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Bio en el crotal

Noelia Neira y Sergio Albor, ayer, en la explotación situada en Vilameá, en la parroquia de Negrelos. BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Sergio Albor y Noelia Neira son una pareja de Rodeiro que, frustrados por la inestabilidad del mercado y el precio de la leche decidieron desmantelar la explotación familiar de él y reinventarse como ganaderos sin estar pendiente de la leche que ordeñaban de sus vacas generaría el beneficio suficiente para mantenerla a flote. Inicialmente Sergio se había incorporado a la granja familiar –situada en el lugar de Vilameá, en la parroquia de Negrelos– con el objetivo de tomar las riendas de la misma, pero la idea no cuajó y pensó que la recría de hembras podría ser la alternativa al modelo tradicional de explotación láctea.

Noelia asume la parte administrativa de la Ganadería Beiro, labor que compagina con la atención de un restaurante en el núcleo urbano de la capital de Camba. Del día a día se encarga su esposo, convencido de que el centro de recría puesto en marcha hace un par de años puede ser un medio de vida digno y menos exigente que atender el ordeño diario de las vacas en una explotación dedicada en exclusiva a la venta de leche. “Entre vacas y terneros teníamos unos 90 animales y cuando me incorporé ya me di cuenta que no era posible ir adelante con mis ideas, porque mis padres, como muchos, aún siguen trabajando con los tiempos de antes”.

Cuatro terneras de la granja ecológica rodeirense. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Después de desmantelar la granja y ya con la idea de montar un centro de recría de novillas expuso el proyecto a varios vecinos de la localidad con la idea de crear una sociedad. No fue posible. Entonces, comenta Sergio, apareció el silledense Luis Cejo Ferreiro y le facilitó mucho las cosas. Este ganadero es el propietario de una explotación extensiva y con el pastoreo ha conseguido aminorar los costes de producción, al tiempo que fue incrementando su base territorial. “Me fue arrastrando hacia la producción en ecológico y ahora ya tengo unas 65 terneras”, manifiesta. El silledense le suministra crías a cambio de quedarse con algunas hembras después de que pasen por la etapa de recría en tierras cambotas.

En Ganadería Beiro hay vacas Holstein y de otras razas como la Fleckvieh. “También hay alguna de carne, pero la idea es sacar ganado de leche para vender a otras granjas”, explica Sergio Albor. ¿Qué diferencias existen entre un animal criado bajo los criterios de calidad ecológica y los demás? Su alimentación inicial debe ser a base de leche de vaca –en esta sociedad hay dos adultas que producen para amamantar a los ejemplares más jóvenes– o en si la leche es artificial debe contar con todas las garantías de un producto bio; es decir, natural y que no ha sido sometido a añadidos químicos o tratamientos externos. Después de pasar cuatro meses tomando solo leche, en la alimentación debe predominar el pasto y los suplementos de pienso y otros cereales o forrajes deben pasar estándares de calidad ecológicos.

Los animales de esta explotación pasan la mayor parte del día fuera del establo. “Solo las meto a la noche por miedo a un posible ataque del lobo”, comenta el responsable de una explotación que figura inscrita en el Consello regulador de Agricultura Ecolóxica de Galicia (Craega). Con dos años ya están listas para comercializar, pero eso también supone una ralentización del negocio, es decir, hay que esperar un mínimo de 24 meses para sacar la producción pues las crías llegan con 40 días de vida.

“Por aquí, en Galicia, además de algunas fincas de administraciones públicas, hay muy poca recría en ecológico y la gente tiene que ir a comprar a otros lugares o incluso a Francia, por eso nuestra idea es potenciar esto desde aquí”, resume el ganadero de Vilameá.

Terneras en la explotación. BERNABE/JAVIER LALIN

“Algo valiente sí que hay que ser, eso dicen de la gente que nos dedicamos a esto, pero tiene que gustarte porque si no es imposible estar pendiente las 24 horas todos los días”. Con todo, reconoce que la recría de terneras es una actividad menos exigente y desgasta menos que el trabajo en una granja de leche, aunque solo sea por las sesiones diarias de ordeño. Por el momento, reconoce Sergio Albor, la diferencia de precio entre una novilla criada en ecológico no dista mucho de las demás, “más o menos unos 300 euros”, no obstante confía en que “a la larga se pagarán bastante más”.

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