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De Sudáfrica a Soutelo con escala en Dublín

Rowan y Odette Windvogel recalan en la aldea de O Sixto tras un viaje por España para disfrutar de la tranquilidad del rural gallego

Rowan y Odette Windvogel posan juntos en Soutelo de Montes. / | / BERNABÉ/ JAVIER LALÍN

En la actualidad se habla de una nueva ola de emigración, de gente, especialmente la joven, que abandona Galicia en busca de mejores oportunidades laborales, y de manera mucho más acusada, se habla de la masificación de las grandes ciudades, lo que implica que la población se desplaza de núcleos más pequeños a grandes áreas urbanas, también, en busca de oportunidades, o mayor actividad social.

No es tan frecuente, en cambio, escuchar de casos que hagan lo contrario. Que abandonen una capital europea, o una gran ciudad, para mudarse a áreas rurales. Es por ello que un caso como el de Rowan y Odette Windvogel, naturales de Sudáfrica, pero que han pasado la mayor parte de su vida en Dublín, Irlanda, resulta llamativo. La pareja se ha mudado hace unos meses a O Sixto, una pequeña aldea de Forcarei. La mudanza no ha sido definitiva, ambos viajan intermitente a Irlanda, donde mantienen sus trabajos de fisioterapeuta y profesora para gente con necesidades especiales. No obstante, ambos aseguran que su idea es poder mudarse totalmente en el plazo de unos dos a cinco años, si la situación laboral se lo permite.

El matrimonio no es ajeno a los cambios de localización, Su primera aventura comenzó cuando se mudaron a Irlanda desde Sudáfrica, donde habitaron hasta que una oportunidad futbolística de su hijo los llevó a mudarse de nuevo a Barcelona, ciudad en la que se quedaron por cinco años para apoyar al menor. Durante ese tiempo Rowan mantuvo su trabajo en la capital irlandesa, a la que regresaba todas las semanas para pasar tres días cumpliendo con sus funciones como de fisioterapeuta, una profesión que le emociona especialmente ahora, momento en el que empiezan a usa la robótica para ayudar a personas con problemas graves de movilidad para que puedan recuperar su independencia, y valerse por si mismas. La pasión por lo que hace le hacía más llevadero el tener que coger vuelos semanales y alejarse de su familia media semana.

Fue en Barcelona cuando la familia Windvogel empezó a enamorarse del país, aprovechando la oportunidad para viajar toda su geografía sin esperar que algún día en el futuro acabaría comprando su propia casa en pequeña aldea gallega. Pues, si bien tuvieron la oportunidad de ver y escoger cualquier otro sitio de la basta y variada paisaje de la Península Ibérica, fue Galicia la que conquistó sus corazones.

Rowan admite que si bien había escuchado hablar mucho sobre el Camino de Santiago, ya cuando estaba en Irlanda, nunca había entendido el hechizo que este ejercía sobre aquellos con los que hablaba del tema, y que no fue hasta que lo vio con sus propios ojos, y lo sufrió en su propia piel, que entendió porqué peregrinar a la ciudad compostelana conmovía tanto a la gente.

Decidieron, pues, que Galicia sería su próximo hogar, y durante la pandemia tomaron la determinación de comprar una propiedad. Querían un lugar tranquilo, en la naturaleza, y que no estuviese demasiado lejos del mar, aún estando en la montaña. También era importante que hubiese un aeropuerto cerca, o buenas conexiones de transporte, pues tendrían que viajar asiduamente a Dublín por cuestiones laborales. Y finalmente, O Sixto apareció, Rowan explica que “ni siquiera visitamos la propiedad antes de comprarla. Utilizábamos el Google Maps para recorrer las calles y caminos de la contorna, y en una de las imágenes vimos a una señora volviendo del pasto con sus vacas, no lo pensamos más y compramos”.

Desde entonces, ha pasado el tiempo, y la pareja ya lleva cuatro meses en el vecindario. Aseguran que el tiempo es bastante similar a Irlanda, e incluso la gastronomía, por lo que en ese aspecto no sienten nostalgia. Sólo Rowan especifica que desde que probó el Kas limón se ha convertido en su bebida favorita, puesto que en Irlanda no hay nada parecido. Y si bien en ocasiones el idioma puede suponer un problema, pues todavía no se manejan con soltura en español, todo ha hecho que se sientan como en casa.

En particular hay un factor que ha hecho su adaptación al nuevo entorno mucho más fácil y gratificante; la gente. La pareja confiesa que “puedes encontrarte a una persona amable, o varias, cuando vas a otro país, pero que todo el mundo lo sea es algo poco común”. El matrimonio afirma que desde que han llegado se han sentido acogidos y arropados por la comunidad, y se deshacen en agradecimientos para todo el mundo. En específico reconocen que están particularmente agradecidos con sus vecinos Marcos y Marina, que desde el primer momento se prestaron a ayudar en todo lo que fuese necesario.

La vida y el azar pueden tomar rumbos insospechados, y esa incertidumbre, que a veces puede causar inquietud, también permite historias tan curiosas como la de los nuevos habitantes de O Sixto.

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