se encontraban tanto una parte como la otra después de duro reto que supuso el confinamiento. Ahí, confiesa la Rodríguez, percibieron que había “mucho bloqueo emocional”, y añade que “son niños, pero de repente no podían abrazarse, ni tocarse. Ahora se está abriendo más, pero seguimos con los grupos burbuja”.

Esto en cuanto a la cuestión psicológica, mientras que a nivel académico, la profesional afirma que “pudieron verse las desigualdades sociales. Quien tenía acceso a internet y demás material tecnológico para acceder a las clases, quien contó con ayuda por parte de los progenitores para hacer las tareas y sacar el curso adelante, y quien no. Estos últimos llegaron con más dificultades, pero gracias a los esfuerzos conjuntos de la comunidad educativa, se están salvando las distancias”.

En general, desde este CEIP del casco urbano estradense, parece que se está recuperando la normalidad, y resolviendo poco a poco las posibles consecuencias negativas de la crisis sanitaria.

Estas declaraciones van muy en la línea de las de Montse Uzal, la jefa de estudios de otro colegio de A Estrada, el CEIP Figueiroa. Ella comenta que “cuando más lo notamos fue a principios de curso del año pasado, al retomar las clases presenciales. Pudo verse que las restricciones y el confinamiento habían pasado factura”, aunque puntualiza que “de todos modos, los niños se adaptaron muy bien a las nuevas normas, mejor incluso que los adultos”.

A nivel académico reconoce que “pensamos que lo estábamos haciendo muy bien, y se hizo lo que se pudo, pero al final te das cuenta de que era un sistema muy metódico. Para que la enseñanza sea competencial debe ser social, cada alumno aprende del otro, pueden ver formas de entender las cosas o de reaccionar que son distintas a las suyas”. No obstante, explica, “no todo fue negativo. Creo que con esto han aprendido que tienen una amplia capacidad de adaptación, incluso a situaciones tan adversas como lo fue esta. También desarrollaron enormemente su destreza con las herramientas digitales, lo que les será muy útil al pasar al instituto”.

Por otra parte, en el CEIP Manuel Rivero de Lalín, la docente Mª Luisa Penido sostiene que “nosotros a penas lo notamos. Realizamos un plan de recuperación de curso para paliar los desajustes del confinamiento que nos funcionó muy bien. También seguimos los protocolos establecidos por las autoridades educativas, como los horarios espejo y demás”. Una lectura bastante similar a la que hace Chelo Rodríguez, directora del CEIP Silleda, que comparte “puede que algo les afectase, pero nosotros apenas lo notamos. El año pasado hubo clase normal, pero con mascarilla y grupos burbuja, eso sí influyo. Este año es más normal. Los pequeños se adaptaron muy bien”.

Percepciones en secundaria

Quizás por lo jóvenes que son, en primaria semeja que fue más fácil revertir los efectos de la pandemia y el confinamiento. En cambio, las impresiones en secundaria son diferentes.

El vicedirector del IES Ramón Aller Ulloa de Lalín, Santiago Cerviño, asegura que “sí se notó, especialmente en los grupos de primero de ESO. Es lo normal, dado el cambio radical que sufrió el sistema. Por suerte, pudimos adaptarnos bien. Aún así, es evidente que los chicos tienen muchas ganas de desahogarse, de recuperar el tiempo perdido”.

En cambio, la orientadora del IES Antón Losada de A Estrada, Sara Santos, va más allá y explica que “hay más ansiedad, desmotivación y tristeza generalizada. También subió el número de alumnos medicados por trastornos relacionados con la salud mental. A nivel académico hay falta de concentración, en los primeros niveles de la ESO dificultades en las composiciones de texto, faltas de ortografía, y cuesta coger un buen ritmo de estudio. Los efectos más acusados se notan en los cambios de etapa, de primaria a la ESO y de la ESO a Bachiller”.

Los psicólogos aportan una lectura diferente

Parece que en los centros no se nota demasiado el impacto de la pandemia en los niños y jóvenes de la zona. En cambio, las consultas de psicología para este sector de la población han aumentado en los últimos dos años. La directora del CIM de A Estrada, Marga de la Calle, afirma que “nos llegan muchas consultas de madres en relación a sus hijos, preguntando a dónde pueden llevarlos, y directrices para gestionar los problemas acarreados por la pandemia”. Cuando esto ocurre, de la Calle los deriva a la atención primaria, pero explica que “no muchos pasan el filtro de pediatría para acceder a psicología clínica o psiquiatría, parece que en este sector todavía no cala el mensaje de que los trastornos mentales también pueden aparecer en edades tempranas”. Una postura que comparte el psicólogo Carlos Vila, que insiste en la importancia de comprender que “los niños también pueden estar deprimidos. No pueden estar siempre pasándolo bien y riéndose. En este aspecto hay un problema a la hora de transmitirles que esas emociones son normales, y necesarias en su justa medida”. En la consulta lo que más nota Vila son “los problemas para volver a socializar, el miedo al contacto, o la dificultad para lidiar con la frustración y otras emociones”. Para él, el sistema “falla al no poder adaptarse a las particularidades de los más pequeños, ya que muchos sí necesitan otro método de aprendizaje”.


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