En noviembre de 1983 el matrimonio formado por Ramón Otero y Lola Junquera abrieron las puertas de un local que con el tiempo acabó formando parte del paisaje más reconocible de la parroquia cruceña de Merza. Ahora, casi 40 años después, la pareja ha decidido bajar la persiana al mítico Bar Sailor, un lugar por el que pasaron generaciones enteras de cruceños y de foráneos en busca de un buen rato. Moncho y Lola no han encontrado continuidad en la familia y por eso decidieron con mucha pena dejar el negocio. Lola asegura que lo siente “sobre todo por la clientela maravillosa” que tuvo en todos estos años de trabajo.

El Sailor debe su nombre a la década que Moncho Otero estuvo navegando en la Mercante por medio mundo. Su mujer todavía recuerda las peripecias por las que pasó su marido antes de volver a tierra para iniciar una aventura detrás de la barra de un local alquilado. Ella achaca el éxito inicial de su establecimiento a que “fuimos de los primeros que en los años 80 poníamos películas de vídeo, algo que entonces era toda una novedad”.

Lo cierto es que una vez conocido el cierre del Sailor, las redes sociales se inundaron de felicitaciones a esta pareja en forma de recordatorio. “El Sailor siempre será nuestro bar, donde Moncho y Lola nos vieron crecer desde detrás de la barra cuando nos cambiaban las 25 pesetas para la maquinita de marcianitos y años después dándole la contraseña de la wifi a nuestros hijos”, se pudo leer en Facebook una vez se conoció la triste noticia en toda Merza. Y es que el Sailor fue mucho más que un bar al uso. Tertulias de política, de fútbol, local de reuniones del movimiento contra la línea de alta tensión de Redesa, charlas de solucionar el mundo hasta las tantas o esas apuestas hechas pero que nunca se cobraban formaron parte de su idiosincrasia. Los clientes del Sailor nunca lo olvidarán, como también mantendrán vivo en el recuerdo su genuina “vitamina”, el vermú mezclado cuya receta se llevan con ellos Moncho y Lola, y que muchos de sus clientes querrían conocer para seguir llevando consigo un trozo de su bar más querido.

El Sailor cierra pero su espíritu permanecerá en unos vecinos que jamás olvidarán los buenos momentos pasados junto a Moncho y Lola en su histórico local.