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Los balcones dejan de resistir para brillar

Las fachadas de A Estrada se visten de gala por Navidad con sus guirnaldas de luces en un acto de rebeldía contra la sobriedad y el distanciamiento a los que el COVID obliga

Ventana en la Calle de San Antón. | // BERNABÉ/ JAVIER LALÍN

Dicen que la Navidad, o la amas o la odias, y que no hay medias tintas en ese debate. Eso se debe, en parte, a que es una época indudablemente nostálgica, y la nostalgia nos una emoción que disfrute todo el mundo. El espacio público se convierte en escenario de encuentros íntimos, con los focos cálidos del alumbrado, y la música intradiegética de mano de Mariah Carey y Michel Bublé, con esos temas que sólo suenan en los diciembres de cada año. La gente vuelve y se reencuentra, se abraza, se besa, y muestra más afecto que nunca, embriagada por la alegría de superar una vuelta más al sol.

Fachada de un edificio en la Calle de Castelao, con algunas ventanas alumbradas. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

No obstante, algo ha cambiado en los dos últimos años. Las cenas de empresas y amigos, los vinos en los bares locales el 24, las cabalgatas multitudinarias, con padres e hijos abalanzándose a por caramelos, o los cotillones del 31, parecen distantes en el tiempo, pues los tiempos llaman a la distancia, al encorsetamiento, a las mascarillas y el desinfectante de manos, en definitiva: a quedarse en casa.

Quizás sea por eso que los habitantes de A Estrada han iniciado su propia revuelta desde sus fachadas, rebelándose contra las sombras que se ciernen una vez más sobre estas fiestas. Así pues, las ventanas y balcones vuelven a cobrar protagonismo en el casco urbano, pero esta vez no es para aplaudir, o cantar el Resistiré de Rafael, esta vez los estradenses han optado por una forma de expresarse más visual, alumbrando como nunca sus viviendas y edificios.

El concejal Óscar Durán confiesa que él mismo, junto a su familia, se ha iniciado en los decorados navideños a raíz de la pandemia, como una forma de transmitir esa alegría que la situación actual ha menguado en la gente, comenta que “llevamos un año sin poder hacer nada, un año en el que estamos cortados, y quizás el decorado sea un acto de rebeldía”. No obstante, puntualiza que después de probarla, la decoración navideña se vuelve una adicción, y este año han ido un paso más allá que el anterior.

Una vecina de la villa, Rosario Vilar, que también ha aportado su granito de arena para el alumbrado del edificio que habita en la Avenida Benito Vigo coincide con estas declaraciones, y añade que “decoramos más para que de algún modo las fiestas no pasen inadvertidas”. Aunque concede que el pasar más tiempo en casa a causa de las restricciones, favorece a que aumenten las ganas de llevar la ornamentación un poco más lejos.

Por las calles, los paseantes se suman a la euforia observando complacidos el brillo de la villa, que se viste de gala en las situaciones adversas. Convienen que este año se ha tirado la casa por la ventana, quizás literalmente, y al preguntarles el motivo de este despliegue de medios todos parecen coincidir: es una forma de lidiar con tristeza de la pandemia.

Lo cierto es que en épocas difíciles las comunidades se unen más que nunca, y la solidaridad impera. Eso demuestran los vecinos y vecinas de A Estrada, que a través de sus vidrieras parecen querer dar una palmada en la espalda a sus prójimos, en lo que parece un mensaje velado de que todo va a salir bien.

A ESTRADA. BALCONES LUCES NAVIDAD BERNABE/JAVIER LALIN

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