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Bouza Brey pide una tregua

Vecinos de esta calle solicitan amparo ante la “pesadilla” que viven por el incívico comportamiento de un grupo de residentes

En la imagen superior, Andrés Villaverde Porto. En las imágenes inferiores, pruebas de algunos de los desperfectos en Bouza Brey.

Los vecinos de la calle Fermín Bouza Frey, de A Estrada, llevan más de cuatro años encauzados en una lucha por conseguir recuperar una convivencia tranquila. Desde hace casi un lustro, la presencia en el vecindario de un grupo de individuos en uno de los edificios ha causado estrés y preocupación entre los habitantes del área. La situación, que empezó siendo moderada, ha alcanzado desde la cuarentena hasta hoy el pico de hostilidad, y entre los desperfectos se cuentan numerosos residuos abandonados a la entrada de edificios, restos de basura esparcidos por las aceras y la vía, y falta de sueño, sobre todo mucha falta de sueño.

Bouza Brey pide una tregua

Andrés Villaverde cuenta que lleva viviendo en ese vecindario más de cincuenta años, y que lo recuerda como un lugar tranquilo, con vida de barrio, donde todos conocen a todos, y la gente se ayuda, por ese motivo le parte el corazón ver como el actual conflicto con un grupo de foráneos está cambiando poco a poco ese recuerdo, por otro menos brillante, menos bueno. Cuenta que el edificio actualmente habitado por los causantes de estas desavenencias, abrigaba antes a personas tranquilas y pacíficas, que poco a poco se vieron obligadas a abandonar sus viviendas por causa de las condiciones de habitabilidad que el inmueble empezó a sufrir una vez los nuevos inquilinos llegaron. Puntualiza, además, que “al principio intentamos hablar las cosas, yo les pedí varias veces que no hicieran ruido a altas horas de la madrugada, o que no permitiera que los pequeños miccionaran en mi portal, pero la respuesta siempre era la misma, que llamase a la policía”.

Bouza Brey pide una tregua

Lo cierto es que los vecinos, cansados de dialogar, así lo hicieron en múltiples ocasiones, y acudieron tanto a la policía local como a la guardia civil, pero al final el problema persistía, y nadie parecía poder darle solución. Es por ello que el siguiente paso que tomaron fue recoger firmas, con un total de 37 viviendas firmantes, para llevar al Concello y que el ejecutivo tomase cartas en el asunto, pero una vez más, sus peticiones cayeron en saco roto.

Villaverde explica que tras una reunión con el alcalde, José López, y tres visitas al departamento de Urbanismo, sus esperanzas porque conseguir que los problemáticos vecinos abandonen el inmueble ya se han esfumado, y que a día de hoy lo único que pide es una vida tranquila para él y para su padre de 90 años, a la que cuida. Al parecer, el ruido se extiende hasta altas horas de la madrugada, en las que escucha como se mueven sillas, se hacen fiestas, se dan golpes, o incluso de bajan muebles por la escalera. A él le toca sufrirlo más de cerca que a nadie, y quizás por eso no teme a poner nombre y cara a las quejas, y asegura que si bien no es su deseo verse envuelto en situaciones tensas con nadie, debe defender lo suyo, y es que ahora ya es una cuestión de bienestar mental, pues “poco a poco te van minando la salud”, y que “a partir de las diez de la noche esto se vuelve un infierno”.

La cuestión empeora cuando a la falta de colaboración de los antagonistas se le suma el desamparo de los estradenses por las noches, debido a la falta de una patrulla nocturna de la policía local a la que poder llamar cuando no se cumple con las normativas de decibelios permitidos a partir de ciertas horas.

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