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La hostelería, lastrada aún por el límite de comensales y el pasaporte COVID

La distribución de las mesas afecta sobre todo a la facturación de los locales más pequeños | El fin de las restricciones horarias apenas tuvo impacto en los restaurantes

Un comensal muestra su pasaporte COVID en el restaurante Cabanas. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Este sábado era la primera jornada sin límites horarios en la hostelería. Hasta ayer, bares, restaurantes y cafeterías podían abrir hasta la una de la madrugada, entre semana, y hasta la 1.30, los fines de semana. A partir de ahora, y gracias a lo que parece el final de la pandemia, atenderán al público hasta la hora que marque su licencia. “A nivel horario, el fin de esta restricción apenas nos afectó”, apunta Álex Iglesias, del restaurante Cabanas y vocal de la Asociación de Empresarios de Deza.

La hostelería sí nota, y seguirá haciéndolo mientras dure la restricción de comensales por mesa: 8 en interiores y 15 en exteriores. Estas cifras dieron un vuelco tanto a las cenas de empresa de Navidad como a cualquier celebración familiar o, por supuesto, a las tradicionales pandillas que se acercaban durante estos meses a degustar un Cocido. “Si antes venían grupos de 30 personas, ahora los tenemos de 8” explica Alberto González, de Casa Currás.

A los restaurantes no les quedó otra que atender a sus clientes, pero repartiéndolos en pequeños grupos y manteniendo siempre la distancia de seguridad entre mesas. Así, en el Cabanas “sí podemos colocar dos mesas de cuatro personas, con separación de un metro entre ellas, pero el problema es más grave para los locales pequeños”. Si antes de la pandemia su aforo ya era reducido, desde el estallido del COVID, con las limitaciones de clientela, su actividad se ha visto muy mermada.

Clientes sin documentos

Pero de momento, tanto la reducción de comensales por mesa como el uso de mascarilla en el interior de los locales está en vigor, para evitar riesgos de contagio tanto para los comensales como para los propios trabajadores de los locales. Y también sigue en pie, al menos hasta el 26 de este mes, la obligatoriedad de enseñar el pasaporte COVID para poder entrar en restaurantes, bares y cafeterías, pero también en pubs, discotecas, residencias de mayores y de personas con discapacidad, albergues turísticos, establecimientos deportivos cerrados con actividad física no federada o en eventos multitudinarios.

Durante estos meses, los locales de hostelería tuvieron que asumir un trabajo más, pidiéndole el pasaporte COVID a cada cliente. “Tenemos un camarero que se dedica a revisar cada pasaporte, pero al principio mi tía se encargaba de pedir estos documentos y también de explicarles a los clientes cómo podía obtenerse el certificado”, recuerda Álex Iglesias.

Ahora, la mayoría de los comensales se ha acostumbrado ya a entrar con el documento en papel en la mano, o a mostrarlo en el teléfono móvil. Pero al principio, hubo que hacer un notable trabajo de concienciación ciudadana, recordando que “si entraba la Guardia Civil y había una persona dentro sin el pasaporte COVID, podían multar al local”. Desde Casa Currás, Alberto González recuerda algún que otro roce con clientes que pretendían acceder al local sin este documento. Alguno hasta intentó entrar con el pasaporte de otra persona, tirando de picaresca. “Es cierto que sí ralentiza nuestro trabajo, el tener que pedir el certificado”, admite.

La Zona dos Viños de A Estrada vuelve a la rutina

Los bares de laZona dos Viños de A Estrada criticaron hace unas semanas la situación de abandono por parte de las administraciones que se venía dando desde hace ya dos años, obligados a acatar restricciones más estrictas que en otras áreas de actividad similar como el ocio nocturno o restaurantes. La gota que colmó el vaso fue la hora de cierre, que mientras en pubs y discotecas se alargó hasta las 04.30 y 05.00 de la madrugada, respectivamente, en bares sólo se ha amplió hasta las 01.30, hora y media menos de lo permitido antes de la pandemia.

Ahora, el fin de las restricciones horarias para el ocio nocturno permitirá que los bares cuyo negocio está centrado hacia el ocio nocturno, puedan volver a sus horarios prepandemia, en cada caso en función la licencia que tengan, aunque en su mayor parte hasta las tres de la madrugada. Desde la Zona dos Viños mostraron su satisfacción por este importante paso. Aunque siguen por el momento condicionados por los límites de aforo, el uso de mascarillas y el certificado COVID, pueden recuperar una hora y media clave para su negocio. Ahora, queda que la gente se vuelva a animar a salir tras el frenazo que supuso el último incremento de contagios.

Un Mes do Cocido muy bueno

Mañana, 14 de febrero, remata el Mes do Cocido en Lalín. Pero los hosteleros tienen claro que el plato más conocido del municipio “va a tener tirón hasta la Feira”, fijada para el 24 de abril, apunta Alberto González, de Casa Currás. Pese a las restricciones de aforo y al miedo de los comensales este local logró llenar su aforo “todos los días. Es cierto que antes de la pandemia en un año normal igual nos llegaba de golpe un grupo de 30 personas de Vilagarcía o de O Porriño, y ahora llenamos, pero con mesas más pequeñas”, explica.

El local también nota cierta caída, por esa limitación de comensales, en lo que Casa Currás llama “el día del funcionario”, los viernes, en los que quedan para comer profesores o, también, empleados de banca. Casa Currás tiene reservas completas todos los sábados hasta mayo. Pero en este mes también se cayó alguna que otra reserva, en este y en otros locales, bien por dar positivo algún comensal o por miedo ante la evolución de la pandemia. “Nosotros llamamos todas las mañanas a todas las mesas reservadas”, explica Álex Iglesias, del restaurante Cabanas. Es la única forma de confirmar si el cliente va a a venir a Lalín y, en caso de que no lo haga, poder atender a las personas que no han reservado pero que sí desean degustar un Cocido.

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